La principal necesidad suplida por la agricultura fue la alimentación. Es así como, tras un largo proceso de domesticación de muchas especies, se fue sistematizando el proceso productivo agrícola generando las reglas no escritas de lo que era un proceso agrícola: obtener la semilla u órgano vegetativo que permitiera la generación de nuevas plantas y sembrarlas o plantarlas en un entorno en el cual el ser humano le daba todas las ventajas a ésta para que creciera. Entre estas ventajas propiciadas por el humano se encuentra el riego, el desmalezado, el control de insectos y patógenos y el abonamiento. Una vez que la planta cumple su ciclo se cosecha la parte que de las plantas proporcionará alimento, bien sea la raíz, el tallo, la hoja, la flor, el fruto o la semilla (véase Clasificación de Cultivos). Así ha sido durante miles de años la agricultura, y conceptualmente así será en el futuro inmediato. Lo que ha cambiado es el control que se tiene sobre cada una de estas actividades, pero la esencia sigue siendo la misma.

Es indiscutible que la semilla es el insumo agrícola de mayor importancia en el proceso productivo. Sin la semilla, el proceso simplemente no se da, mientras que con semilla y ausencia de cualquier otro insumo el proceso se da, muy probablemente de manera poco eficiente y con bajos niveles productivos, pero se da. Como semilla se entiende todo órgano o parte de este que permita la multiplicación de una especie vegetal. La evolución de la agricultura ha permitido visualizar la vital importancia de la semilla, lo cual ha ocasionado el surgimiento de subprocesos dentro del proceso productivo orientados exclusivamente a la generación de semilla de calidad. En los inicios de la agricultura, y hasta nuestros días en una gran cantidad de unidades de producción, la semilla es simplemente un lote de producto proveniente de la separación física que se hace de una parte del producto cosechado, es decir, la semilla no es producida en un proceso exclusivo para su obtención. Esta es una forma de producir semilla que se adapta muy bien a procesos agrícolas a pequeña escala, en los que el producto alimenticio generado por las plantas provenientes de la semilla sembrada tiene como uso el autoconsumo de la familia o la comunidad dedicada a dicho proceso; la poca productividad (definiendo como productividad la cantidad de producto agrícola generado por unidad de superficie) esperada de una semilla de poca calidad no es una limitante en esta situación ya que la producción generalmente es suficiente para el autoconsumo. Países con predominio de poblaciones rurales pueden orientar sus políticas de producción de semilla hacia el fortalecimiento de la obtención de semilla en esta vía; sin embargo, países con predominio de poblaciones urbanas no tienen la posibilidad racional de seguir esta aproximación en la definición de sus políticas para la producción de semillas y agricultura en general, ya que requieren de procesos sumamente eficientes en los cuales se generen grandes excedentes de producto agrícola que puedan llegar hasta los centros urbanos, es decir, se requiere de procesos agrícolas más tecnificados que puedan coexistir con procesos agrícolas menos tecnificados. En la agricultura más tecnificada, la semilla que se usa proviene de todo un proceso sistematizado diseñado y ejecutado con el único objetivo de obtener semilla de calidad. Esta sistematización del proceso de obtención de semilla puede ser vista como la integración de dos subprocesos: el mejoramiento genético de plantas y la multiplicación de semillas, con un proceso asociado a éste último que es el acondicionamiento de semilla. Esta integración permitirá la obtención de una semilla con calidad genética, fisiológica, sanitaria y física que será la primera garantía de éxito del proceso productivo para el productor del agro. Se indica que es una primera garantía porque no es la única: una semilla de calidad no garantiza por sí sola el éxito del proceso agrícola, es necesario tener sobre la siembra los cuidados requeridos que permitan controlar todos los factores predecibles que influyen sobre el proceso. En relación a los tipos de calidad mencionados, estos son definidos como:

1.Calidad genética: es el indicador que considera el potencial genético de las plantas para lograr un objetivo determinado (máximos rendimientos, resistencia o tolerancia, calidad), así como la uniformidad genética de la población. Es medida en base a uniformidad y resultados de ensayos.
2.Calidad sanitaria: es el indicador que privilegia la ausencia absoluta o parcial en un lote de semilla de estructuras reproductivas que puedan generar una población importante de insectos plaga, nematodos o microorganismos patógenos que afecten al embrión de la semilla. Es medida por observaciones directas e indirectas.
3.Calidad fisiológica: es el indicador que considera el buen estado del embrión en la semilla. Es medido principalmente por porcentaje de germinación.
4.Calidad física: es el indicador que considera la pureza del lote de semilla. Es medida como la fracción resultante del peso de la semilla entre el peso de todo lo contenido en el envase en que se tiene a la semilla. Esta fracción no siempre es del 100%, ya que dependiendo del proceso de producción de la semilla, en el envase pueden colarse pequeñas fragmentos de rocas, suelo y tejidos vegetales.

