Es lo que sienten operadores y asesores de diferentes candidatos presidenciales, sorprendidos de que, a tan poco tiempo de los comicios del 25 de octubre, ni Daniel Scioli ni Mauricio Macri hayan podido transformarse en lo que de ellos se esperaba tras las primarias abiertas de agosto, y de que Sergio Massa haya virtualmente bloqueado la elección al resistirse a perder votos. Lo cierto es que, hasta hoy, ni el principal postulante de Cambiemos se ha convertido en el indiscutido líder de la oposición ni el gobernador bonaerense ha logrado llegar a los oídos de los votantes independientes con una música más seductora.

La dinámica del llamado voto útil, que tradicionalmente favorece a los dos candidatos que tendrían mayores probabilidades de ganar -Scioli y Macri, en los papeles, según el resultado de las PASO-, no se ha registrado hasta ahora. Nadie descarta que se pueda producir en los últimos 15 días previos a las elecciones. Sólo que Massa pretende colarse en esa discusión y hacer valer que el voto útil debería ir hacia él, en función de que, según sus encuestas, tendría más potencial que Macri para imponerse a Scioli en una eventual segunda vuelta.

En el macrismo, en cambio, están convencidos de que el voto útil se activará para el candidato de Cambiemos, en virtud de que salió segundo en las PASO, esto es, en una elección real y no en una encuesta.

Más allá de los argumentos de macristas y massistas para persuadir al electorado sobre cuál de los dos candidatos está mejor ubicado que el otro, las esperanzas de ambos descansan en una hipótesis más que arriesgada: que Scioli no alcanzará el 40% de los sufragios, porcentaje que, junto a una diferencia superior a diez puntos sobre el segundo, lo colocaría en la Casa Rosada sin necesidad de asistir a un ballottage.

Es cierto que los tradicionales hits musicales del candidato del Frente para la Victoria no invitan a danzar a quienes no son habitués de la pista de baile oficialista. Es que Scioli nunca se decidió a marcar diferencias sustanciales con el gobierno cristinista para cosechar adhesiones fuera de su partido. Cuenta, sin embargo, con una ventaja: hallándose a tan poca distancia del mágico 40%, podría relojear las encuestas hasta la semana previa a las elecciones y dar a último momento un giro, si fuera necesario para asegurarse el triunfo.

En la oposición, apuestan a que el 38,6% de Scioli en las PASO puede ser un piso electoral, pero también un techo, como insiste Carlos Reutemann. Y también confían en que Aníbal Fernández será para Scioli una mochila que traccionará su intención de voto hacia abajo. La cuestión es cuánto.

A Macri, algunos inspirados observadores como Jorge Asís le cuestionan que ha contenido al antikirchnerismo antiperonista, pero que no ha tenido suficiente capacidad para seducir al peronismo antikirchnerista. Su presencia junto a los sindicalistas Hugo Moyano y Gerónimo Venegas y al ex presidente Eduardo Duhalde, ayer, en la inauguración del primer monumento a Perón de la ciudad de Buenos Aires, parece exhibir al jefe de gobierno porteño en una incómoda pirueta para captar apoyos en la ancha franja peronista.

Las últimas dos semanas darán lugar a jugadas desesperadas y no siempre ejecutadas con prolijidad. Como las que se viven en el tiempo de descuento de un partido de fútbol donde el equipo que va perdiendo por un gol de diferencia es capaz de mandar a su arquero a cabecear un córner al área rival.