FADA (Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina), a través de su economista jefe David Miazzo, brindó una charla virtual titulada “Economía en modo pandemia”. Más de 120 personas la siguieron en vivo por YouTube y otras cientos se van sumando con las personas que entran a verla grabada en el canal de YouTube de la Fundación. La disertación se ordenó en ejes como ¿Qué está pasando en el mundo y Argentina?, ¿Cómo estaba la economía argentina antes de la Pandemia?, ¿Qué podemos esperar para las cadenas agroalimentarias? y todo lo relacionado a dólar, inflación, deuda, economías regionales, etc.

El mundo y Argentina

“Es la primera vez en la historia que de manera simultánea hay millones de personas en sus hogares, sin producir ni consumir: esto genera una caída significativa de los ingresos y el gasto de las personas que impacta de manera directa en la actividad económica”, afirmó Miazzo.

Esta situación excepcional trae y traerá consecuencias de todo tipo. Entre las económicas se vaticinan caídas de la demanda en general, lo que generará a su vez una menor actividad económica para los sectores exportadores y también disminución de las importaciones. La caída del petróleo también afectará la economía argentina desde el punto de vista de las expectativas e inversiones que estaban previstas en Vaca Muerta. Un tema no menor es que han caído los precios de los productos agropecuarios.

Como puede verse en el informe de FADA “El Campo Argentino en Números”, las exportaciones de productos agroalimentarios y agroindustriales representan 6 de cada 10 dólares que ingresan al país por exportaciones, y podrían descender unos USD 4.000 millones en el año. Sólo en el primer trimestre las exportaciones de carnes disminuyeron más de USD 400 millones.

“El turismo internacional será uno de los sectores más dañados, primero por el cierre de fronteras y luego por los temores que pueden persistir entre la gente, tanto por el contagio como por las experiencias de quienes se quedaron varados”, explicó Miazzo.

Argentina pre cuarentena

La economía nacional antes del Covid-19 ya presentaba serias dificultades: caída del PBI, altos índices de desempleo, aceleración inflacionaria, devaluaciones. En ese contexto, se suma un nivel de deuda que se hace insostenible.

“Hacia fines de 2019 se presentaron algunos indicadores que pueden jugar de manera positiva como punto de partida. Por un lado, un tipo de cambio real competitivo, que sumado a la recesión de 2018 y 2019 generaron un superávit comercial de más de USD 15.000 millones en 2019. Además, prácticamente se logró un equilibrio fiscal primario en 2019 y un déficit financiero menor al de años anteriores, lo que da algo más de margen para aumentar gasto público ante la pandemia. Por último, producto de la política monetaria restrictiva de 2018 y 2019 y la licuación como consecuencia de la inflación, los agregados monetarios llegan a diciembre de 2019 con niveles sustancialmente menores a los de 2015, una economía desmonetizada. Esto da mayor margen para la emisión, pero del otro lado hay una demanda de dinero que venía en picada por la inflación, la devaluación y la desconfianza”, analizó Miazzo.

En este contexto económico del país llegan el coronavirus y la cuarentena, que es lo que está generando mayores efectos económicos al reducir la movilidad y el trabajo y consumo de las personas.

Expectativas a corto, medio y largo plazo

En este sentido, la situación es completamente distinta según los tipos de productos, la posibilidad o no de adaptación al contexto de cuarentena, entre muchos otros factores. A grandes rasgos, podemos dividir entre aquellos que comercializan productos de primera necesidad como las cadenas agroalimentarias, venta de alimentos y productos de almacén, y en el otro extremo, productos como electrónica, autos, cultura, ocio. “En el medio tenemos a varios sectores. Por ejemplo, el comercio minorista, que engloba una gran cantidad de productos, y que en gran parte se encuentra cerrado, aunque muchos han buscado formas para continuar vendiendo online”, expuso Miazzo.

