En la actualidad, si comparamos la producción agrícola, por ejemplo de papa,
en los países europeos está sobre las 60 toneladas por hectárea, en Perú está
sobre las 40 toneladas por hectárea con variedades europeas y en el altiplano
estamos con 5 a 6 toneladas por hectárea. Estas cifras de producción son tan
bajas en todos los rubros agrícolas y pecuarios del país. Con la producción de
quinua pasa lo mismo. Perú con más de 1.500 kilos por hectárea, Chile ya tiene
variedades con más de 3 mil kilos por Ha. Mientras nuestro país apenas alcanza
los 800 kilos.
No podemos echar la culpa al agricultor andino o valluno por tener tan baja
producción, porque los gobiernos pasados y el actual han olvidado o desconocen
completamente la situación económica y técnica de los agricultores. Sin
considerar que el productor altiplánico cada cinco años pierde uno por efecto de
las lluvias, sequía, granizo, heladas y a veces enfermedades. El poblador
altiplánico en la actualidad en su mayoría ve como expectativa de vida ir a
poblar los barrios periféricos de las ciudades para convertirse en jornalero y
al último se ve obligado a exilarse para convertirse en comerciante,
contrabandista, albañil o hacer cualquier otra actividad que le rinda unos pocos
pesos para sobrellevar la vida.
Podemos indicar entre las primeras causas, la inexistencia de fábricas
nacionales, somos testigos de cómo ha desaparecido casi toda la industria
textil, antes había fábricas como Soligno, Forno, Hilbo y muchas otras que se
dedicaban a la producción de telas con lana ovina. Fabricas como Ferrari Ghessi,
Figliozzi y muchas otras más han desaparecido, lo mismo sucedió en varios campos
industriales. Hoy ya ni ovejas se ve en el altiplano boliviano, salvo en el
departamento de Oruro. Conversando con un agricultor del altiplano, por la casi
inexistencia de ovejas, él se río y me dijo que ya ni existen burros, que han
sido desplazados por los vehículos truchos.
Otro aspecto fundamental es la introducción de productos agrícolas y pecuarios de países vecinos, que en calidad y precios no tienen competencia con la producción nacional.
Hace más de 50 años, como efecto del Plan Bohan, se recomendaba a nuestro país la creación de Centros de Investigación Agropecuaria, para colaborar con asistencia técnica moderna a los campesinos, por lo que fueron creadas varias Estaciones Experimentales Agropecuarias en la zona altiplánica, valles y el trópico del país. A la fecha han desparecido casi todas, salvándose la de Saavedra en Santa Cruz y Toralapa en Cochabamba. El primero gracias a los agricultores cruceños, que no permitieron su desaparición, por considerarla una herramienta básica para el desarrollo de la agricultura. Y el segundo se salvó porque quedó en manos de la Fundación Valles, entidad que fue sostenida por USAID hasta hace unos pocos años.
La ausencia de Centros de Investigación determina que el país no pueda
capacitar ni especializar los técnicos agrónomos que se forman en las facultades
de Ingeniería agropecuaria. Así como los médicos egresados de las Facultades de
Medicina requieren especializarse en hospitales, los agrónomos también requieren
de Centros Agrícolas para especializarse.
La investigación agrícola es internacional, los principales rubros tienen
centros de referencia mundial, por ejemplo los cereales menores tienen como
centro de referencia el CIMMYT, localizado en México; la papa, el Centro de la
Papa ,CIP localizado en Perú; para el arroz el centro está localizado en
Filipinas y el Centro de cacao está localizado en Tabasco, México.
El CIMMYT cada año enviaba a la Estación Agrícola de Belén una colección de
casi mil variedades de trigo, cebada, avena y centeno en bolsitas para sembrar
un metro lineal de cada variedad. El especialista en cereales estudiaba el
comportamiento de las mismas, posiblemente el final de la cosecha se perdía más
de un noventa por ciento, pero el diez por ciento restante mostraba su
adaptación al medio. Esta semilla el subsiguiente año era sembrada en una
superficie mayor y otro diez o veinte por ciento cumplía con los objetivos de
buena producción en el medio. Al tercer año ya se hacía pruebas de campo en
otras áreas y si el buen comportamiento se mantenía, la Estación Experimental de
Belén podía entregar a los campesinos una nueva variedad.
Este procedimiento era para todas las variedades agrícolas y los Centros de Investigación de acuerdo con su especialidad en la búsqueda de nuevas variedades resistentes al clima y a las enfermedades. Como casi ya no existen centros de investigación, Bolivia ha quedado fuera del programa mundial.
Volviendo a las necesidades del agricultor altiplánico o valluno, este sector requiere superar su producción y solo será posible si recibe asistencia técnica y económica permanente a través de nuevas semillas o variedades de mayor producción. Requiere asistencia en el manejo del agua con nuevas técnicas, requiere insumos para combatir enfermedades y plagas. En caso contrario, seguiremos viviendo de la producción agropecuaria de los países vecinos.
El gobierno del MAS creó el Instituto de Nacional de Investigación Agrícola y Forestal (INIAF), entidad que se dedicó a editar cartillas de lujo, con datos externos, porque sus funcionarios no podían obtener información verídica y real de nuestra producción nacional y sus problemas, porque no trabajaban en el campo, ante la falta de centros agrícolas. Pura farsa.
La formación de un investigador toma bastante tiempo y no se puede considerar
como investigadores a personas no profesionales, como pasó en el gobierno del
MAS, cuando un representante sindical o un representante de barrio o sindical,
sin ninguna profesión asumieran ministerios o gerencias de empresas del Estado.
Por eso la creación de plantas industriales, con grandes inversiones, sin
estudios de pre-inversión, fue un fracaso, citemos al ingenio de San
Buenaventura, la fábrica de hilados de llama, la fábrica de papel, la fábrica de
urea y otras más que son conocidas como “elefantes blancos”.
Es necesaria una restructuración de los ministerios que apoyan la Producción
Agropecuaria.
El autor es Ing. MSc. Javier López- Para no continuar con esta triste realidad, el Gobierno debe crear una División de Investigación Agropecuaria, que tenga como objetivo principal la creación de Centros de Investigación en cada región del país. Solo así podremos saber cómo mejorar la producción agrícola pecuaria; una de las principales funciones es recolectar y conservar el material genético único en el mundo. Por ejemplo, el Centro de Investigaciones Fitoecogéneticas de Pairumani, Cochabamba, recopiló más de mil muestras de maíz. La Estación Agrícola de Patacamaya recolectó más de 900 variedades de quinua y la Estación Experimental de Belén contaba con un Banco de Papa con más de 450 variedades. Esa es una verdadera riqueza, porque a futuro permite mejorar y seleccionar las mejores variedades resistentes a enfermedades, sequías y, sobre todo, elevar la producción.
Bolivia hasta la fecha nada hizo por preservar el cacao, el maní, pese a ser centro de origen de estas especies y muchas otras especies nativas. Tampoco cuenta con un centro de preservación de especies forestales, como mara, roble, cedro, palo morado y otras muchas especies arbóreas de gran valor económico.
Como referencia, en la Argentina el INTA apoya a toda su producción agropecuaria, Brasil cuenta con Embrapa, así cada país tiene entidades que le permiten la formación de profesionales, crear sus bancos de semillas, prestar asistencia técnica a sus agricultores, hacer campañas a nivel regional sobre vacunaciones y control de parásitos y enfermedades. Podemos indicar que España, que es del tamaño del departamento de Santa Cruz, tiene en su territorio 60 centros de investigación agropecuaria.


