Los incendios que, desde julio, están afectando a la selva tropical que comprende la cuenca del río Amazonas pueden tener efectos sobre las lluvias en Argentina. Según datos del INPE (Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil), el aumento de incendios forestales en Brasil es un 83% mayor que el año pasado para el mismo periodo (entre enero y agosto). Al este de Bolivia, según trabajos realizados con satélites, se ha calculado que los brotes de fuego arrasaron con más de 2,1 millones de hectáreas de bosques y pastizales, siendo la región de Santa Cruz la más afectada.

En charla con el equipo de GEA, Aiello explica los factores que hay que tener en cuenta para entender este evento. Aiello explica que el efecto es real y podría impactar sobre el régimen de lluvias de Argentina. También recalca, que “según la cantidad de hectáreas afectadas y del tratamiento que se le dé a este tema, de acá en más, va a depender el clima en buena parte de Sudamérica”.

—José Luis, ¿qué efectos puede traer estos incendios?

—Los efectos más importantes son la disminución de la evapotranspiración, que es la cantidad de agua que del suelo vuelve a la atmósfera por la evaporación y la transpiración vegetal. Por eso estamos hablando de que habrá en juego una menor cantidad de humedad atmosférica, y por eso menores montos de lluvias. La extensión del incendio va a definir el grado del efecto. Esto está sucediendo en la época seca de Brasil, que va de julio a noviembre.

—¿Qué zonas pueden verse afectadas?

—Estamos hablando de un factor que actúa a gran escala y que es importante para Sudamérica. El efecto de disminución de lluvias por menor transporte de humedad puede afectar en el periodo que va de julio a noviembre al sur de Brasil, Paraguay Bolivia, Uruguay, y al norte y centro de Argentina.

—Entonces, ¿afectaría a la definición de la campaña triguera y la siembra de la gruesa en Argentina?

—De continuar la magnitud de estos eventos, podrían afectar el transporte de humedad, lo cual sería negativo para el desarrollo de la campaña fina de Argentina. Podrían así generarse algunos pulsos secos o menores lluvias en los meses donde el trigo más necesita agua, o cuando se siembra el maíz y la soja en Argentina.

—¿Por qué podría suceder esto?

—La explicación está en que en Argentina, en los meses de julio a noviembre, los mecanismos de formación de lluvias dependen de los ingresos de humedad junto a circulaciones dinámicas de la atmósfera. El ingreso de humedad en esa época se basa en la que proviene del Atlántico por viento del este o por el anticiclón permanente, en la aportada por los efectos del Pacifico Ecuatorial Central (NIÑO/NIÑA). Y la otra fuente de humedad es la que proviene del norte, donde actúa el efecto del Amazonas.

—¿La mayor amenaza para Argentina está en las lluvias que van de julio a noviembre?

—Tiene que quedar claro, la amenaza es real. El viento norte en ese periodo, y sobre todo a partir de mediados de septiembre que es cuando más influencia tiene la circulación del Amazonas, puede transportar menos humedad según la extensión que terminen teniendo los incendios. El efecto del que estuvimos charlando puede terminar provocando algunos pulsos que no necesariamente provoquen sequía sino lluvias de menor intensidad.

—José Luis, ¿este efecto del que hablamos podría también sentirse en los cultivos de verano?

—La cosecha gruesa es otra historia, porque a partir de noviembre los flujos de humedad del norte, los que provienen de Brasil, ya son más dependientes del Pacífico Ecuatorial Central. Y los indicadores del Pacífico son aceptables hasta ahora. Al presente estamos en una situación de un Niño de baja intensidad, un escenario aceptable. También hay que ver cómo funcionan los flujos de humedad del Atlántico, ya sea por vientos del este o sea por el anticiclón permanente. Hay que estar atentos a esto porque podría colaborar en que arriben al país lluvias a fin de setiembre.