Un país sin gas y sin electricidad, y sin posibilidades ya de seguir importando monumentales cantidades de energía. El déficit fiscal es intolerable, tal como está, para cualquier Estado serio. Gran parte de ese déficit se alimentaba (y se alimenta) con la compra de energía al exterior para que un sector de la sociedad argentina viva en un paraíso artificial, donde algunas cosas son gratis. Al final, el kirchnerismo creó un país de castas. Franjas de la sociedad (las que viven en la Capital y el conurbano, sobre todo) pagaban casi nada por el gas y la electricidad, mientras los argentinos que habitan en el resto del país se resignaron a abonar tarifas energéticas mucho más altas.

Conviene empezar por el último desacierto del Gobierno, porque de alguna manera explica la saga de equívocos. Sólo anteayer el Gobierno dejó de anunciar que le pediría a la Corte Suprema un recurso de per saltum. Sin embargo, el per saltum murió mucho antes, el lunes 4 de julio, cuando una Cámara Federal de Córdoba suspendió los aumentos de las tarifas de gas en toda esa provincia. Tres días después, el 7 de julio, la Cámara Federal de La Plata suspendió los aumentos de gas en todo el país. El per saltum es un recurso por el que la Corte Suprema toma una decisión de un juez de primera instancia y decide pasar por encima de la segunda instancia, que son las cámaras. La actual Corte Suprema no aplicó nunca el per saltum mientras no estuvo reglamentado por una ley. La ley la hizo Cristina Kirchner y la Corte usó el per saltum una sola vez, cuando estaba en discusión la reforma judicial y se avecinaban elecciones nacionales en las que se elegirían por el voto popular los miembros del Consejo de la Magistratura. La Corte declaró inconstitucional esa reforma. El per saltum se justifica sólo en circunstancias en las que están en juego graves cuestiones institucionales.

Las resoluciones de las cámaras de Córdoba y La Plata (sobre todo la de ésta, porque extendió la suspensión a todo el país) eliminó cualquier instancia intermedia para llegar a la Corte Suprema. La próxima instancia ahora es la Corte. ¿Por qué, entonces, un per saltum? No se necesitaba de ningún per saltum. El Gobierno sólo debía apelar los fallos de las cámaras, como ayer lo hizo con el de La Plata. Mientras tanto, entre el jueves y el viernes últimos hubo una intensa presión de funcionarios oficiales a los jueces de la Corte para que aceptaran un per saltum, que ya había muerto como recurso. De hecho, el Poder Ejecutivo presentó un pedido de per saltum a la Corte después del pronunciamiento de la Cámara Federal de Córdoba. Los jueces de la Corte estaban ayer perceptiblemente molestos. "Nunca el gobierno de Macri usó las formas de Cristina, pero la presión incluyó una dosis alta de inexperiencia o ignorancia", dijo uno de ellos. Sólo el lunes el procurador general del Tesoro, Carlos Balbín, comunicó a cada uno de los cuatro miembros de la Corte que el Gobierno había entendido que no le quedaba otro remedio que la apelación de las resoluciones de las cámaras. Balbín es un funcionario que cuenta con el respeto profesional de los jueces de la Corte.

El Gobierno eligió un camino riesgoso cuando decidió modificar las resoluciones suspendidas por la Justicia en lugar de anularlas y crear una nueva con los últimos anuncios. Está modificando resoluciones suspendidas y, por lo tanto, podrían seguir suspendidas aun con las modificaciones. Funcionarios de la administración se mostraron seguros de que la Cámara Federal de La Plata aceptaría el recurso de apelación con carácter suspensivo; es decir, suspendería su propia resolución hasta que se expida la Corte Suprema. Pero ¿qué sucedería si la Cámara rechazara la apelación y obligara al Gobierno a recurrir en queja a la Corte? ¿No era más seguro anular las anteriores resoluciones y escribir una nueva, que no hubiera pasado por la Justicia? Sea como fuere, lo cierto es que el problema de las tarifas no lo resolverá la Justicia. "Al fin y al cabo, es un problema que debe solucionar el Gobierno", apuntó ayer un miembro de la Corte Suprema. En ese sentido, fue positivo que la administración se adelantara a cualquier nueva resolución de la Justicia y anunciara un nuevo sistema de aumentos tarifarios.

