El cierre de listas mostró la degradación de la política argentina. Impera lo que se llama la rosca y las traiciones, en tanto que poco interesa la formación de los candidatos. Una mezcla de oportunismo, superficialidad y marketing parecen haber sido los ingredientes fundamentales a la hora de armar las listas de Cambiemos. En cambio, el kirchnerismo mostró más consistencia. Puso en la lista a gente que ideológicamente es muy compacta que apunta de reemplazar la democracia liberal con división de poderes, derechos individuales e iniciativa privada por un modelo autocrático. Basta ver al primer candidato a diputado por CABA, Pino Solanas, un defensor del modelo chavista, o Victoria Donda, que también pertenece a la lista del kirchnerismo, que oportunamente estuvo con Chávez y nunca condenó abiertamente la represión del régimen venezolano violando los derechos humanos de los hermanos venezolanos. Al mismo tiempo, las listas están bien pobladas de gente de La Campora, una secta de fanáticos que tampoco tiene interés que existe un límite al poder del gobierno, más bien aplauden un modelo de poder absoluto al estilo de las antiguas monarquías o de Maduro.

Podríamos decir que mientras el kirchnerismo tiene un fuerte contenido ideológico de tendencia autoritaria, Cambiemos es amorfo ideológicamente y no se saben muy bien para dónde quiere ir con la política económica.

En el medio hay gente que cree que es preferible darle una oportunidad más a Cambiemos, para ver si en un segundo mandato endereza la política económica y tiene un gran temor a la vuelta del kirchnerismo por los sonados casos de corrupción y abuso del poder y, del otro lado, hay todo un grupo de la población que cree que si vuelve el kirchnerismo podrá volver la fiesta de consumo de la era k. Obviamente hay un tercer sector que se cansó de los errores de Cambiemos y tampoco quiere de nuevo al kirchnerismo, este es el sector que va a definir la elección, una nueva oportunidad a Cambiemos o pretender volver a la fiesta de consumo artificial del kirchnerismo.

El tema es que cualquier economista medianamente informado sabe que si gana el kirchnerismo no hay posibilidad de fiesta de consumo salvo que se declare un default de la deuda para dejar de pagar los intereses y esa plata usarla para tratar de estimular el consumo. Lo cierto es que cuando Cristina Fernández llegó a la presidencia en 2007 el gasto público consolidado era del 32,6% del PBI en tanto que ahora está en 46% del PBI. Son U$S 85.000 millones más que va a tener que financiar de gasto público. Ella llevó el gasto público consolidado a ese nivel y Cambiemos no lo bajo gran cosa.

La presión tributaria consolidada en 2007 era del 33% del PBI y en estos momentos araña el 42% del PBI y había infraestructura para consumir no financiando su mantenimiento para sostener el consumo artificial. Eso hoy no está y regalar el gas para que con esa plata la gente pague la cuota del celular, del televisor o del auto, ya no es tan viable.

El empleo público provincial creció un 70% en promedio entre 2003 y 2017, con provincias que lo incrementaron el 154% como Jujuy o el 32% como Formosa, esta última porque seguramente ya no quedaba más gente para incorporar a la burocracia estatal.

Probablemente el gobierno logre llegar a las elecciones sin que el tipo de cambio se dispare, aunque no deben descartarse turbulencias en el mercado de cambios más cerca de las elecciones. Con los dólares que tienen que ingresar por la venta de granos, lo que tiene el gobierno para vender del FMI y algo de las reservas que tiene el BCRA, aun suponiendo que no quedase un centavo en los bancos de depósitos del sector privado a plazo fijo en pesos, habría suficiente divisas para evitar que el tipo de cambio, transitoriamente, no llegue a niveles estratosféricos. Sí sabemos que hoy el tipo de cambio está frenado artificialmente en base a enormes tasas de interés que paga el BCRA y por el apoyo externo que recibió el gobierno. Ni el aumento del endeudamiento es para siempre, ni estas tasas de interés son pagables.

Por otro lado, al congelarse nuevamente las tarifas de los servicios públicos hasta fin de año, luego de las elecciones habrá que tomar decisiones importantes sobre el tema LELIQs y tasas de interés, tipo de cambio pisado con tasas y deuda y con las tarifas de los servicios públicos. Si a eso le agregamos todos los problemas estructurales que no fueron encarados en estos cuatro años heredados del kirchnerismo más el nuevo stock de deuda para financiar el gradualismo, cae de maduro que esa deuda habrá que refinanciarla, el escenario no es muy alentador.

Pero la composición del Congreso no es menor. Suponiendo que gana Juntos por el Cambio y que el kirchnerismo hace una buena elección en la primera vuelta polarizando el voto, la composición del Congreso va a quedar de tal manera que, aún ganando Macri, habrá serios problemas para pasar por el legislativo, leyes claves como la reforma laboral y la del sistema previsional como mínimo.

Y lo peor es que no se ven grandes espadas legislativas del actual oficialismo como para defender esas reformas. El primer candidato a diputado nacional por CABA tiene como gran mérito haber impulsado que en la ciudad de Buenos Aires no se usen las pajitas de plástico y el kirchnerismo tiene como primer candidato a diputado por CABA a Pino Solanas, el hombre de los 35 asesores.

Francamente nunca vi un panorama tan desolador en la calidad de los candidatos que se presentan a nivel legislativo. ¡Qué lejos que ha quedado la Cámara de Diputados de la Nación en calidad de legisladores como los que hubo a principios del siglo XX, con discursos que tenían el nivel de cátedra! Con esta calidad de legisladores vamos a tener que enfrentar una de las situaciones económicas más críticas de la historia económica argentina, lo cual marca el grado de irresponsabilidad de la dirigencia política acostumbrada a rosquear y poco preparada para enfrentar el desafío de sacar a la Argentina de esta continua decadencia.

Fuente: Economía para Todos