Alberto Fernández tendrá que tomar, en horas, una decisión de hombre de Estado que marcará el resto de su gestión: como rearmar las negociaciones con los acreedores de deuda argentina emitida bajo legislación internacional. Y, paso siguiente, cerrar un acuerdo por u$s 66.800 millones para que el país no caiga en default; y, en consecuencia, la recesión se vuelva crónica. A números de ayer, sólo u$s2.100 millones separan al país de un acuerdo (los bonistas exigen u$s2.700 millones durante el gobierno de Alberto Fernández y se ofrecen u$s1.700 millones), con lo que esta última elección sería casi imperdonable.

Para esto deberá optar por tres opciones. A) aceptar, aunque sea en parte, las exigencias de los bonistas más duros; demoliendo definitivamente las “recomendaciones” del Fondo Monetario Internacional. B) Aplicar la “cláusula de reasignación” y comenzar a preparar a los abogados que representan al país para una nueva y dura batalla internacional con los acreedores que no acepten la oferta argentina. C) Aceptar jugar la última bala internacional para intentar llegar al “corazón” de BlackRock: la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos al mando de Steven Mnuchin (léase Donald Trump); lo cual, obviamente, no será gratuito para la política internacional.

Alberto Fernández tomará en las próximas horas la decisión, previa consulta con su compañera de fórmula Cristina Fernández de Kirchner. Será la segunda vez que ambos discutan un cambio de estrategia en la manera de relacionarse con los acreedores extranjeros. La primera había sido el 6 de mayo, en las vísperas del fracaso ante la Security and Exchange Commission (SEC) de la primera oferta de Martín Guzmán que logró sólo el 18,6% de adhesión. Entre ambos deberán optar por una de estas tres opciones.

A) La última oferta formal del gobierno argentino que mejoró la del 21 de abril, será siempre la del 49,9%, en línea con lo que dictan las recomendaciones del FMI. La decisión política del jefe de Estado es mantenerse en ese límite. La mejora en la propuesta pasa por los “anabólicos” presentados hace unos 10 días, resumidos en dos alternativas: cupón exportaciones o un pago de intereses del períodos 2020. El Gobierno ofrece una de las dos. Los bonistas quieren las dos. La diferencia no es poca. Es llevar el Valor Presente Neto (VPN) de la oferta del 52 al 53%; muy cerca del 54% que reclama BlackRock; pero lejos de las advertencias del FMI. El mexicano David Martínez, dueño del fondo Fintech, ya le aseguró al presidente que de aceptar los dos “anabólicos”, al menos el grupo de bonistas donde milita (el Comité de Acreedores) dirá que sí.

B) Martín Guzmán le propuso al Presidente el miércoles por la noche en Olivos, cerrar el canje en los próximos días (a más tardar el lunes 29 de junio); al menos en una primer parte. Sería aplicando la ya famosa “cláusula de reasignación”, por la cual el país mantiene el derecho de “reasignar” bonos, excluyendo del acuerdo final a aquellos títulos públicos donde no hay acuerdo y que, por su volumen de rechazo, le impidan alcanzar un porcentaje de aceptación final superior al 75%. El país se aseguraría que logrando una masa crítica importante de adhesiones, podría retirar, al menos por un tiempo, a aquellos títulos públicos sobre los que no hay acuerdo. Para que la cláusula funcione, se debe mantener el acuerdo en el tiempo, y continuar, al menos en la formalidad, la buena fe negociadora. La estrategia tiene dos cuestionamientos: 1) es “importada” por Guzmán de la academia, y no tiene antecedentes legales y 2) no hay garantías que la “masa crítica” de aceptación actual llegue al 50% de los bonistas; sumando aún el 18,6% de aceptación de la primer oferta que venció el 8 de mayo.

C) Alberto Fernández sabe que tiene una línea roja directa con el gobierno de los Estados Unidos. Se lo dejó personalmente en claro el mismísimo Donald Trump en la conversación telefónica que ambos mantuvieron el primero de noviembre de 2019, días después del triunfo electoral del argentino. El norteamericano le dejó en claro en esa charla que tendrá su apoyo en el momento en que financieramente lo necesite. Se hablaba en esos tiempos de las negociaciones que el país abriría con el FMI, y la necesidad de contar con el apoyo de EE.UU. en el board del organismo internacional. Nunca se mencionó el tema de los bonistas extranjeros. Sin embargo, en otra conversación bilateral (pero entre Guzmán Steven Mnuchin), el secretario del Tesoro de EE.UU. le extendió su posible apoyo ante los acreedores. Se sabe que Trump es amigo íntimo y directo del titular de BlackRock, Larry Fink, al punto de querer convertirlo en funcionario de su gestión. Y que Fink es una persona que entiende cómo se maneja el poder a nivel mundial.

Fuente: Rosario Finanzas