Una de las principales restricciones que enfrenta la Presidenta es la falta de dólares, necesarios para pagar una serie de compromisos: las importaciones de combustibles y energía, de bienes y de insumos; el pago de deudas y financiar el ahorro en moneda extranjera; las remesas de utilidades y pagos de derechos, y el turismo.

El Gobierno impuso restricciones con notable impericia y por eso sufrió faltantes hasta de tampones, puso en crisis la industria automotriz y periódicamente aparecen carencias de instrumentos para la salud como jeringas y sondas, y últimamente, también alimentos especiales que usan quienes no pueden comer por sí, como tristemente le ocurrió a Gustavo Cerati desde el ACV que sufrió hasta su deceso.

En el equipo económico hay una generalizada inexperiencia tanto en el sector público como en el privado. Como dicen los empresarios que han visto varios procesos parecidos, lo primero que hay que hacer al colocar una restricción es armar la lista de excepciones. Para un gobierno es muy dañino quedarse sin productos cotidianos, como los tampones, o que escaseen medicamentos sencillos, como el paracetamol o incluso drogas oncológicas.

Pero es muy probable que en los próximos meses del otoño y del invierno no haya tanta estrechez de divisas. El salvavidas es la soja y la cosecha que ya está en marcha. "Los chacareros no van poder retener y venderán, porque tienen que cubrir los gastos de siembra y cosecha, hechos con deuda", dicen en el sector. Calculan que eso mantendrá un flujo razonable de divisas al menos hasta agosto próximo y permitirá al oficialismo hacer campaña diciendo que vencieron una "corrida desestabilizadora", que lograron "un tipo de cambio de equilibrio" y que gracias a los operativos policiales vencieron a los "especuladores". La propaganda habitual.

El problema comenzará, calculan en el sector agropecuario, cuando los chacareros hayan pagado las deudas. Calculan que sólo venderán lo necesario para solventar el día a día. Y lo demás lo acopiarán. Eso, creen, ocurrirá a partir de agosto.

Como el Gobierno siempre se adelanta a pedirles a los grandes exportadores que anticipen las divisas que ingresarán en los próximos meses, prevén que los telefonazos comenzarán en junio. En agosto, las ventas caerán más todavía, porque los chacareros, que casi no van a sembrar trigo, no necesitarán financiar esos gastos.

Si fueran a sembrar trigo y quisieran retener la soja ante un gobierno que se va, y mientras descuentan que el que venga deberá devaluar, se encontrarán con que el Banco Nación les cerrará el grifo de los préstamos.

Pero es difícil que pase. El Gobierno se encargó de que en el país, increíblemente, no sea negocio producir trigo. Un récord más para el Guinness. El primero fue hacer que no sea negocio el ganado vacuno.

Pareciera que será más fácil pasar el invierno que la primavera. Sobre quienes tengan acceso a dólares estará la presión de un gobierno que se va, pero aún tiene capacidad de daño, y la del que asome como reemplazante, que no tendrá capacidad de daño, pero sí posibilidad de venganza.

Algunos tratan de aprovechar la volada y arrancarle concesiones a la Presidenta, a la que imaginan debilitada y acosada. No son empresarios, sino algún sindicalista de los que hasta hace poco fueron sus más sumisos y disciplinados seguidores.

Los que no se avergonzaron de respaldar la falsificación de las estadísticas y arrasar el Indec. Hasta prestaron tropa y suscribieron propaganda ofensiva.

Ahora quieren cobrar por los servicios y arrasar con una conquista laboral: la libre elección de la obra social. Quieren quitar derechos y libertades a sus afiliados, quedarse con un monopolio que ruinosa y vergonzosamente usufructuaron hasta hace menos de 20 años.

Quieren, de nuevo, afiliados que no tengan derecho a irse cuando los atienden mal o desatienden. Que deban ir al hospital público a pesar de contribuir al sistema que ellos llaman "solidario". No soportan que un afiliado tenga derecho a buscar algo mejor cuando ellos deciden empeorar las prestaciones y usar el dinero para otra cosa. Con representantes así, que buscan esclavizarlos, los trabajadores no necesitan enemigos.