“Los jóvenes no tienen esperanza en el café. No los podemos arraigar”, afirma el presidente del comisariado ejidal de San Vicente de Jesús, Jesús Martínez.

La superficie cafetalera es la mitad de la que había en el ciclo 1992-93.

El nivel más bajo fue en 2015-16 por efecto de la roya.

La producción del café en Guerrero ha tenido una caída drástica en los últimos 25 años. Disminuyó 87 por ciento: de 380 mil quintales en la cosecha 1992-93 a 50 mil en la actual, 2018-19. Pero el número de cafeticultores no tiene la misma tendencia, se ha mantenido en los últimos 15 años, de acuerdo con cifras oficiales.

Los cafeticultores registrados en 2002-2003 fueron 21 mil y en 2018-2019 son 21 mil 500. La mayoría son personas mayores de 60 años.

Las plagas y enfermedades como la roya, la falta de apoyo de los gobiernos neoliberales para renovar los cafetales y mejorar la producción y los precios bajos del café a consecuencia del libre mercado son las principales causas de la caída en la producción, señalan cafeticultores entrevistados.

Los datos oficiales muestran una tendencia sostenida a la baja. En el periodo 1992-1993 –el primero del que se tiene un registro confiable– se cosecharon 380 mil quintales (el quintal tiene 46 kilos) en todo el estado. Bajó a 130 mil en 2002-2003, luego a 84 mil en 2012-2013 y a 25 mil en 2015-2016, la cifra más baja de la que se tiene registro, cuando quedó reducida a sólo 6.5 por ciento respecto al primer periodo considerado.

En 2015-2016 la enfermedad de la roya, causada por un hongo, acabó con casi toda la producción de café en Guerrero. Aunque esta enfermedad siempre ha existido, las condiciones meteorológicas producidas por la tormenta Manuel en septiembre de 2013 propiciaron el crecimiento de este hongo.

Fue consultado vía telefónica Sabás Aburto Espinobarros, suplente en funciones de la asociación civil Sistema Producto Café en Guerrero, tras la muerte del titular Evodio Argüello de León. Esta organización impulsa al café en toda su cadena de producción. Aburto Espinobarros señala que la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), ahora con el nuevo gobierno Secretaría de Desarrollo Rural, (Sader), no estuvo preparada para el problema que venía de Centroamérica y cuando llegó aquí “nos golpea duro”.

Agregó que posteriormente se introdujeron nuevas variedades de café más resistentes a la roya, hecho que se refleja en un mejor resultado en este último periodo de producción.

Las cifras muestran un repunte, al subir a 32 mil quintales en 2016-2017, 40 mil en el siguiente periodo y 50 mil en 2018-2019. Pero aun este buen resultado, es sólo 13 por ciento de la producción de hace 25 años.

En entrevista en Atoyac, Arturo García Jiménez, presidente de la Red de Agricultores Sustentables Autogestivos, a la que pertenecen 28 grupos de trabajo y cooperativas para impulsar modelos de desarrollo que generen mejores ingresos a los campesinos, dice que el Plan Integral de Atención al Café (PIAC), respuesta gubernamental ante la crisis causada por la roya, no cumplió ni con el 10 por ciento de la meta que se había propuesto.

Señaló que el apoyo no fue suficiente porque al principio se había dicho que se iba a apoyar con una hectárea por productor, en la que se siembran alrededor de 3 mil 300 plantas, pero el apoyo fue sólo con mil 500 plantas, y además llegaban tarde, “ya cuando la lluvia se iba”.

También se iba a apoyar con fertilizante, hasta tres paquetes con valor de 5 mil pesos cado uno, pero realmente sólo se dio uno.

La superficie cultivada es la mitad que hace 25 años

La baja producción de café medida en quintales se refleja en la superficie cultivada. En 1992-1993 el número de hectáreas plantadas con café fueron 51 mil, luego disminuyó a 36 mil en 2002-2003, a 25 mil en 2012-2013, bajó aún más hasta las 15 mil en 2015-2016, sube a 20 mil en el siguiente periodo, a 22 mil 500 para el siguiente y llega a las 25 mil hectáreas cultivadas con café en 2018-2019. Esto significa que hubo una reducción de 51 por ciento en los últimos 25 años.

