Simón Bolívar el Padre de la Patria, decía que “El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los errores”. En el caso de nuestra agricultura entre las más duras verdades que “el que manda debe oír”, es que la política agrícola que es parte de la económica es un total fracaso. No solo medido por la escasez, desabastecimiento y carestía de los alimentos de la producción nacional, sino también porque en vez de estimular al agro y los agricultores, los acaba.

Sobre el fracaso agrícola gubernamental que a nadie alegra pues es también el del país que sufre las consecuencias, una primerísima responsabilidad tienen los ministros del ramo. Escogidos la más de las veces sin experiencia exitosa comprobada en agricultura, para completar no tienen mayor vinculación ni son conocidos de aquellos del oficio - los agricultores. Al respecto si la intención es gobernar bien, debería escogerse el ministro de Agricultura entre los mejores y más calificados del ramo. Nada nuevo en la historia desde que Sócrates preguntó: ¿Cuáles son los mejores labradores?, y Glaucón le respondió”: “Sin duda aquellos que más entienden de agricultura”.

De manera que de ministros “agrícolas” que no conocen el campo y que el campo no los conoce, el país cree haber tenido suficientes. Como perfectos desconocedores y desconocidos del agro, generar y menos ganar confianza entre los agricultores le es cuesta arriba. De hecho ninguno en 19 años de “revolución” lo logró. De ser así, no habría la debacle agrícola actual. Por el contrario como ejecutores de las políticas de terror agrario, controles cambiario y de precios, y agricultura “de puertos”, acabaron con los productores y la producción.

De cómo y cuándo “corregir los males que producen los errores”, exige que “el que manda” hoy o mañana, nombre entre “aquellos que más entienden de agricultura”, un agroministro a la medida del reto. Uno que logre el apoyo y confianza de los productores, para liderar cómo si fuese una cruzada, la reconstrucción agrícola del país y salvarnos del hambre. En ello la suma de voluntades y capacidades, la constancia y determinación al éxito, permitirán alcanzar el ansiado desarrollo agrícola en no menos de una década.