El kirchnerismo parece decidido a profundizar la distancia que lo separa de tres funcionarios y dirigentes políticos a los que ve como potenciales adversarios de la Presidenta, si es que logra reformar la Constitución Nacional para introducir la cláusula de la re reelección.
Mauricio Macri, Daniel Scioli y José Manuel de la Sota tienen de que preocuparse, pero los tres, a su manera, están en soledad.
La histórica huelga de los subtes le demostró al jefe de gobierno porteño hasta donde está dispuesta a avanzar Cristina Kirchner contra su persona, sin importar los costos que deba pagar.
El paro de los metrodelegados, al igual que el conflicto docente en la provincia de Buenos Aires, fue un llamado de atención para la presidenta, que parece haber sufrido un daño mayor que el de Macri o Scioli, lo que la obligó a dar marcha atrás en lo más alto del conflicto.
En Capital Federal, los metrodelegados de buena llegada con la Casa Rosada fueron llamados a negociar y a bajar el paro, y en provincia, apareció la ayuda económica adicional que primero se le había negado a Scioli.
Pero en los dos casos, las cuestiones de fondo no están resueltas. Ni el traspaso de los subtes ni los problemas de caja del gobierno bonaerense.
Una vez despejado del horizonte el conflicto gremial de los subtes, aparece el escenario judicial para dirimir el diferendo entre Macri y CFK por los subtes, pero el gobierno porteño sabe que tendrá, por lo menos en algunos dirigentes de los metrodelegados, un brazo ejecutor de la estrategia kirchnerista para trasladarle la culpa por el deficiente estado ese servicio público.
Sin embargo, hay otros escenarios de conflicto entre la Ciudad y la Nación.
Los hospitales porteños es uno de ellos, pero también está la recolección y tratamiento de la basura y una prioridad para todos, como es la seguridad.
La presencia de los policías en las calles, los hospitales, los subtes, las cercanías de las escuelas y los edificios públicos.
Pero hay un tema que obsesiona al gobierno porteño y es el futuro del Banco Ciudad, por el proyecto que pronto será convertido en ley, por el cual el kirchnerismo le quita los depósitos judiciales para pasarlos al Banco Nación.
En su derrotero, Macri no tiene aliados de peso fuera del PRO y su brazo peronista.
Lo busca entre los radicales, pero el partido de Yrigoyen y Alem está inmerso en lo que más le gusta, la interna de la interna, y no tiene en claro que camino seguirá en el proceso electoral que se abrirá el próximo año.
Además, solo una minoría de los dirigentes de primera línea se mostraría a favor de un pacto con Macri.
Scioli, en tanto, no la tiene sencilla y sabe que solo está en un impasse, que su vice Gabriel Mariotto y los legisladores provinciales de La Cámpora están a la vuelta de la esquina y que cumplirán cada misión que les encomiende Cristina para marcarle límites.
La renuncia de la Directora de Escuela, Silvina Gvirtz, fue toda una señal. Se fue luego de oponerse al ajuste que dispuso Scioli en varios sectores, entre ellos, la Educación. Pero antes se reunió con Mariotto y Luis DElía.
Lo cierto es que esto es solo un ítem en una larga lista de situaciones que Scioli debe enfrentar.
El cuestionamiento a su política de Seguridad y a la gestión del ministro Ricardo Casal es quizás una de los más conflictivos.
Prueba de esto son las frecuentes declaraciones de Mariotto y sus reuniones con intendentes, sobre todo aquellos que cuestionan al gobernador, para coordinar una política de seguridad en los municipios.
Pero Scioli cree, a diferencia de Macri, que las balas no lo penetran y ordenó a los suyos no confrontar para que CFK siga cargando con el mayor costo ante la sociedad.
El gobernador no esperar demasiado de la presidenta para sanear las finanzas de la provincia y así pagar sin problemas el otro medio aguinaldo a los empleados públicos y los últimos sueldos del año.
Tampoco debe esperar demasiado José Manuel de la Sota. Su relación ciclotímica con los Kirchner siempre le dio más disgustos que beneficios.
El cordobés decidió pisar el acelerador en un camino que había empezado a transitar su antecesor, Juan Schiaretti. Y es recurrir a la justicia para lograr que el gobierno central le pague las deudas que tiene con la provincia, sobre todo en materia previsional.
El camino de la Corte Suprema de Justicia fue el elegido por De la Sota, aunque, para ello, debió lograr que la legislatura, con el apoyo de la oposición, abandonara el pacto fiscal que la provincia firmó en 1992 para no seguir dándole a la Nación el 15 % de la coparticipación.
Ahora espera la audiencia de conciliación que dispuso la Corte para septiembre, aunque sabe que el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, no se apartará un centímetro del camino trazado por CFK.
Por otra parte, ya conoce la posición de uno de los jueces de la Corte. Raúl Zaffaroni, que se manifestó en su momento en contra de habilitar el tratamiento de esta problemática, aunque la realidad dijo otra cosa.
Para una provincia que tiene problemas financieros importantes y que se acentúan a la hora de pagar a los jubilados 1.040 millones de pesos de deuda es mucha plata .
De todas formas, De la Sota está lejos de ser un faro que guíe a los otros gobernadores.
Cada uno hace su juego, como lo demuestran los socialistas en Santa Fe (Binner y Bonfatti), que fueron halagados tantas veces como vapuleados por Néstor y Cristina Kirchner.
En definitiva, todos saben que el relato les caerá encima, con toda su fuerza, si se atreven a desafiar a la Presidenta.