Se estima que en promedio cada cafeticultor en Atoyac tiene de 3 a 4 hectáreas mientras que en la región Costa Chica-Montaña poco más de una hectárea.

Arturo García adjudica la caída de la producción también a la falta de apoyo gubernamental, la cual es imprescindible para la reactivación del café.

Explica que el gobierno federal apoyaba a los productores mediante el Instituto Mexicano del Café (Inmecafé), empresa paraestatal que dio asistencia técnica y apoyo a la producción y comercialización. Con la política neoliberal de Carlos Salinas de Gortari se decretó la desaparición de este organismo en 1989 y los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón apoyaron ala empresa trasnacional la Nestlé. Con Peña Nieto sólo se logró un apoyo de 2 mil 300 pesos por productor.

Un tercer factor que influye en la baja producción de café es la caída del precio internacional.

Sabás Aburto, también vocero de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC), organización que surgió en la región cafetalera de la Costa Chica-Montaña, explica que la desaparición del Inmecafé se da en el contexto del rompimiento de las cláusulas de la Organización Internacional del Café (OIC).

Con las reglas de la OIC los países productores y compradores acordaban anualmente los volúmenes de compra y venta del café y una banda de precios que rondaba entre los 120 y 140 dólares por quintal. Estados Unidos presionó para romper con esas cláusulas.

Ahora “estamos en el periodo del libre mercado” en el que el precio se decide en la bolsa de valores de Nueva York y actualmente está entre 94 y 96 dólares por quintal mientras que al cafeticultor le cuesta 150 dólares en promedio producir un quintal.

El número de productores no baja, pero no entran jóvenes

A pesar de la crisis, el número de cafeticultores en Guerrero es el mismo desde hace 15 años, de acuerdo con datos oficiales.

En 1992-1993 eran 10 mil, en 2002-2003 la cifra llegó a 21 mil productores, bajó a 13 mil en la crisis de la roya en 2015-2016 y en 2018-2019 subió a 21 mil 500. Alrededor de la mitad son mujeres.

Se estima que el 60 por ciento se encuentra en Atoyac y es sobre todo gente mayor a 60 años. Se dice que hay un problema de relevo generacional.

El presidente del comisariado ejidal de San Vicente de Jesús, Jesús Martínez, dice que “los jóvenes no tienen esperanza en el café. No los podemos arraigar” para que se conviertan en cafeticultores. Indica que “los que somos caficultores somos gente de edad, somos los que tenemos el hábito que nos dejaron nuestros antepasados, de seguir con una cuestión ahora sí religiosa.”

Lucio Mesino, presidente de la cooperativa Cafeticultores de la Costa Grande de Guerrero, indica que “los que un tiempo nos dedicamos al café ya estamos de bajada. Yo desde que pude trabajar me dedico al café, desde chico. Seguimos resistiendo para no perder la tradición del café. En mi caso soy el único de mi familia. Si yo ya no hago nada en los últimos años que me quedan, los que vienen detrás de mí ya no van a querer. Está muy dura la crisis”.

Sabás Aburto Espinobarros señala que en la región de la Costa Chica-Montaña también se vive el problema del relevo generacional pero no tan grave como en la Costa Grande.

Explica que el café llegó a esa zona del estado, según le contó un señor de Iliatenco, porque algunos jóvenes que fueron a trabajar a la zona serrana de Atoyac se llevaron unas semillas hace algunas décadas. Actualmente los municipios de San Luis Acatlán, Malinaltepec y Metlatónoc son los principales productores en esa región.

Al principio la diferencia entre las dos regiones era enorme. Existe un cálculo de 30 mil quintales producidos en la Costa Chica-Montaña en la década de 1980 frente a 300 mil en Costa Grande.

Esas regiones se fueron emparejando poco a poco. En la Costa Grande tenían otras opciones para obtener ingresos y también les dejaron de apoyar con recursos. En la Costa Chica estaban “más esclavizados” al café porque era el producto que les dejaba más dinero en comparación con el plátano o la piña. Por eso no dejaron de renovar sus huertas en comparación con la Costa Grande.

