En diciembre de 2015 el nuevo gobierno nacional levantó el cepo cambiario y dejó que el tipo de cambio se unificara (en un valor similar al que venía exhibiendo el dólar paralelo), así como también eliminó el derecho de exportación de 15% que regía sobre la carne vacuna. Con esto, entre enero-julio de 2015 y enero-julio de 2016 la competitividad de la carne argentina medida en dólares norteamericanos mejoró alrededor de 30%. Fue una mejora muy importante. Por un lado, la cotización en pesos del dólar subió 83,7% (suba de la cotización + eliminación del derecho de exportación) y, por el otro, el nivel general de precios al consumidor aumentó 39,8%.

Sin embargo, esta mejora resultó muy moderada en comparación con el gran deterioro que tuvo la competitividad en los años previos. Por ello, al contrastar la situación vigente en 2016 con la observada en 2010, surge que la carne argentina todavía acumula una significativa reducción de su competitividad en dólares norteamericanos. Y, peor aún, Argentina es el país que mayor retroceso tuvo en la materia, en comparación con los principales competidores en materia de producción de carne vacuna.

En los últimos seis años (2016 vs. 2010) Argentina tuvo una muy importante caída de su tipo de cambio real (medido en dólares norteamericanos). La cotización en pesos del dólar subió 334,9% en este período, pero el índice de precios al consumidor (IPC) ‘bien medido’ aumentó 390,2%. En consecuencia, el tipo de cambio real disminuyó 18,2%.

Uruguay y Nueva Zelanda, dos importantes países exportadores de carne vacuna, también vieron caer su tipo de cambio real (medido en dólares) entre 2010 y 2016. Pero, en estos dos casos, la baja fue mucho más moderada, lo cual mantuvo a sus producciones en una situación mejor que la nuestra. En el primer caso, el descenso fue de 12,8% (con una mejora de 2,4% entre enero-julio de 2015 y 2016) y en el segundo caso, fue de 10,8% (-0,8% en el último año).

Y a la inversa, en Brasil y Australia, principales exportadores a nivel mundial de carne vacuna, en seis años el tipo de cambio real aumentó 27,9% y 1,7%, respectivamente (aún considerando el deterioro que tuvieron en lo que va del corriente año, que fue de 1,8% en Brasil y de 1,4% en Australia).

Por lo tanto, y aún ponderando positivamente los cambios introducidos por el gobierno nacional, nuestro bife aún se encuentra en una posición inferior con respecto a la carne producida en los principales países competidores. En los últimos seis años la pérdida relativa fue de 6,2% con Uruguay, de 8,3% con Nueva Zelanda, de 19,6% con Australia y de 36,1% con Brasil.

Adicionalmente, cuando se corrige el tipo de cambio real sectorial por la evolución del precio promedio de exportación de la carne vacuna, surge que:

1. En el último año la mejora para la carne argentina desciende a 27,4% (desde casi 30% señalado más arriba), debido a que el precio promedio de exportación se contrajo 2,0%
2. En los últimos seis años, a pesar de la mejora acumulada de 11,3% del precio promedio de exportación, el sector argentino siguió enfrentando una pérdida de competitividad de 7,4%.

Y cuando se calcula el ratio entre el precio de exportación de la carne vacuna (ya sin derecho de exportación) y el precio de la hacienda en gancho en dólares, se observa que entre diciembre de 2015 y agosto de 2016 la mejora registrada fue de apenas 1,8% (la cual llega a ser de -33,1% (sic) si comparamos con el pico de febrero de 2016, cuando el precio de la hacienda en dólares tocó un mínimo y el valor promedio de la carne exportada un máximo de los últimos meses).

En función de lo expuesto, es claro que para lograr que los frigoríficos exportadores puedan volver a competir en el mundo se requiere que el tipo de cambio efectivo verifique una mejora adicional.

Y existen mecanismos para lograrlo, tales como la reinstauración de los reintegros a las exportaciones que estuvieron vigentes para el sector cárnico hasta noviembre de 2005, cuando la anterior administración nacional comenzó a aplicar una política antiganadera y antiexportadora de carne vacuna.

Además, se debe tener en cuenta que existen en la actualidad problemas adicionales, tales como:

a. Aumento de la producción de todas las carnes que, a corto plazo. generarán una sobreoferta que sólo podrá canalizarse en el mercado de exportación,
b. Un mercado interno abastecido con más de 100 Kg de proteína animal por hab/año,
c. Demanda interna deprimida (caída del poder adquisitivo), y
d. Una enorme informalidad en el mercado interno.

Este último punto nos obliga a una digresión: el cierre de pseudo–cooperativas, que son las mayores responsables de la informalidad, implicaría la pérdida de unos 2.500 puestos de trabajo que serían reabsorbidos por la industria del sector exportador, dado que es un sector con demanda intensiva de mano de obra.

Si no se encuentran a corto plazo solución al aumento de las exportaciones de carne se producirá un efecto inverso al que han generado las expectativas que generó el reciente cambio de Gobierno, y se verá reflejado en la caída del precio del ganado y en el retroceso de la tan esperada recuperación del stock ganadero nacional.