Lo dijo el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en su discurso ante el Congreso en agosto de 2015, mientras presentaba su Plan de Energía Limpia como parte de la agenda de cambio climático de los Estados Unidos. Y lo sostiene el mundo, a través de diferentes iniciativas que se han ido presentado para enfrentar esta problemática.

Primero fue el Papa, con su encíclica "verde", Laudato si, de junio de 2015, y sus recientes discursos ante el Capitolio y las Naciones Unidas. Luego fueron los países que participaron de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la última semana de septiembre de 2015, en la ciudad de Nueva York, donde se aprobaron los nuevos objetivos de desarrollo sustentable, con eje central en la lucha contra el cambio climático. Y finalmente estamos todos atentos a la COP 21 de París en diciembre de este año, donde se marcará una nueva agenda internacional para encarar urgentemente este conflicto que nos afecta a todos.

Entendamos bien que los impactos del cambio climático no son selectivos. No afecta a algunos y no a otros, es un problema que amenaza a toda la humanidad, independientemente de su raza, religión, ubicación geográfica, poder económico y político. Todos estamos en el mismo bote. Hoy el planeta es el arca de Noé y se está hundiendo.

Digo esto porque el cambio climático nos afecta a todos y a todo, y trataré brevemente de explicar cómo funciona.

El clima abarca los valores estadísticos sobre los elementos (temperatura, precipitaciones, nubosidad, etc.) del tiempo atmosférico en una región durante períodos prolongados. Cuando la tendencia histórica de esos elementos se modifica estamos ante un cambio climático. Este cambio se debe a causas naturales y, en los últimos siglos, también a la acción del hombre a través principalmente de la contaminación, la urbanización y la deforestación.

El cambio climático causado por el hombre se expresa a través del problema del calentamiento global. Históricamente se registra un cierto paralelismo entre el aumento de las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) y de metano (CH4), y el ascenso de la temperatura. El clima a lo largo de la historia del planeta ha cambiado muchas veces, pero la preocupación surge porque estas variaciones se han intensificado desde la Revolución Industrial; aumentó la concentración de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera (GEI) por encima de los niveles históricos. Como resultado, la temperatura terrestre se elevó entre 0,4 y 0,8ºC en el último siglo. Y este aumento de la temperatura explica que los patrones de precipitación estén cambiando, el nivel del mar aumente, los glaciares retrocedan, el hielo del océano Ártico se esté haciendo más delgado, la pérdida de biodiversidad se acelere, la sequía aumente, la reaparición de pandemias escale y la incidencia de eventos extremos de clima se esté incrementando en distintas regiones del mundo.

Como consecuencia de ello tenemos una clara amenaza de perder nuestra vida. Con las sequías e inundaciones se pierden cultivos, propiedades, empleos y por supuesto que vidas también. Con la aparición de nuevas enfermedades, algunas que reaparecen como el ébola, perdemos también recursos y vidas. Con la pérdida de biodiversidad perdemos materias primas y servicios ambientales que son necesarios para sostener la vida como la conocemos hoy.

Por lo tanto, esto ha dejado de ser ciencia ficción para convertirse en una necesidad real y urgente. Los científicos ya no discuten si el cambio climático se debe a una cuestión natural o forzada por el hombre. Las evidencias son claras: el actual impacto del hombre sobre el planeta es la única causa que provoca la aceleración del cambio climático y, por ende, sus consecuencias. Es este mismo hombre el que tiene hoy entre sus manos también la solución. Y parafraseando a Obama, "somos la primera generación que está sintiendo los efectos concretos de la amenaza que representa el cambio climático en el planeta y la última capaz de resolverlo".

No hay más espacio para discursos que apelan a trabajar por las "generaciones futuras". Ya pasaron 30 años desde la publicación del informe Brundlant, que define el concepto de "generaciones futuras". Las generaciones futuras somos nosotros y tenemos que actuar ya. Para ello necesitamos líderes capaces de asumir el rol protagónico que ya asumieron el papa Francisco y Barack Obama, para luchar contra este flagelo que nos afecta a todos.

Presidente y fundador de la Fundación Vida Silvestre Argentina