Hace 15 años la Costa Chica pasó a producir entre 60 mil y 70 mil quintales mientras que la Costa Grande bajó a 80 mil quintales.
Ante la actual crisis del café, la gente ya no vive del ingreso de éste y sí del comercio, de las remesas que envían sus familiares que emigran a Estados Unidos, de programas de apoyo gubernamental y de su economía de traspatio.

El café ha dejado de ser la fuente principal de sustento de muchos productores, afirma el dirigente.

Muchos cambiaron a la apicultura pero también tienen problemas porque no han podido vender su cosecha y ya viene la otra. En general, la gente ha diversificado sus fuentes de ingresos.

A pesar de esto, Aburto Espinobarros dice que la gente todavía siembre café porque sirve de autoempleo además de que “es el cultivo más noble. Uno se puede ir a Estados Unidos y el pobre café está ahí esperando. Es el que más aguanta a pesar de los suelos poco fértiles porque aguantan en la sombra que es la forma en la que se siembra.”

No ha cumplido el gobierno de López Obrador compromisos con los cafeticultores de Atoyac

El programa de apoyo al café del gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador no cumple las expectativas de los cafeticultores de Atoyac.

Dicen que no se ve reflejada la política de Estado con la que se comprometió en su Proyecto Alternativo de Nación y por eso le hacen un llamado para que atienda el problema del café que se vive en la región, en el que el financiamiento sea un componente esencial.

En entrevista con El Sur en Atoyac, productores de café de ese municipio señalaron que el gobierno federal que encabeza López Obrador no ha cumplido con la promesa de establecer una política de Estado para rescatar al café.

El presidente de la Red Agricultores Sustentables Autogestivos (RASA), Arturo García Jiménez, organización que promueve nuevo modelos de desarrollo para los campesinos de la Costa Grande, informó que las organizaciones relacionadas con el café le informaron al entonces presidente electo López Obrador la gravedad del problema de la producción del café en el país y lograron que en el Proyecto Alternativo de Nación 2018-2024 fuera incluido.

En el apartado sobre el café de dicho proyecto se señala que la “cafeticultura mexicana atraviesa la peor crisis de su historia. México se ha convertido en importador neto de café. La producción se ha desplomado a 2.2 millones de sacos en 2015-2016, en comparación con los 4.5 millones de sacos de los ciclos previos y con relación a los 6.2 millones de sacos producidos en el ciclo 1999-2000.” Resultado, señala, “del abandono gubernamental y la falta de una política cafetalera de Estado.”

Además “el sector cafetalero tiene una importancia estratégica para el país en lo económico, social, ambiental y en materia de seguridad nacional. Se produce el aromático en 10 estados, por 500 mil pequeños productores, en su gran mayoría minifundistas indígenas de más de 20 diferentes grupos, se produce café arábiga bajo sombra en zonas de montaña con gran importancia para la protección de las cuencas hidrológicas y la biodiversidad.

La totalidad de las zonas cafetaleras se encuentran en condiciones de marginación y pobreza, y recientemente han sido receptoras de migrantes mexicanos repatriados y de migrantes centroamericanos. Todo esto configura una situación en extremo crítica.”

Es por eso que se establece como objetivo “una política de Estado para el sector cafetalero mexicano que valorice y potencie su enorme contribución económica, social, ambiental y de seguridad nacional, que revierta y supere su actual crisis y posicione su ventaja competitiva como país productor de café arábiga lavado y de cafés de especialidad”.

El proyecto anuncia medidas como “renovación de cafetales con plantas resistentes a la roya; controlar la calidad de las importaciones a fin de impedir la entrada de cafés de mala calidad y de contrabando, principalmente de Honduras; contar con un padrón confiable de productores de café; establecer un sistema de compensación para los productores de café bajo sombra por sus beneficios ambientales; establecer un plan de fomento y ordenamiento de la cafeticultura a largo plazo; crear una nueva institución pública para la producción, fomento y coordinación de la cafeticultura mexicana, con amplia participación de los sectores productivos del país”.

