Se le ha llamado “gurú medioambiental”, “gurú del clima”, “el intelectual líder en Norteamérica sobre energía limpia” y “sumo sacerdote” del movimiento medioambiental gracias a sus escritos y las TED talks, que tienen más de cinco millones de visitas. El último libro de Michael Shellenberger, Apocalypse Never, ha causado una gran controversia. Publicamos a continuación sus ideas principales.

En nombre de los ambientalistas del mundo entero, me gustaría pedir formalmente perdón por el miedo climático que hemos creado en estos últimos treinta años. El cambio climático está ocurriendo. Y no es el fin del mundo. Ni siquiera es nuestro problema medioambiental más serio.

Tal vez pueda parecer extraño que yo afirme esto. A fin de cuentas, he sido un activista climático durante veinte años y ambientalista durante treinta.

Sin embargo, como experto en energía al que el Congreso le ha pedido proporcionar un testimonio objetivo, y como invitado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC sus siglas en inglés) para actuar como revisor experto de su próximo Informe de Evaluación, me siento en la obligación de pedir disculpas por lo mucho que los ambientalistas hemos engañado al público.

Aquí detallo una serie de hechos que pocas personas conocen:

• Los seres humanos noestán causando la “sexta extinción masiva”.
• El Amazonas noes “el pulmón del mundo”.
• El cambio climático noempeora los desastres naturales.
• Desde 2003, los incendios han disminuido un 25% en todo el mundo.
• La cantidad de tierra utilizada para la ganadería -el mayor uso de tierra llevado a cabo por la humanidad- hadisminuido en un total equivalente a la superficie ocupada por Alaska.
• Es la acumulación de combustibles de madera y la construcción de viviendas cerca de los bosques -y noel cambio climático- la causa de que haya cada vez más incendios en Australia y California, y más peligrosos.
• Las emisiones de carbono están disminuyendo en las naciones más ricas; en el caso de Gran Bretaña, Alemania y Francia disminuyen de manera constante desde mediados de los años 70.
• Holanda se enriqueció, no se empobreció, cuando se adaptó a vivir por debajo del nivel del mar.
• Producimos un 25% más de alimentos de los que necesitamos, y el excedente de alimentos seguirá aumentando con el calentamiento global.
• La pérdida del hábitat y la caza directa de animales salvajes son, para las especies, una amenaza mayor que el cambio climático.
• Los combustibles de madera son peores para las personas y la fauna que los combustibles fósiles.
• La prevención de futuras pandemias exige más, y no menos, agricultura “industrial”.

Soy consciente de estos hechos pueden parecer “negacionismo climático” para muchos. Esto sólo demuestra el poder que tiene el alarmismo climático.

En realidad, estos hechos proceden de los mejores estudios científicos disponibles, incluyendo los realizados por o aceptados por el IPCC, la FAO, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN sus siglas en inglés) y otros importantes órganos científicos.

Algunas personas, al leer esto, creerán que soy un anti-ambientalista de derechas. Para nada. Cuando tenía 17 años viví en Nicaragua por solidaridad con la revolución socialista sandinista. A los 23 recaudé dinero para las cooperativas de mujeres de Guatemala. Cuando tenía unos veinte años viví en la Amazonia investigando con pequeños granjeros que luchaban contra la invasión de sus tierras. A los 26 ayudé a exponer las malas condiciones laborales de las empresas Nike de Asia.

Me convertí en un ambientalista a los 16 años, cuando lancé una recogida de fondos para la Rainforest Action Network. A los 27 ayudé a salvar el último bosque de secoyas sin protección, y el más antiguo, de California. Cuando tenía 30 defendí las renovables y conseguí convencer a la administración Obama que invirtiera 90 mil millones de dólares en ellas. En los últimos años he ayudado a salvar diversas plantas nucleares, impidiendo que fueran sustituidas por combustibles fósiles y evitando, así, un aumento drástico en las emisiones.

Pero hasta el año pasado siempre he intentado evitar hablar contra el miedo climático. En parte, porque me sentía avergonzado. Después de todo, soy tan culpable de alarmismo como cualquier otro ambientalista. Durante años, he hecho referencia al cambio climático como una amenaza “existencial” para la civilización humana, llamándolo “crisis”.

