No puede ser más elocuente. Sólo Diego puede lograrlo. Como haber logrado meter en la cancha de Argentinos Juniors unas 2,5 millones de personas, que aseguran haber estado en el estadio el 20 de octubre de 1976, el día de su debut en primera.

Es difícil comprender lo que Diego genera. Muchos grandes periodistas, escritores y personalidades destacadas de la cultura han contado que argentinos y napolitanos encontramos en él una épica revanchista. Un personaje surgido bien desde las entrañas del pueblo y que con su magia, talento, valor y liderazgo nos pudo vengar de nuestros opresores. De la Inglaterra imperialista de Margaret Thatcher y de la Italia del norte, opulenta, industrializada y clasista. Una historia que llevó el amor a Diego más allá de cualquier frontera.

Entre la tarde del miércoles y la mañana del jueves, el aura de Diego hizo que las grietas quedaran de lado. Como cada vez que vestía la celeste y blanca. Pero lamentablemente hay grietas históricas, mucho más profundas, con las que lidiamos a diario. Como las grietas geográficas y productivas que nos vienen dividendo a los argentinos desde antes de que seamos una Nación. Unitarios y federales, campo versus ciudad, campos versus industrias, etc. Una serie de dicotomías donde el nuevo enfoque basado en la bioeconomía puede hacer un gran aporte para unir al país.

En primer lugar, porque la bioeconomía parte del concepto de producción y transformación de biomasa para elaborar alimentos, energía, materiales, químicos y cualquier otro producto de interés para la economía. Y como siempre es más barato transportar los productos de mayor valor, la industrialización de la biomasa conviene hacerla cerca de su origen. Pero no toda la biomasa se puede transformar dentro del campo, ya que se necesitan buenos servicios y accesos. Por lo tanto, la bioeconomía realza el rol de las ciudades intermedias y su vínculo con las áreas rurales.

Esta industrialización de la biomasa genera nuevas fuentes de empleo, muchas de ellas de una alta calificación y con muy buenos salarios, lo que provoca un efecto multiplicador en el comercio y la economía local. Y brinda a los jóvenes la oportunidad de radicarse en su localidad de origen sabiendo que van a tener buenas oportunidades para desarrollar su vida, evitando así que se incrementen los anillos de pobreza en las grandes ciudades. Uno de los problemas irresueltos más serios que ha afectado al país en los últimos 80 años.

No hay bioeconomía si no hay un compromiso con la sostenibilidad, tanto ambiental como social. Un ejemplo del gran aporte que pueden hacer las empresas lo acaba de mostrar Bodegas Trivento durante el encuentro ‘Somos Sustentables’. La compañía propiedad del Grupo Concha y Toro presentó una serie de iniciativas que está llevando adelante en temas de economía circular y apoyo al desarrollo de las capacidades humanas locales. Esta última acción, que por ahora alcanza a sus empleados y familiares pero que en el corto plazo está previsto extenderse al resto de la comunidad, ha permitido a la empresa poder reemplazar con recursos humanos propios y locales tareas que antes estaban encomendados a personas de otras regiones. De forma similar y entendiendo que para que una empresa prospere es necesario que prospere la comunidad donde viven sus empleados con sus familias, Seaboard Alimentos y Energía acaba de donar un equipo de radiología al Hospital San Vicente de Paul de Orán. La compañía sucro-alcoholera hace años que viene colaborando en la lucha contra la desnutrición infantil a través de la Fundación Conín.

La bioeconomía tiene como fin lograr productos con menor huella de carbono para mitigar el cambio climático, el principal problema medioambiental que enfrenta la población. Como sabemos, la huella de un producto final es la suma de todas las emisiones a lo largo de su cadena de valor. Una fracción de la misma proviene de los proveedores. Estas emisiones que la empresa no puede controlar se clasifican como de alcance ‘tres’ o ‘emisiones de terceros’, o aquellas que provienen de su ‘cadena de valor’. Por lo tanto, la colaboración entre el campo y la industria es el camino a seguir cuando se trata de lograr productos más sustentables. Recientemente tuvimos un ejemplo a raíz de la exportación de bioetanol a la UE. Para lograr que el producto cumpla con las especificaciones de sostenibilidad exigidas por el bloque, el maíz tuvo que ser provisto por agricultores que certificaron su huella de carbono.

Argentina tiene todo para abastecer al mundo de bioproductos y generar un nuevo modelo de desarrollo industrial, a partir su extraordinaria cantidad de recursos de la biodiversidad, su enorme potencial para el desarrollo de la industria forestal, la fabulosa competitividad de su agricultura y su enorme complejo portuario agroindustrial en Rosario, el más importante del mundo. Porque parece que casi todo lo que crece en este suelo, en algún momento tiene que pasar por Rosario.

Fuente: Bioeconomia.info - Emiliano Huergo