Cuando el tipo de cambio se dispara- pese a lo que digan las autoridades en sentido contrario- la realidad es que todos los bienes comercializables con el exterior, sean exportables o importables, suben de valor en el mercado interno en forma directa.
De modo indirecto, el fenómeno afecta al nivel general de precios, es decir, acentúa la tasa de inflación.
¿Es esto bueno para los granos? Depende.
Si la inflación corre a la par de esta devaluación, el efecto es neutro, pero con una consecuencia negativa: descalabra los precios relativos; es decir, la relación entre los diferentes precios de las diferentes cosas.
Si por el contrario la inflación camina muy por detrás de la devaluación, todos los agentes de la cadena granaria se benefician, pero especialmente lo hacen aquellos que operan en la intermediación y comercialización.
El problema que presenta tal cuadro, resulta grave para el productor que debe pagar los insumos al final de la campaña, obviamente dolarizados. Como vemos, percibir el beneficio y el perjuicio no es sencillo en este entramado.
Así las cosas, enfrentamos un cuadro pleno de incertidumbres con distintos tipos de cambio: tenemos el comercial, por el que se rigen los valores de los granos y derivados (previa aplicación de los derechos de exportación), y además, el que surge de los títulos públicos, a través de la ANSES.
Pero acá no termina la cosa. A estos tipos de cambio hay que agregar el que surge del “dólar AFIP”, destinado al ahorro en esta moneda, con un adicional del 20%; el dólar Tarjeta, con castigo del 35% y finalmente, el tradicional dólar “Blue”.
En síntesis: en rigor de verdad, ya rige un mercado cambiario claramente desdoblado, pese a la negación oficial. En este mundo de pirueta, el productor queda desorientado. Resulta lógico, entonces, que tienda a mantener en sus manos su mercadería.
Transitando este complejo y oscuro camino- y en tanto no se implemente un plan económico global- las sorpresas serán continuas.



