Es paradójico que en tiempos donde la innovación tecnológica admite observar
notables cambios en la forma de producir leche sigamos apreciando en los tambos
las mismas guacheras de los últimos treinta años y la misma precariedad a la
hora de la asistencia de los partos. Terneros amarrados a estacas con "capitas"
confeccionadas con bolsas, no son una imagen de un sistema moderno ni aceptable
para los cánones de bienestar animal de los países más avanzados. Ni hablar en
época de temporales cuando quedan tiesos junto con el personal ante la
inclemencia climática.
Como contrapartida no son pocos los tambos que se han lanzado en adoptar las
últimas tecnologías disponibles para mejorar productividad y eficiencia. Así se
pueden apreciar mixers que cuentan con balanza y conexión online, extensas
pistas de alimentación, galpones para albergar vacas, celdas para almacenar
alimentos, salas con equipos para un ordeñe inteligente, sistemas de
identificación electrónica con dispositivos para medir actividad ruminal o
detectar celos entre otros eventos. Pero de guacheras poco.
Es cierto que los tiempos no están para invertir en instalaciones decentes pero cabe detenerse un momento para tomar conciencia del impacto de su implementación en esta área tan estratégica para el futuro del rodeo. Sea colectiva o individual, la guachera no representa una inversión imposible hablando de una instalación para albergar terneros durante esos 60 días claves y una mínima estructura para el parto que permitan realizar un buen trabajo del personal y que permitan tener agua caliente, el freezer para el calostro, las drogas necesarias para la atención al parto entre otras. Se trata de no convertir a la ternera en un animal condenado a muerte o en un sobreviviente con secuelas que condicionarán su vida productiva.
Por Alejandro Sammartino


