Además del fuerte impacto que causó en el país y en el mundo el audaz spot
del jugador del seleccionado nacional de hockey entrenando en "suelo argentino"
para competir en los Juegos Olímpicos de Inglaterra, hay otra mirada sobre el
asunto que no se debería pasar por alto. Se trata de una perspectiva más
profunda y grave que la pasajera anécdota del video. Es la sospecha de que la
herramienta publicitaria está siendo utilizada con la intención de "malvinizar"
la agenda local y obtener un rédito político rápido que dure por lo menos hasta
las legislativas del año que viene. Es, también, el temor de que "la marca"
Malvinas esté siendo manipulada, igual que la de YPF, como un recurso emocional,
capaz de poner a la mayoría de los argentinos de un solo lado. Del mismo lado
del Gobierno, y enfrente del "pirata inglés", del "vaciador español" o de
cualquier otro enemigo.
No creo que valga la pena discutir ahora sobre la calidad estética de la pieza y
su evidente efectividad. De hecho, he comprobado que el aviso puso la piel de
gallina a muchos de quienes lo vieron, independientemente de lo que piensan
sobre la Presidenta. Por otra parte, no hay dudas de que Martín Mercado, el
director creativo de la filial argentina de Young & Rubicam es muy bueno.
Tampoco hay dudas de que el objetivo de provocar una gran polémica en el país y
en el resto del "mundo occidental" está ampliamente satisfecho. En todo caso, el
problema político y de fondo es que, tanto el aviso como su difusión por parte
de la Presidencia de la Nación (e incluso el argumento que utilizó para
defenderlo Cristina Fernández) muestran "el vuelo corto" de toda la movida. Y no
sólo eso. También desnuda una fantasía propia de los argentinos: la certeza de
que con una sola y breve buena idea, una acción más o menos alocada o un buen
golpe de suerte, podemos transformarnos en un país del Primer Mundo, ganar el
próximo Mundial de fútbol que se realizará en Brasil e incluso recuperar las
Malvinas antes de que Cristina finalice su mandato. Para que se entienda: la
receta inversa que usaron la mayoría de los países del mundo para salir de la
crisis, crecer y desarrollarse de manera constante y equilibrada.
Porque el spot grabado en las islas demuestra, como sostiene Ella, que en la Argentina se hace muy buena publicidad. Igual que la irrupción de la embajadora Alicia Castro en la conferencia que ofrecía el canciller de Gran Bretaña evidencia que los recursos de nuestra diplomacia no son los más tradicionales del mundo. Pero además refleja algo más preocupante: que esta administración gobierna sobre la base de golpes de efecto, de jugaditas para la tribuna que no producen ningún cambio real y sí demasiado ruido; pensando en la encuesta de mañana y no en el país que deberíamos dejarles a nuestros hijos.
Más allá del instantáneo "orgullo patriótico" que provocan el corto y la
intervención de Castro es obvio que ninguno de los dos gestos sirve para nada.
Al contrario. Alejan a los países de cualquier posibilidad de entendimiento. En
la misma senda del golpe bajo, hace unos meses un ex alto funcionario del
Ministerio de Economía que ahora ocupa una banca en el Congreso me explicó cuál
era, a su criterio, el verdadero objetivo de la política económica implementada
por el Gobierno. Se atrevió a revelar la fórmula en virtud de los muchos años de
conocimiento mutuo. Usó un lenguaje sencillo y directo: "Nosotros, a los
habitantes del conurbano y las provincias, les devolvimos la posibilidad de
comer el asadito del fin de semana y de ver fútbol casi todos los días. A esto
no hay con qué darle. Ese es y será el verdadero modelo, hasta que la economía
aguante".
Por fortuna, esa visión cortoplacista y ramplona no parece corresponderse con
las primeras señales del nuevo gerente general de YPF, Miguel Galuccio. El
hombre fuerte de la ahora petrolera estatal hizo, hasta el momento, casi todo
bien. Habló con trabajadores de YPF en Comodoro Rivadavia y les prometió que a
partir de ahora habrá comunicación fluida y abierta con todo el personal.
Enseguida, anunció que en los próximos cien días presentará el Plan Maestro para
recuperar la capacidad de exploración y explotación, atraer inversores y marchar
hacia el autoabastecimiento. Mandó a decir a cientos de periodistas de la
Argentina y de los principales medios del mundo, con muy buenos modales, que
primero se va a dedicar a trabajar y que recién cuando tenga en claro dónde está
parado empezará a comunicarse en privado o en público para dar la información
precisa y no generar falsas expectativas.
Los que sí están provocando expectativas desmesuradas son los habituales voceros del Gobierno, quienes ya le pusieron "el Mago", y los medios oficiales y paraoficiales, que lo muestran y lo venden como si Galuccio hubiera nacido dentro de un pozo de petróleo. La gran pregunta por responder es si este ingeniero nacido en Entre Ríos será capaz de imponer su profesionalismo o si será absorbido por el sistema político que lidera la propia Presidenta. Todavía recuerdo la última conferencia de prensa que ofreció Cristina Fernández en la quinta de Olivos. La había concedido después de insistentes pedidos del entonces flamante jefe de Gabinete, Sergio Massa. Massa tenía la convicción de que podía lograr una mejor comunicación del Gobierno con los medios y el público. Parecía que, en efecto, el cambio iba a suceder. Sin embargo, la ilusión se empezó a desvanecer cuando el propio Néstor Kirchner y algunos de sus compañeros de Gabinete le empezaron a poner al actual intendente de Tigre piedras en el camino. Decían que iba demasiado rápido. Que se notaba su desmedida ambición. Que si su plan de apertura se coronaba con éxito, no tardaría en transformarse en un competidor de cuidado para Néstor y Cristina. Massa fue eyectado del círculo presidencial porque el Gobierno puso primero como objetivo el triunfo en las elecciones siguientes y no la mejora de la calidad institucional que había prometido Ella antes de asumir.
Si Galuccio es lo que parece y la Presidenta lo deja trabajar, será un signo de que algo está cambiando. Pero si el próximo aviso sobre YPF sale antes del Plan Maestro, será la señal de que se viene más de lo mismo: el uso y abuso de la argentinidad para perpetuarse en el poder, como lo intentó, con las consecuencias conocidas, el general de la dictadura Leopoldo Fortunato Galtieri.