También puede analizarse por el lado del gasto de los hogares, de acuerdo a las ponderaciones que usa INDEC para medir la inflación. “Hay una parte del gasto de los hogares (32,4%) que se ha mantenido o incluso puede haber aumentado: rubros alimentos, bebidas y tabaco. En el otro extremo hay un conjunto de rubros (42,6%) donde el gasto ha caído de manera significativa como prendas de vestir y calzado, equipamiento y mantenimiento del hogar, transporte, cultura y recreación y restaurantes y hoteles. En el medio, hay gastos que son más de suscripción y cuyo consumo no ha caído, pero pueden estar teniendo problemas de pagos, como son vivienda, agua y electricidad, salud, comunicaciones y educación”, analizó el economista.

También se pueden analizar los impactos en términos del mercado de trabajo. “Para redondear algunos números, de 44-45 millones de habitantes, 17 millones están ocupados y 2 millones desocupados. De eso 17 millones, 3,2 son empleados públicos, 6 asalariados formales, 500 mil servicio doméstico formal, 2,4 cuentapropistas y dueños y 5 trabajadores informales. De estos grupos, podríamos colocar en una situación de mayor seguridad a los 3,2 millones de empleados públicos, en una situación algo complicada a los 6 millones de asalariados formales y en una situación de mayor riesgo al grupo conformado por servicio doméstico, cuentapropistas e informales”, expuso Miazzo. Así, el 52% del empleo total está en riesgo alto y otro 31% en riesgo mixto. Al tiempo que la desocupación está más complicada que antes por la disminución de nuevas oportunidades y de cualquier tipo de changas.

En el mediano plazo, suponiendo un levantamiento de la cuarentena, muchos sectores comenzarán a funcionar de manera normal, pero con una demanda retraída por la recesión, pérdida de empleo y pérdida de poder adquisitivo.

La respuesta de política económica ha sido una ampliación del gasto, y por consiguiente del déficit. En marzo los recursos crecieron un 30% respecto a marzo de 2019 y los gastos un 70%, generando un déficit de $124.000 millones, y en marzo aún no se habían dado gran parte de los efectos, en abril y mayo estos números serán peores. En este contexto, la única herramienta que queda para financiar ese hueco es la emisión, que trae consigo una mayor presión a la inflación y al dólar libre.

La política monetaria ha ido por tres vías: emisión, baja de tasas y líneas de crédito forzosas para los bancos. La baja de tasas genera un efecto negativo al ahorro en pesos, disminuyendo aún más la demanda de dinero y metiendo más presión sobre los precios y el dólar. Las líneas forzosas para PYMES, por ejemplo, seguramente son una de las pocas políticas a implementar, pero también podrían generar efectos negativos sobre los balances de los bancos.

Expectativas de las cadenas agroalimentarias

En términos generales, puede esperarse que caigan los precios reales en el mercado interno por la reducción del poder adquisitivo y que caigan los precios internacionales por la caída de demanda y los problemas económicos en el mundo.

Sin embargo, es de esperar que por efecto del tipo de cambio y las políticas de estímulo en el resto del mundo, el empeoramiento del mercado interno sea mayor al del externo.

En este contexto, las exportaciones de las cadenas agroalimentarias y agroindustriales serán centrales. Productos como trigo, soja y maíz están mejor posicionados por una mayor inserción internacional que el resto, aunque maíz ha estado sufriendo mucho por su correlación con el petróleo a causa del etanol. En una posición intermedia están los sectores que exportan entre el 20% y 30% de su producción: estarán afectados por el mercado interno, pero que también tendrán una vía de escape por el externo. Aquí hay un grupo que sufrirá menos por ser bienes de primera necesidad como el arroz y la carne aviar. En el otro extremo está la vitivinicultura, que tiene buena inserción internacional pero que su demanda puede caer. En el medio está la carne bovina que a nivel local es un alimento básico, pero que ante cambios puede ser sustituida por proteínas más baratas.

Por último, hay una diversidad de producciones regionales de frutas y hortalizas. La mayor parte de las hortalizas y parte importante de las frutas, tienen muy baja inserción internacional y estarán afectadas en gran medida por el mercado interno. Aunque en general son alimentos de primera necesidad, por lo que se puede prever o una caída de precios reales o un cambio hacia los productos de menor valor.

Fuente: Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina