Quien avisa no traiciona. En su encendido discurso de La Plata el 18 de diciembre, la vicepresidenta Cristina Kirchner aseguró que el gran desafío que tenía por delante la economía argentina pasaba por “alinear los salarios y las jubilaciones con los precios de los alimentos y las tarifas”. No sólo eso. También ponderó la política económica que desarrolló en su segundo gobierno (2011-2015) junto a su entonces ministro de Economía, Axel Kicillof.

Una vez más se reescribe la historia: aquellos años de estancamiento económico, agotamiento de reservas, duro cepo cambiario y fuertes controles de precios y tarifas fueron clave para la victoria electoral del kirchnerismo. Por eso hay que volver a abrevar en esos instrumentos para sacar al país del larguísimo período de decadencia que acumula.

Pasaron dos semanas de aquel discurso y es fácil distinguir que absolutamente todas las medidas que se adoptaron en las últimas semanas van hacia esa dirección, es decir insistir con las políticas más duras del manual kirchnerista. Lo que hasta hace muy poco parecía tener olor a rancio, vuelve con todo su esplendor. La suspensión de permisos para exportar maíz, la continuidad de Precios Máximos, el aumento de sólo 5% para la telefonía móvil, cable e Internet, la insólita marcha atrás del aumento de 7% a las prepagas y el congelamiento tarifario al menos hasta marzo son algunas de las decisiones que se tomaron en los últimos días.

Toda la energía oficial estará puesta en llevar adelante una política de shock para frenar desde el arranque del año la ola de remarcaciones, que es la gran amenaza al repunte de la economía en este 2021 que recién arranca.

El “leit motiv” detrás de estas medidas es “cuidar la mesa de los argentinos”, la frase que tanto se escuchó en sendos gobiernos de Cristina. Esto vale tanto para las medidas que impactan directamente en los precios de los alimentos, como en aquellas que congelan y suavizan aumentos tarifarios. El objetivo, en definitiva, sería no quitarle ingresos a la gente para preservar su nivel de compra en supermercados, mayoristas o autoservicios.

No hay mayores diferencias entre aquellas medidas que se tomaron en los gobiernos de Cristina y las actuales. Esperar resultados diferentes aplicando esas mismas recetas fracasadas sería una necedad. Salvo que esta nueva revisión de la historia considere un éxito aquel pobre segundo mandato de Cristina, que en realidad fueron el cierre de más de 12 años de gobierno kirchnerista.

El campo se moviliza

En el campo ya empezaron las movilizaciones y las protestas. La intempestiva decisión de prohibir las exportaciones de maíz impactará en la futura siembra y el Gobierno perdería exportaciones por más de USD 800 millones. Pero es un lujo que podría darse a partir de la fuerte suba del precio de las materias primas que vende el país.

Un informe que publicó el Banco Central el último día del año indica que el índice de materias primas que elabora la entidad (y que incluye todos los productos primarios que exporta el país) subió 20% el año pasado “y todo indica que mantendrá la tendencia en 2021”. Además, la soja pegó un salto del 39%.

El aumento de los precios de las materias primas ya está generando efectos positivos en el flujo de divisas. Así lo expuso la cámara de cerealeras (CIARA) en el balance de diciembre. Durante el último mes del año pasado las compañías del sector liquidaron divisas por USD 1.690 millones, casi 5% más que en noviembre a pesar del conflicto sindical que paralizó los puertos por 21 días. Ahora se espera que un porcentaje importante de lo que no se consiguió embarcar antes de fin de año sea despachado durante enero, lo que permitiría al Central acumular reservas por segundo mes consecutivo.

Aunque siempre es una preocupación latente, el dólar abandonó por un rato el centro de la escena. El escenario de una devaluación brusca del tipo de cambio oficial ahora ya luce tan probable.

El congelamiento de las tarifas de servicios públicos regulados y un conjunto de bienes cuya evolución de precios estuvo coordinada por programas gubernamentales contribuyeron a esta desaceleración de la inflación.

El informe de gestión elaborado por el Central para 2021 califica como “auspicioso” el escenario cambiario, es decir vuelve a descartar una posible devaluación brusca. Y menciona los siguientes factores para justificarlo, incluyendo aspectos locales pero también externos:

– El nivel actual del tipo de cambio real, que se ubica por encima de su promedio histórico desde 1997

– El repunte observado en los precios globales de las materias primas que exporta Argentina

– La reestructuración de la deuda externa pública y la refinanciación de la deuda privada, que han logrado descomprimir los vencimientos de corto plazo

– Los avances en un nuevo acuerdo con el FMI que permita refinanciar los compromisos con dicho organismo.

– La reversión de ciertas dinámicas que hicieron que este año el superávit de cuenta corriente no se reflejara en el balance cambiario.

Aunque volvieron sus políticas, hasta el propio Guillermo Moreno salió a criticar la decisión del Gobierno de prohibir la exportación de maíz. A esta altura, la única de las medidas del “viejo” kirchnerismo que no regresó es la manipulación del INDEC.

El Presupuesto 2021 que planteó Guzmán al menos en cuestiones tarifarias ya quedó obsoleto. El ministro de Economía diseñó un programa para que los subsidios permanezcan constantes en relación al PBI. Pero eso requiere de un aumento de tarifas no inferior al 40%, lo que a todas luces no ocurrirá este año. Habrá que ver si el aumento de esos subsidios económicos implica mayor déficit fiscal o el ahorro aparece por otro lado. Pero a esta altura el déficit primario de 4,5% del PBI es más un piso que un techo.

Tarifas, precios y salarios

Los congelamientos de precios y tarifas, sumado al cepo cambiario serían los principales ejes para que los aumentos salariales no vuelvan a ser eclipsados por la inflación. De cómo salga la carrera entre precios y salarios (más jubilaciones) dependerán las chances del oficialismo para tener un buen resultado electoral en octubre. El deterioro de la imagen del Gobierno y del propio Alberto Fernández fue notorio en los últimos meses y la recuperación económica se vuelve más importante que nunca.

El peligro para el Gobierno es que el rebote de la economía, incluso cuando llegue al 6%, tenga sabor a poco y finalmente no se sienta “en la calle”. Las primeras señales del repunte marcan que se crea empleo de peor calidad que los puestos perdidos: básicamente informales y cuentapropistas, pero muy poco de nuevos puestos en blanco.

El mayor problema que enfrenta el gobierno de Alberto Fernández es exactamente el mismo que el que se presentó ni bien ganó por 14 puntos las PASO, el 11 de agosto de 2019, hace más de 16 meses: la falta total de confianza por parte de los inversores y de los mercados.

Ninguna de las medidas adoptadas en la pandemia ni en esta etapa atraen empresas, ni inversiones. Al contrario, sigue creciendo la lista de compañías que deciden irse de la Argentina, los comercios que cierran y las empresas que continúan operando pero tratan de achicar personal al máximo. Depender de la obra pública, de la emisión monetaria y de congelamientos de precios difícilmente cambie el destino de decadencia que ya hace años arrastra la Argentina. El aumento del asistencialismo a una cantidad creciente de pobres seguirá siendo la principal base de sustentación de un gobierno que arranca el 2021 con un viento de cola que aprovechará solo a cuentagotas.

Fuente: Rosario Finanzas