¿Es mejor privatizar que estatizar? Este es el punto de partida del análisis de Vicente Massot y Agustín Monteverde. Y ante tal interrogante, responden: “Depende. Nadie que no fuese un cabezadura podría inclinarse por la variante enunciada en primer término teniendo como referente a la familia Eskenazi. Porque cuando Néstor Kirchner buscó y consagró a un socio privado, pensó en ese clan empresario”.
Y agregan: “Pero nadie que no fuese un ignorante podría abrazar la segunda variante, asociada, la propiedad estatal de YPF a la discrecionalidad de Julio De Vido y Axel Kicillof”.
“Estatizar o privatizar no es la discusión que deben entablar los argentinos. En todo caso el núcleo duro de la cuestión es cómo autoabastecernos, lo cual significa, en buen romance, de dónde salen la decisión y los recursos para explorar, incrementar reservas y aumentar la producción”, concluyen Massot y Monteverde ante el dilema generado por la decisión de la presidenta de la Nación, Cristina Fernández, de expropiar la concesión de YPF a la empresa española Repsol.
Se puede decir lo que se quiera acerca del kirchnerismo, pero lo cierto es que el poder de turno en el Gobierno no ocultó nunca su intención de avanzar a expensas de los españoles. “El kirchnerismo sabe lo que quiere y una vez determinado el rumbo vertebra un plan que pone en ejecución casi de inmediato. No hay que tener la bola de cristal a los efectos de darse cuenta de ello”, alegaron los analistas.
Asimismo fundamentaron que “sin embargo, bastó que un borrador lanzado desde quién sabe dónde fuese negado por un portavoz del oficialismo, para que prácticamente todos los analistas de fuste, el establishment económico en su totalidad y los peninsulares involucrados, con el presidente de Repsol, Antonio Brufau, a la cabeza, hicieran una interpretación más cercana a sus deseos que a la realidad que se recortaba frente a sus narices”.
En su análisis, Massot y Monteverde no se ajustaron a brindar los detalles del proyecto de ley que envió Cristina al Senado y que ya obtuvo dictamen de mayoría en el Senado, con aval de la UCR, el FAP y parte del PJ disidente. “No es lo importante y además sabemos que será aprobada”, agregaron los analistas.
Tampoco parece clave determinar si la posesión en manos estatales de 51% será mejor o peor que la dupla Brufau-Eskenazi.
Durante la semana las acciones de la compañía se derrumbaron un 28,7 por ciento en la Bolsa porteña.
El esquema actual de participación en YPF queda así de momento: Repsol cuenta con el 57,43 por ciento de las acciones "Clase D" de YPF -vendidas originalmente al sector privado-, mientras que el 25,46% permanecerá en manos del Grupo Petersen, conducido por la familia argentina Eskenazi, y el resto de los papeles flotará en la Bolsa.
Una vez que el Congreso apruebe el proyecto, el Estado nacional compartirá el poder en términos casi de igualdad no sólo con las provincias sino, también, con la familia Eskenazi, mientras que la española Repsol pasará a ser un accionista minoritario, y se descuenta que, de no prosperar sus reclamos en los tribunales, se irá totalmente de la compañía.
A todo esto se suma una disputa entre Repsol y Eskenazi. Según declaraciones de dos abogados próximos a la familia Eskenazi, Repsol está obligada a hacerse cargo de los préstamos que esta contrajo para comprar acciones de YPF “bajo determinadas condiciones”. Esto se explica en el acuerdo que la petrolera española alcanzó en 2008 para recomprar las acciones que la familia Eskenazi tiene en YPF si se daba el caso de que Repsol perdiera su participación mayoritaria en la empresa.
Los Eskenazi están intentando no completar el pago de lo que adeudan tanto a Repsol como a bancos acreedores, aprovechando que su participación en YPF, por extrañas razones, no fueron alcanzadas por la futura Ley de Expropiación.
Para evitar los términos del acuerdo firmado en 2008, Repsol intentará demostrar que la expropiación de su participación del 51% de YPF era inevitable, argumentando que perdió su participación mayoritaria por causas de fuerza mayor.
Massot y Monteverde brindan su punto de vista político. “Lo que importa es esto: la facilidad con que el gobierno ejecuta sus decisiones de carácter estratégico y la incapacidad de sus opugnadores para entender la naturaleza del kirchnerismo. Primero creyeron que el santacruceño iba a cambiar cuando afianzase su poder a costa de Duhalde. Presunción falsa. Después se entusiasmaron con la posibilidad de que su mujer, al colocarse la banda, mostraría el rostro humano y conciliador del matrimonio”, esgrimieron.
Y agregaron: “a los pocos meses estallaba la guerra con el campo. En 2009, después de la derrota electoral, confiaron en que Néstor Kirchner finalmente se allanaría al diálogo, menos por convicción que por necesidad. Nuevo chasco. Ahora se comieron el amague de la solución negociada de YPF. Por eso unos han ganado y otros han perdido inclusive cuando obtuvieron dos triunfos de no poca monta”.
Otro interrogante no menor es saber qué seguirá de aquí en más en política. “Si se tiene en cuenta que el kirchnerismo es, básicamente, cortoplacista, cuanto acaba de hacer no debe medirse en términos del año próximo o 2015, sino del año en curso. Por de pronto levantó una bandera y se envolvió en ella, que los argentinos veneran: la de la retórica nacionalista. No es poco para un pueblo tan sensiblero”, dispararon Massot y Monteverde.
Por el lado de España, y luego de una reunión de gabinete de ministros que fue encabezada por el presidente Mariano Rajoy, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, anunció la primera medida contra la Argentina tras la decisión de expropiar YPF: resolvió suspender la compra del combustible de origen argentino, que el año pasado significó unos 990 millones de dólares, y beneficiar a productores de la Comunidad Europea.
Por la parte argentina, Cristina ya declaró por Cadena Nacional “que cualquier reacción de las autoridades de Madrid no le harán mella al país”.
Respecto de la presidenta, la opinión de Massot y Monteverde es la siguiente: “no ha entendido el problema en el cual se ha metido, no sólo con la expropiación sino con la irracional política energética pergeñada por su marido y continuada alegremente por ella. No es una mujer empeñada en dar batalla a caballo de unas convicciones que hacen agua. Es una fundamentalista que piensa siempre de manera binaria. Todo lo que hace está bien porque siempre le ha ido bien. Otro parámetro de medida no tiene y mientras la relación de fuerzas no sufra un cambio, imaginar alguna moderación de su parte en la consecución de su estrategia de dominación sería como estar en la luna de Valencia”.
“Hoy es imposible saber cómo se le pagará la indemnización a Repsol; cuál será el programa de inversiones de YPF; qué destino tendrá la familia Eskenazi; si los chinos harán un joint venture con la nueva conducción de la empresa o cuánto costará importar energía en 2012. El largo plazo energético luce escalofriante. En el corto siempre se puede, con golpes de efecto y cajas confiscadas por el Estado, atenuar el costo de la fiesta y engañar a las masas que se mueven por emociones, a menos que flaquee el bolsillo”, concluyeron los analistas.