Sobre todo, tenía miedo. Callé ante la desinformación relacionada con el clima porque tenía miedo de perder amigos y fondos. En las pocas ocasiones en las que hice un llamamiento en defensa de la ciencia climática contra quienes la tergiversan, las consecuencias fueron muy duras para mí, por lo que decidí callar y no hacer nada mientras mis compañeros ambientalistas aterrorizaban a la gente.

También me abstuve de hablar cuando la Casa Blanca y muchos medios de comunicación destrozaron la reputación y la carrera de un magnífico científico, un buen hombre y buen amigo mío: Roger Pielke, jr, un Demócrata progresista de toda la vida y ambientalista que testificó en favor de la reglamentación del carbono. ¿Por qué lo hicieron? Porque sus investigaciones demuestran que los desastres naturales no se están agravando.

De repente, el año pasado las cosas se descontrolaron a toda velocidad.

Alexandria Ocasio-Cortez dijo: “El mundo se acabará en doce años si no abordamos el cambio climático”. El grupo medioambiental más conocido de Gran Bretaña declaró: “El cambio climático mata a los niños”.

El periodista verde más influyente del mundo, Bill McKibben, llamó al cambio climático el “mayor desafío al que se ha enfrentado el ser humano” y afirmó que este “eliminará a la humanidad”.

El periodismo dominante ha afirmado reiteradamente que el Amazonas es “el pulmón del mundo” y que la deforestación es una bomba nuclear a punto de estallar.

El resultado es que la mitad de las personas encuestadas en el mundo el año pasado creen que el cambio climático extinguirá a la humanidad. Y en enero, los encuestadores descubrieron que uno de cada cinco niños británicos tiene pesadillas sobre el cambio climático.

Tengan o no hijos, deben ustedes admitir que esto está mal. Admito que soy sensible a este tema porque tengo una hija adolescente, que se tranquilizó cuando hablamos de ello desde un punto de vista científico. Pero sus amigos están profundamente desinformados y, comprensiblemente, están asustados.

Por eso he decidido hablar. Sé que escribir unos cuantos artículos no sería suficiente; tenía que escribir un libro para exponer adecuadamente todas las pruebas.

Por tanto, mis disculpas formales para los que tienen miedo tiene forma de libro: Apocalypse Never: Why Environmental Alarmism Hurts Us All.

Está basado en dos décadas de investigación y tres de activismo medioambiental. Con sus 400 páginas, sus más de 100 notas al final del documento, Apocalypse Never aborda el cambio climático, la deforestación, los residuos plásticos, la extinción de las especies, la industrialización, la carne, la energía nuclear y las renovables.

A continuación, indico algunos puntos relevantes del libro:

• Las granjas y la agricultura moderna son la clave para la liberación humana y el progreso medioambiental.
• Lo más importante para salvar el medioambiente es producir más alimentos, sobre todo carne, en menos tierra.
• Lo más importante para reducir la contaminación atmosférica y las emisiones de carbono es cambiar de la madera al carbón, al petróleo, al gas natural, al uranio.
• El 100% de las renovables requeriría aumentar la superficie de la tierra utilizada ahora para la energía del actual 0,5% al 50%.
• Deberíamos desear ciudades, granjas y centrales eléctricas con mayor, no menor, densidad energética.
• El vegetarianismo reduce las emisiones de cada persona en menos del 4%.
• Greenpeace no salvó a las ballenas; sí las salvó pasar del aceite de ballena al petróleo y el aceite de palma.
• La carne de buey criado en libertad requiere 20 veces más tierra y produce más emisiones (un 300% más).
• El dogmatismo de Greenpeace ha empeorado la fragmentación de los bosques de la Amazonia.
• El enfoque colonialista dado a la conservación del gorila en el Congo ha producido una respuesta que puede tener como consecuencia la muerte de 250 elefantes.

¿Por qué el engaño ha sido tan grande?

