El mayor cultivo de exportación argentino sigue generando oportunidades de negocios y su inserción en distintas aéreas productivas e industriales parece no tener techo. Desde la elaboración de galletas o alimentos balanceados para animales, hasta la fabricación de adhesivos, velas o lubricantes, la industria sigue descubriendo distintos usos para la soja, que poco a poco va ganando mayor lugar en reemplazo de derivados del petróleo, más caros y menos amigables con el ambiente.

Aunque en el país existe una base sólida de empresas que desarrollan productos derivados de la soja, la posibilidad de agregar valor y trabajo a partir de la oleaginosa está lejos de haber alcanzado su potencial. ¿Qué es lo que le falta a Argentina para explotar al máximo las posibilidades que brinda el cultivo? Los argumentos que se imponen son un mayor impulso y fomento productivo por parte del Estado que vaya más allá de opciones crediticias; que los privados dejen atrás perfiles conservadores y tomen más riesgos; y una conexión más fluida entre los centros de investigación y la industria.

"Me parece que uno de los principales puntos que hoy está faltando para hacer más masiva la innovación y la aplicación de valor agregado en derivados de soja es que los trabajos científicos sean más específicos y puedan aterrizar en temas que cualquier empresa los pueda detectar como nichos de negocios interesantes", analiza Miguel Calvo, ex presidente de ACSOJA. A su parecer, la capacidad tecnológica se encuentra en pleno funcionamiento, como por ejemplo el INTI de Mar del Plata u otros centros tecnológicos, pero todavía se requieren mejores canales de diálogo y puentes con la parte privada, sobre todo con las pymes, para generar interés en el desarrollo de productos y crear una sinergia constructiva.

El esquema de negocios ideal que propone Calvo, y en el que las pequeñas y medianas empresas deberían desempeñar un rol fundamental, es similar al de la industria automotriz, que se basa principalmente en los autopartistas. "Hay que generar un flujo en el cual cada empresa se convierta en una industria partista de la otra, integrándose y complementándose para crear virtuosismo en la cadena cinemática de la producción", explica. En ese sentido, la soja es muy generosa con un amplio espectro de usos y una gran diversidad de aplicaciones que pueden ser aprovechadas tanto por grandes multinacionales, como por pymes y hasta pequeños emprendimientos familiares.

Grandes compañías como Ford ya han experimentado las ventajas de sustituir los respaldos de los asientos y apoya cabezas de sus automóviles con espuma derivada del poliol de soja (que también se usa en zapatillas). Mientras que la industria farmacéutica y cosmetológica utiliza un excedente residual en la fabricación de biocombustibles llamado glicerina farmacopea para la elaboración de sus productos (antibióticos, cremas humectantes). Sin embargo, hay toda una cantera de productos que a las grandes compañías, por las enormes escalas y números macros que maneja, no le son atractivos dado su grado de especialización en la demanda. Y allí es donde a las medianas empresas se les abre todo un escenario de oportunidades.

Fabricación de celofán, adhesivos, tintas, lubricantes, pinturas epóxicas y las denominadas bolsas comestibles saborizadas por un lado. O la elaboración de alimentos balanceados para animales (incluidos peces), conservantes, filtros para cigarrillos y aditivos para productos horneados, son algunas de las actividades donde las pymes han logrado hacer pie. Pero todavía existe un amplio campo de desarrollos que no salieron a la luz, ya sea porque los estudios experimentales no llegaron aún a una conclusión exitosa o porque las investigaciones no tuvieron un resultado económico contundente. Y allí es donde se requiere cierta cuota de audacia para apostar por proyectos que en primera instancia no resultan atractivos, pero pueden encontrar su nicho en el mercado.

"Los empresarios deben estar convencidos que la innovación y el cambio permanente pueden ser sinónimos de posibilidades de negocios", aconseja el ex presidente de Acsoja. Para ello también se necesita del financiamiento necesario y una política estatal que apoye y dé estímulo a este tipo de emprendimientos. Calvo pone como ejemplo el camino iniciado desde hace muchos años por Estados Unidos con reglamentaciones que van en ese sentido. Por un lado, existen leyes de uso preferencial, a partir de las cuales los organismos oficiales tienen la obligación de privilegiar en sus licitaciones aquellas empresas que contengan productos de característica renovable (ya sea soja o maíz). O también la implementación de un programa de "check-off", donde los productores de soja deben abonar una pequeña tasa que finalmente se destina a programas de investigación y fomento productivo de derivados de la soja.