Es el tercer anuncio del Gobierno sobre aumentos de tarifas de servicios públicos, el último anula siempre al penúltimo. Cada anuncio es un precio político que el Presidente debe pagar para comprar lo mismo, el sinceramiento de las tarifas energéticas. Se trata, quizás, de la decisión política de Macri con más repercusiones sociales. El primer descuido del Gobierno es no haber hecho, junto con los anuncios de los aumentos, un balance cabal y realista del sistema energético que heredó. Es cierto, como señalan algunos funcionarios, que la sociedad era consciente de que no estaba pagando nada por esos servicios. Pero una cosa es aceptar que estaba viviendo gratis y otra es el tamaño de los aumentos. Macri ya debe administrar una crisis cuya profundidad no está en la percepción social; esa circunstancia fija un serio límite a sus decisiones políticas.

El primer error fue no haber distinguido entre las distintas regiones del país. El invierno no es el mismo para las provincias del norte, para las del centro o para las del sur del país. Ese desconocimiento promovió la primera rebelión de gobernadores del Sur. Tampoco debieron ser una referencia los consumos del año pasado, porque el invierno es mucho más crudo durante este año que durante el año pasado. Esos errores en las primeras implementaciones fueron los que provocaron las posteriores rectificaciones. El resultado es que el Gobierno vuelve una y otra vez al problema que creyó resuelto y superado. Un desgaste inútil.

Las críticas dentro y fuera del Gobierno se centran en el ministro de Energía, Juan José Aranguren, pero esas objeciones sólo son válidas para la implementación de la política. Es el propio Mauricio Macri el que promueve un cambio cultural de los argentinos en el consumo de energía. Lo decía antes de llegar a la jefatura del Estado. El Presidente que les habló a los argentinos que andan por sus casas "en remeras o en patas" en pleno invierno es el Macri auténtico. Podrá gustar o no la forma, pero es el mismo presidente que ordenó en pleno verano que el aire acondicionado de su despacho en la Casa de Gobierno estuviera en 24 grados, jamás por debajo de esa temperatura. Macri se rebeló especialmente cuando se enteró de que los sectores más altos de la sociedad (sus votantes más seguros) consumen 20 veces más energía que las franjas más pobres. A aquellos sectores les habló, no a los pobres. En síntesis, Aranguren sólo aplica la política que inspira a Macri, no es Aranguren el que inspira a Macri, aunque el ministro coincida plenamente con el Presidente.

La saga de confusiones envalentonó a los adversarios del Gobierno, sobre todo a los que más beneficio le sacan a la oportunidad. El ejemplo paradigmático es, sin duda, Sergio Massa, que pasó de un oportuno y silencioso segundo plano (cuando se ventilaban los dólares de José López o los negocios de Julio De Vido) a una oportuna cadena nacional como la que virtualmente protagonizó el lunes en los canales de noticias para criticar a Macri por los aumentos de las tarifas. En primer lugar, Massa debería hacer una autocrítica sobre la situación energética. Él fue jefe de Gabinete de Cristina Kirchner durante 2008 y 2009, cuando ya estaba vigente el sistema de subsidios al consumo de energía que terminó por quebrar el sistema. En segundo lugar, no puede pedirle responsablemente a Macri que suspenda los aumentos tarifarios, porque retrotraer las cosas a la situación previa a la llegada del actual presidente podría condenar a los argentinos a vivir sin gas y sin luz. Massa, que es un político dependiente de las encuestas, le pegó también donde más le duele a Macri: dijo que no se debe gobernar con la lógica de los empresarios, que es precisamente la crítica que algunos sectores sociales le hacen al Presidente. Su estrategia es puramente electoral, como lo es cada vez que opina o que calla. Por eso, Massa es a veces un aliado inevitable del Gobierno, nunca un socio confiable.