Mientras el mundo vive al son del Covid-19, los productores agropecuarios en esta latitud del globo continúan trabajando en las tareas de cosecha. Porque mal que le pese a muchos, el campo no para. Y no para porque no puede. Los ciclos biológicos se cumplen y es importante respetarlos. Más aún en estos momentos -y en este contexto-, cuando muchos países alrededor del planeta necesitan alimentos para subsistir.

Es en esta coyuntura donde la Argentina tiene mucho para aportar. Con una "estructuralidad" exportadora de granos sin igual, quizá sea ésta una oportunidad única en la difícil situación que a todos nos toca vivir.

Es razonable suponer que si las fronteras se van cerrando en diferentes países, aquellos que no son productores de alimentos se sientan amenazados por la falta de estas materias primas. Eso está llevando a muchos gobiernos a acelerar el ritmo de compras.

Quizá aprovechando la coyuntura del "pánico" que se está generando en todos los activos de riesgo, con los actores especulativos en retirada hacia inversiones de cobertura (léase bonos del Tesoro estadounidenses), todavía no se nota una presión alcista en las cotizaciones de los granos. En definitiva hay "pánico". No obstante, ello está ocurriendo.

De la misma forma que naciones como Vietnam, Rusia o Kazajastán están comenzando a "limitar" las exportaciones de algunos granos por miedo a futuros faltantes, en el otro extremo se encuentra China, con stocks de poroto de soja y de harina de soja que se ubican en mínimos históricos.

En el caso de la oleaginosa, cabe destacar, además, que las proyecciones de siembra que efectuó el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos en su primer reporte de área de marzo, donde estimó un incremento de 3 millones de hectáreas para el ciclo 2020/2021 estadounidense -cuesta creer que los precios actuales impulsen semejante incremento-, no son suficientes.

Con este escenario y un clima normal, la relación stock/consumo podría ubicarse levemente por encima del 5% y con una demanda apenas con un crecimiento marginal. Ese guarismo resulta ser uno de los más bajos de la historia.

Aunque no todas son rosas. El maíz, por su parte, no correría con la misma suerte que la oleaginosa. Es que en el forrajero la fuerte caída en los precios del petróleo estaría complicando a la industria del etanol en prácticamente todo el mundo. Y si bien la soja podría tener un escenario parecido con el biodiésel, la producción de etanol en Estados Unidos es mucho más fuerte.

Para colmo, el USDA también pronostica un incremento del área en igual cuantía que la estimada para la soja, solo que en este caso la relación stock/consumo podría elevarse de los 13,4% actuales para superar el 20% (un nivel súper cómodo).

Así las cosas, pareciera lógico esperar un poco en algunos productos (soja) y aprovechar la coyuntura actual en nuestro país para el caso del maíz.

Desde este espacio, y en la coyuntura de la pandemia, me sumo a la recomendación de, por favor, quedate en casa.