La gigante multinacional de los agrocommodities está haciendo una fuerte apuesta a los alimentos más sanos y nutritivos y con menores huellas de carbono. Recientemente lanzó una nueva línea de alimentos elaborados con proteínas texturizadas y un acuerdo con Mafrig para desarrollar hamburguesas vegetales. Hace menos de un mes acordó con la empresa francesa de biotecnología InnovaFeed para construir la planta de proteína de insectos más grande del mundo en Decatur, Illinois. Pocos días antes había anunciado la construcción de una planta de probióticos en Valencia, España. Y a comienzos de año acordó una asociación con el semillero Nuseed para expandir el aceite de canola rico en omega-3, que si bien apunta al mercado acuícola, resulta de particular interés para el ambiente ya que sustituye al aceite de pescado.

Los científicos de Calyxt utilizaron la técnica de edición de genes TALEN para diseñar una soja que produzca aceite con cero grasas trans, un 80% más de ácido oleico y un 20% menos de ácidos grasos saturados respecto al aceite de soja convencional. Además de los beneficios para la salud, el aceite de Calyxt tiene una vida útil tres veces superior cuando es utilizado para frituras, lo que provoca también un impacto positivo al ambiente.

Esta técnica no está alcanzada por las regulaciones del Servicio de Inspección de Sanidad Animal y Vegetal (APHIS) del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), pues consiste en editar el genoma existente de una planta. Es un proceso distinto a la modificación genética tradicional (GM), donde se inserta ADN de otra especie en el organismo. En la edición genómica actúan enzimas como tijeras moleculares que retocan el sistema operativo genético de las plantas, de forma que eviten producir cosas malas, como las grasas poliinsaturadas en este caso, o potenciar las cosas buenas que ya tiene.

De esta forma, EEUU se diferenció de la Unión Europea (siempre más conservadora en aspectos sensibles a la opinión pública como el mejoramiento vegetal) que incluyó a la edición de genes bajo las mismas regulaciones que a los organismos modificados genéticamente. En marzo de 2018, el entonces Secretario de Agricultura de EEUU, Sonny Perdue, calificó la edición de genes como una técnica “innovadora” que “no se puede distinguir de las desarrolladas a través de los métodos de mejoramiento tradicional”.

La edición de genes es una técnica que democratiza el mejoramiento vegetal. Las plantas editadas genéticamente pueden desarrollarse y llegar al mercado mucho más rápido y a un costo varias veces menor que las transgénicas, que al combinar el ADN de diferentes variedades de plantas requiere que sea sometida a una serie de pruebas de laboratorio y ensayos a campo que toman más de una década y cientos de millones de dólares. En el caso de Calyxt, que se trata del primer alimento desarrollado por edición genómica aprobado para su comercialización, introdujo su soja en el mercado antes que se cumplan cinco años desde que Dan Voytas -jefe científico y cofundador de la compañía- alterara el ADN en una sola célula de soja en 2012.

La soja alto oleico es apenas la punta del iceberg en el campo de la edición genómica para alimentos. La misma compañía tiene en desarrollo avanzado otros 5 productos entre los que se encuentran trigo con alto contenido de fibra, alfalfa de calidad nutricional mejorada, papa resistente a almacenaje en frío y papa tolerante a la oxidación. Y decenas de empresas de fitomejoramiento, como los semilleros e incluso startups, están trabajando el desarrollo de nuevas variedades de cultivos extensivos, así como frutas y verduras partir de edición genómica.

Pero aún con todo el poder de esta potente herramienta de mejoramiento genético, que finalmente fue reconocida en el ámbito académico al otorgarle el Premio Nobel de Química de este año a las científicas Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, no hay que descartar los enormes aportes que van a continuar haciendo las técnicas de GM. La prueba está en el trigo HB4 desarrollado en Argentina por la compañía Bioceres. Este mejoramiento permitió introducirle al trigo, el cultivo más abundante del planeta, la tolerancia al estrés hídrico que posee el girasol. Un tema central para la seguridad alimentaria en un planeta que por el cambio climático sufre cada vez más alteraciones climáticas.

El mundo se enfrenta a una explosión demográfica que pondrá una enorme presión sobre la demanda de alimentos, productos de origen biológico y energías provenientes de la biomasa, que se verán potenciadas por estándares de vida más altos de los ciudadanos que impulsarán aún más ese consumo. A la vez, los consumidores están informados sobre el origen y la forma en que fueron producidos estos bienes, sobre todos los alimentos. Y para colmo, estas demandas deberán ser abastecidas con menos superficie cultivable y sin provocar un aumento en emisiones de gases de efecto invernadero. Un verdadero desafío que pondrá a prueba el mejoramiento genético.

Fuente: Bioeconomia.info - Emiliano Huergo