Considerando que la producción de semillas es la integración de las fases de mejoramiento genético y multiplicación, se hace necesario conceptualizar ambos. El mejoramiento genético es el proceso que parte de una población genéticamente variable, y mediante la selección según criterios previamente definidos (rendimiento, o resistencia a estrés biótico o abiótico, o calidad), se va cambiando la estructura genética de la población original, hasta lograr una población uniforme con atributos deseados en la(s) característica(s) que definieron los criterios de selección; a esta población se le denomina cultivar(que puede ser un clon, un cultivar homocigoto, una multilínea, un híbrido, una variedad de polinización abierta o un sintético). De forma muy general se puede indicar que la obtención del cultivar se puede lograr luego de aproximadamente ocho ciclos de selección (esto no es un regla, es simplemente una observación general para estimar la cantidad de tiempo que puede requerir su obtención). Una vez logrado el cultivar, representado por una pequeña cantidad de semilla genética, es necesario obtener grandes cantidades de ésta para poder ofrecerlas al sector productivo. Es de esta manera que la obtención de la semilla genética es el hito que representa la finalización del mejoramiento genético, y la generación del insumo requerido para iniciar la fase de multiplicación de semilla. Dependiendo de las legislaciones en semilla de los diferentes países, se puede pasar directamente de la fase de mejoramiento genético a la multiplicación de semilla, o hace falta una fase intermedia en la cual alguna instancia evalúa el potencial genético del cultivar para dar o no la elegibilidad del nuevo cultivar. Esta decisión depende del desempeño que tenga el cultivar en evaluaciones de campo, muchas veces compitiendo con otros cultivares. La multiplicación de semillas es una fase en la cual se debe garantizar que toda semilla que se obtenga a partir de la semilla genética, sea exactamente igual a ésta. La obtención de grandes cantidades de semilla no se pueden lograr en un solo ciclo de siembra si se considera que la cantidad de semilla genética es muy baja, pocos gramos o kilogramos (dependiendo de la especie). Es por esto que la multiplicación se logra en varios ciclos. En el primer ciclo se siembra la semilla genética para obtener semilla básica o de fundación, en un segundo ciclo se siembra la semilla básica o de fundación para obtener semilla registrada, y en un tercer ciclo se siembra la semilla registrada para cosechar semilla certificada. En todas estas siembras tiene que haber un adecuado aislamiento (bien sea espacial o temporal) que evite la llegada de polen no deseado. Adicionalmente es necesario recorrer los campos de siembra con la finalidad de identificar plantas fuera de tipo, las cuales deben ser eliminadas. Este proceso de supervisión tanto de las condiciones de los terrenos de siembra en cuanto a su idoneidad y su aislamiento, así como la supervisión de los lotes de siembra para evaluar presencia de malezas, plagas, enfermedades y plantas fuera de tipo, es lo que se conoce como certificación de semillas, el cual adicionalmente se basa en análisis de laboratorio de los lotes de semilla cosechados. En muchos países la certificación de semillas es un proceso efectuado por instancias gubernamentales. Un subproceso crítico, que puede arruinar años de trabajo tanto de mejoramiento genético como de multiplicación, es el acondicionamiento de semillas. Toda semilla cosechada en campo, bien sea básica, registrada o certificada, tiene que ser acondicionada. El acondicionamiento de semillas es el conjunto de operaciones posteriores a la cosecha al que se somete un lote de semillas con el fin de maximizar la cantidad de semilla pura con el más alto grado de vigor y germinación. Este acondicionamiento tiene las premisas de obtener un máximo porcentaje de semilla pura con una mínima pérdida y manteniendo su calidad. Las operaciones a que hace referencia el acondicionamiento de semilla son la recepción, la prelimpieza, el secado, la limpieza, la clasificación, el tratamiento (generalmente químico), el envasado y finalmente el almacenamiento.

La importancia estratégica de la semilla en la agricultura, como elemento que permite la primera garantía de éxito en el proceso productivo, debe propiciar que la producción agrícola se apoye en el sector científico-tecnológico para generar, obtener y usar semilla nacional con todos los atributos de calidad. En un contexto de soberanía alimentaria, ésta se representa no solo por la producción nacional, sino por la generación en el país de los insumos requeridos para ello, entre los cuales se incluye la semilla. Desde el punto de vista técnico, es mucho más probable conseguir una semilla que se adapte a las condiciones de producción de cierto entorno si ésta fue seleccionada en ese mismo entorno. Importar semilla con grandes cualidades agronómicas probadas en otras zonas geográficas, obtenida por empresas de gran renombre internacional, no da ninguna garantía que en el entorno de algún productor tendrá el mismo comportamiento. Importar semilla es desconfiar del sector científico-tecnológico nacional y es solucionar una situación coyuntural, pero simplemente saber que la situación estructural nunca será cambiada. La única forma de cambiar el problema estructural de falta de semilla en un país, es fortalecer la producción de semilla nacional, considerando tanto la fase de mejoramiento genético como la fase de multiplicación de semilla. Intentar hacer programas de semilla con la ausencia de alguna de estas fases es simplemente fracasar en el intento.