Tuvo enorme repercusión en las redes sociales. No solo Barack Obama, Angela Merkel o cualquier líder político en los países desarrollados se somete regularmente a conferencias de prensa: hasta el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael o Correa o el propio Hugo Chávez, aunque a regañadiente, aceptan ruedas de prensa.
Con argumentos como que los medios son empresas y nosotros nos debemos al pueblo o que estamos trabajando y no tenemos tiempo o que con los diarios soliloquios de la presidenta ya está completa la comunicación del gobierno, el público argentino se ve privado de esa herramienta fundamental de las democracias y economías modernas: que los funcionarios respondan abierta y públicamente a los medios sobre temas que preocupan a la sociedad. Peor es el caso de funcionarios -como recientemente el vicepresidente Amado Boudou o el ex secretario de Transporte Juan Pablo Schiavi- que convocan a conferencias de prensa, pero usan a los periodistas de figurantes, porque monologan y se van sin aceptar preguntas.
No estaría mal que surta efecto el show sorpresa de Lanata en el que casi un centenar de periodistas aparecieron en cámara con pancartas y reclamando a viva voz queremos preguntar: no es casual que justo en los países con mayor desarrollo económico y social los funcionarios se sometan regularmente a conferencias de prensa.
Lanata mencionó una vieja y olvidada iniciativa de la Fundación Konrad Adenauer en el Senado para instalar en Argentina el revolucionario sistema de conferencias de prensa alemán. No explicó mucho más allá de qué él mismo integró un Grupo Promotor formado por esa institución alemana dependiente del Partido Demócrata Cristiano, al que pertenece la primera ministra Angela Merkel.
Se trata de la Bundespressekonferenz: la diferencia entre ese sistema y las conferencias de prensa tradicionales es en quién maneja la sesión. La Bundespressekonferenz es una suerte de club en el que los mismos periodistas deciden, con férreos códigos de ética y disciplina, quién, cómo y cuándo se pregunta. No manda el jefe de prensa. Si el funcionario no contesta, pueden dar por terminada abruptamente la conferencia.
Para los gobernantes, pero también para políticos, sindicalistas y empresarios alemanes, es un sistema duro. Pero no es casual que Alemania (país al que alguna vez la presidenta Fernández de Kirchner dijo que le gustaría que Argentina se pareciese) sea el líder de Europa y primer exportador mundial: sus funcionarios responden y respetan a los medios, incluso los más críticos.
¿Pueden los funcionarios alemanes sostener conferencias de prensa tradicionales, dirigidas por los jefes de prensa que podrían acortar la sesión o no dejar preguntar a algún periodista incómodo? Sí, pero la repercusión de esas conferencias es menor. La Bundespressekonferenz garantiza la masividad y se convirtió en la caja de resonancia política de Alemania.
El intento argentino de la Fundación Adenauer no prosperó más allá de algún legislador o el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, que aceptaron el desafío. El principal culpable del fracaso fue el gobierno y su cerrazón. Pero tampoco los periodistas y sus medios hicieron demasiado por reclamarle al gobierno que responda.
Para colmo, la protesta-show de Lanata y los periodistas críticos no solo encontró el silencio del gobierno, sino que incluso algunos respetables colegas, como Jorge Asís, sostienen que las conferencias de prensa son inútiles y que un buen periodista, con fuentes de alto nivel y mucha cancha, no las necesita.
El escritor, periodista y ex secretario de Cultura fue nada menos que el verdadero pionero del Boudougate. Pero la gran ventaja de las conferencias de prensa abiertas radica en que el gobierno puede (o no le queda más remedio que) corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde. Quizás muchos de los escándalos y errores de rumbo que sacuden hoy al gobierno y a la Argentina se podrían haber evitado simplemente con el sano ejercicio de someter a los funcionarios regularmente a la interpelación por los periodistas en conferencias de prensa. Estas conferencias no invalidan que prospere el periodismo de investigación con fuentes de alto vuelo. Por algo en Alemania el periodismo de investigación, como lo demuestra la revista Der Spiegel, es uno de los mejores del mundo. A pesar de su Bundespressekonferenz, o quizás gracias a ella.