Las nuevas reglas, en lo esencial lo mismo

Recientemente se publicaron las reglas de operación del subcomponente de apoyo al café del programa federal de apoyo a la agricultura, en el que sobresale el apoyo para cada productor para adquirir hasta mil plantas de café y por cada una de ellas recibirá un peso. Además recibirá fertilizante e insumos por una cantidad de hasta 5 mil pesos.

Lo bueno, señaló el técnico en cafeticultura Alberto Nájera, es que este apoyo es superior a las 500 plantas que establecía el programa en el gobierno de Enrique Peña Nieto. Lo malo es que los productores que recibieron plantas en los últimos 3 años no podrán recibir en este periodo. Estimó que al 80 por ciento de los cafeticultores en Atoyac les va a afectar esa restricción.

“Va a haber mucho problema porque hubo gente que ya recibió plantas y no tiene ninguna planta sembrada”, intervino Lucio Mesino, presidente de Cafeticultores de la Costa Grande de Guerrero. Explicó que algunos productores venden las plantas que reciben.

Miguel Llanes Rosales, presidente de la Coordinadora Regional de Comisariados de la Costa Grande, abundó que “algunos productores no hacen su labor precisamente por la economía que estamos atravesando. No producimos más de lo que verdaderamente podemos”.

“En lo esencial es igual”, dice Alberto Nájera del actual programa federal. “La estrategia que ha utilizado Sagarpa (Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, ahora Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, Sader) estaba mal enfocada y parece que ahora se está maquillando. Incluso el director de fomento a la agricultura es el mismo”, cuyo nombre es Santiago Argüello.

Además del apoyo para adquirir plantas, los cafeticultores necesitan un plan de financiamiento a largo plazo, el cual no se ve reflejado en el programa actual de fomento al café.

Expertos en el tema estiman que la renovación de una hectárea de café, es decir, de cambiar de planta vieja a nueva, cuesta entre 35 y 50 mil pesos. Una planta nueva puede durar hasta 25 años. Sin embargo cada año se debe dar mantenimiento con fertilizante e insumos que en total cuestan por hectárea entre 10 y 15 mil pesos. Además se tiene que dar un rejuvenecimiento (poda) cada 5 años que cuesta entre 15 y 20 mil pesos.

Ante esto el financiamiento federal es fundamental para la producción pero actualmente es caro por los altos intereses que cobra. Además, indicó Alberto Nájera, es inaccesible porque se piden garantías como escrituras que la mayoría de los cafeticultores no tienen. También resulta inadecuado porque se empieza a cobrar intereses desde el primer año, pero el café empieza a producir a partir del tercero.

Es así, dijo Alberto Nájera, que se ha propuesto que “por lo menos en los dos primeros años se le apoye, es decir, que se les den esos dos años de gracia, que no les cobren los intereses.” Y a partir de este último que el financiamiento sea combinado con subsidio para que el gobierno no sólo dé subsidio. Para eso se necesita seleccionar a los productores, explicó.

Ante la crisis del café, Arturo García Jiménez señaló que todos los comisariados ejidales cafetales de la Costa Grande se han organizado. Hacen un llamado al gobierno federal para que atienda la problemática del café “por cada región y que el componente del financiamiento sea esencial.”

El Cecafé no cumple con sus funciones

En cuanto a la estructura estatal enfocada en el café, los productores de Atoyac señalaron que no sirve, y piden al gobierno que cambie al coordinador del Consejo Estatal del Café (Cecafé), Erasto Cano Olivera.

Arturo García señaló que el Cecafé “no sirve”. Dicho organismo debería de organizar a los productores, elaborar proyectos, tener un control de las enfermedades del café, dar asistencia técnica y financiamiento, pero no lo hace. Es por eso que se ha buscado una reunión con el titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Rural (Sagadegro), Juan José Castro Justo, pero no se ha concretado.

Mencionó que las organizaciones sociales pudieron gestionar para que en este año el Congreso local presupuestara 10 millones para el café, de los cuales 6 millones se van a ir a la burocracia del Cecafé y “creemos que debe ser menos”.