En los últimos tres capítulos de Apocalypse Never expongo los motivos económicos, políticos e ideológicos. Los grupos medioambientales han aceptado cientos de millones de dólares de los beneficios derivados de los combustibles fósiles. Los grupos motivados por creencias anti-humanistas han obligado al Banco Mundial a dejar de intentar acabar con la pobreza, convirtiéndola en una pobreza “sostenible”. Y detrás de mucho de este alarmismo hay estados de ansiedad, depresión y hostilidad a la civilización moderna.

Cuando uno se da cuenta de lo desinformados que hemos estado, a menudo por causa de personas con motivaciones meramente repugnantes o dañinas, es difícil no sentirse engañado.

¿Marcará Apocalypse Never la diferencia? Ciertamente, hay razones para dudarlo.

Los medios de comunicación han estado haciendo declaraciones apocalípticas sobre el cambio climático desde finales de los años 80, y no parecen dispuestos a parar.

La ideología que hay detrás del alarmismo medioambiental -el maltusianismo- ha sido repetidamente desmentida desde hace 200 años y, sin embargo, ahora tiene más poder que nunca.

No obstante, hay razones para creer que el alarmismo medioambiental, si no acaba, sí que tendrá un poder cultural cada vez menor.

La pandemia del coronavirus es una crisis actual que ha puesto la “crisis” del clima en perspectiva. Incluso si ustedes piensan que hemos reaccionado exageradamente, el Covid ha matado a casi 500.000 personas [cuando se publica este artículo en España, el número de fallecidos es superior a esta cifra] y le ha pasado una enorme factura a la economía global.

Organismos científicos como la OMS y el IPCC han visto socavada su credibilidad debido a la politización continúa de la ciencia. Su existencia futura y su relevancia dependen de un cambio en la dirección de ambos organismos y de la implementación de reformas serias.

Los hechos sigue siendo importantes, y las redes sociales permiten un mayor número de voces nuevas e independientes que desplazan a los periodistas que difunden el alarmismo medioambiental en los medios tradicionales.

Las naciones han vuelto a defender abiertamente sus intereses nacionales, alejándose así del maltusianismo y el neoliberalismo, lo que es bueno para la energía nuclear y malo para las renovables.

La evidencia es abrumadora: para las personas y la naturaleza es mejor nuestra civilización de gran energía que la civilización de baja energía a la que les gustaría que nos encamináramos los alarmistas del clima.

Las invitaciones que he recibido del IPCC y del Congreso son un claro signo de una mayor apertura a un nuevo modo de pensar acerca del cambio climático y el medioambiente. Otro signo ha sido la respuesta que ha recibido mi libro por parte de los científicos del clima, los conservacionistas y los estudiosos del medioambiente. “Apocalypse Never es un libro sumamente importante”, ha escrito Richard Rhodes, el vencedor del Premio Pulitzer por su obra The Making of the Atomic Bomb. “Tal vez sea el libro más importante sobre medioambiente escrito hasta ahora”, ha dicho Tom Wigley, uno de los padres de la ciencia climática moderna.

“Nosotros, los ambientalistas, condenamos a quienes tienen una visión antitética de ser ignorante en ciencia y susceptible de sesgo de confirmación”, ha escrito Steve McCormick, antiguo director de The Nature Conservancy. “Sin embargo, con demasiada frecuencia somos culpables de lo mismo. Shellenberger ofrece un ‘amor duro’: un desafío a la ortodoxia arraigada y rígida, a las mentalidades autodestructivas. Apocalypse Never presenta puntos de vista punzantes, pero siempre bien elaborados y basados en pruebas, que ayudan a desarrollar el ‘músculo mental’ que necesitamos para visualizar y dibujar un futuro, no sólo esperanzador, sino también factible”.

Es todo lo que yo deseaba al escribir el libro. Si han llegado hasta aquí, espero que estén ustedes de acuerdo que tal vez no sea tan extraño como parece que un activista climático, progresista y medioambiental de toda la vida haya sentido la necesidad de hablar claramente contra el alarmismo.

De nuevo, les ruego que acepten mis disculpas.

Fuente: Infovaticana