Esa burocracia, dijo Jesús Martínez, es de 17 personas que son contadores e ingenieros que “nada más esperan el día de quincena para cobrar. Es un aparto que no sirve para nada. El coordinador Erasto Cano nunca está, nunca lo vemos.” Indicó que ese funcionario llegó cuando era gobernador Ángel Aguirre y lleva 8 años, “parece de base.”

Alberto Nájera, especifica que los estatutos del Cecafé dictan que el coordinador debe de cambiarse cada 3 años y “ya se pasó ese tiempo.”

Deja la crisis del café en Atoyac pobreza, emigración, robo, extorsión y tala de bosques

La baja producción del café en Atoyac ha aumentado la pobreza en la sierra de ese municipio, señalaron cafeticultores de esa región.

Es una tradición que ya no es redituable, y ha aumentado la emigración de los jóvenes, el robo, extorsión y la tala de árboles, que puede provocar una crisis ambiental.

El presidente de la organización Cafeticultores de la Costa Grande de Guerrero, Lucio Mesino, indicó que “mientras no haya una política del gobierno para reactivar la cafiticultura no se va a solucionar”.

El presidente del comisariado ejidal de San Vicente de Jesús, Jesús Martínez, dijo que “el café es ya como una tradición pero no es redituable. Ahora tenemos que fumigar 7 u 8 veces por la roya” lo que significa una inversión de cuatro peones por hectárea.

Aunado a eso, está el bajo precio del café, “aquí los acaparadores lo compran como quieren”. Es, calificó, “una crisis cafetalera. Por eso hay mucha migración. Por eso se van muchos a Filo Mayor como peones para el cultivo de amapola”.

Miguel Llanes Rosales, presidente de la Coordinadora Regional de Comisariados de la Costa Grande, expuso que ha aumentado la tala de árboles. Dijo que “hay otro tipo de gente que se mete y está talando como en el ejido de San Vicente, sacaron camiones de árboles de pino, que no debemos de permitir. El gobierno estatal y federal no ponen atención a eso. Nosotros no podemos parar esa situación porque buscas represalias y hasta te matan.”

Eleazar García, viverista, mencionó el aumento de la tala de árboles y dijo que el gobierno está detrás de la deforestación, “los agricultores también talan pero el gobierno más. La comunidad de San Vicente de Benítez hizo una gran tala, nuestro río antes era un río ahora es un arroyo y después una corriente porque se tumbaron muchos árboles a lado del río, donde nace.”

El presidente de la Red de Agricultores Sustentables Autogestivos, Arturo García Jiménez, organización que promueve modelos de desarrollo para mejorar los ingresos de los campesinos de la Costa Grande, dijo que esa región sirve como “amortiguador ambiental. Si la gente empieza hacer un cambio de uso del suelo, siembre pastizales, va a haber un impacto ambiental fuerte.”

Agregó que “hay saqueo de madera, saqueo de animales, pericos, ardillas. Porque no hay nada. Los que se iban de peones a la siembra de amapola, ya no tienen mucho qué hacer.”

También mencionó que “tenemos conflictos en esta sierra, hay como 12 o 15 grupos armados que se dicen autodefensas o policías ciudadanas pero que son brazos armados de narcos y eso ha generado un conflicto fuerte. La violencia ya llegó aquí. La caída del precio de la amapola hace que esos grupos se pasen a otros negocios, al secuestro, roban carros, extorsión”.

Contextualizó que todos los productores del café “están en las zonas más marginadas, zonas indígenas, zonas donde nace la guerrilla zapatista, Oaxaca, Huasteca, Sierra de Guerrero, donde hay mucho conflicto. Son un espacio que ocupan un millón de hectáreas que si se deforestan, pues imagínate, toda la crisis ambiental que se genera.”

Isidro Hernández, presidente del comisariado ejidal de El Cucuyachi, señaló que llevan alrededor de 8 años de plaga, entre la broca y la roya. “En este año empezó a parir las plantas y ya les cayó la roya. La roya sigue. Incluso con las plantas nuevas. La tierra ya está con la enfermedad. No hay dinero para invertir en las fumigaciones.”