El Gobierno se dispara sobre sus pies: censuró un programa de TV donde se
vertían críticas a Cristina y multiplicó el escándalo. Crece la impresión de que
todas las decisiones se toman sobre la marcha. De Vido y Garré yerran con
frecuencia. ¿Los K pierden el control de la calle?
Julio De Vido se empezó a desesperar incluso antes de que en la pantalla del
canal de cable C5N irrumpiera con sus críticas severas el ex jefe de Gabinete,
Alberto Fernández. El ex embajador menemista y escritor Jorge Asís, hizo una
minuciosa descripción sobre los vínculos de Amado Boudou con Ciccone
Calcográfica, convertido en un escándalo político y de corrupción que trastorna
al gobierno kirchnerista. Esa descripción reconoció un hito: el entrevistado,
dos veces, recalcó que Cristina Fernández estuvo al tanto de esas negociaciones
, ensombrecidas ahora por denuncias y sospechas.
Cuando Asís concluyó su participación y llegó el corte publicitario, el conductor del programa, Marcelo Longobardi, se apartó de la escenografía y mantuvo conversaciones telefónicas tensas que su rostro no logró disimular . Alberto Padilla, el economista mexicano que trabajó en la CNN , cuya salida al aire finalmente se frustró, fue espectador privilegiado del instante. Alberto Fernández, más alejado, esperaba su turno.
Longobardi, que se sepa, nunca habló con De Vido. Habló con Daniel Hadad, el dueño de la empresa periodística. Hadad fue quien recibió las airadas presiones del ministro de Planificación. Quizás, ni uno ni el otro imaginaron que Alberto Fernández cuestionaría con tanto rigor y justeza algunas de las recientes decisiones de Cristina. Le corrió, en buena medida, el velo al relato K sobre los motivos que empujan la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. Los legisladores kirchneristas adujeron que, de ese modo, se terminarían de barrer los últimos vestigios de la convertibilidad de Domingo Cavallo. El ex ministro de Economía, como el ex dictador Jorge Videla, alzados siempre como espantajos del pasado para ocultar el presente.
Alberto Fernández explicó que, en verdad, las modificaciones derrumban un DNU de Néstor Kirchner, con validación parlamentaria, que estableció en el 2005 las reservas de libre disponibilidad para hacer frente, sobre todo, a los compromisos externos. De esa manera se efectuaron pagos millonarios al FMI, dentro de la política de desendeudamiento.
El ex jefe de Gabinete, apenas cinco días antes, había lanzado una parrafada que desencajó a Cristina.
Un hombre que la frecuenta se lo hizo saber.
Fue cuando dijo, sobre el episodio que acorrala a Boudou, que la Presidenta debía exigirle aclaraciones a su vice. Y que en esta ocasión, como había sucedido con Julio Cobos, no podía echarle la culpa a Kirchner: ella ungió en total soledad a su compañero presidencial, desafiando incluso dudas de su círculo íntimo.
Un cabo podría atarse con otro. Margarita Stolbizer, diputada del FAP, hizo la primera denuncia contra Boudou. Según ella, la trama de Ciccone Calcográfica comenzó a tejerse a la par de la muerte de Kirchner.
Y habrían intervenido el ministerio de Economía, el Banco Central, la Casa de Moneda y la AFIP. Fue llamativamente prescindente la UIF (Unidad de Investigaciones Financieras) que conduce José Sbatella. Nunca se ocupó de averiguar de dónde la empresa London Supply y Alejandro Vandenbroele, el presunto testaferro del vice, sacaron $ 1.800.000 y $ 570.000, respectivamente, para levantar la quiebra de Ciccone.
Luego de todo eso, Boudou fue coronado por Cristina .
Tal vez por esa vinculación de episodios, la escalada verbal de Alberto Fernández habría terminado de colmar a De Vido, adversario suyo en los cinco años que cohabitaron el poder. Sólo dos eslabones de la historia no podrían engarzarse con certeza: si Cristina conminó previamente al ministro de Planificación; si medió alguna amenaza –y de qué calibre– de De Vido hacia Hadad.
El programa fue retirado del aire mientras Alberto Fernández hablaba. Nunca se repuso. Las explicaciones que brindó el empresario y que, con sentido acrítico, repitieron algunos periodistas sonaron apropiadas para un jardín de infantes . Longobardi se habría percatado de eso con tino y prefirió el silencio.
Se trató de un acto de censura, liso y llano.
Detrás de la censura afloraron viejos hábitos y nuevas dificultades del Gobierno. Los medios de comunicación no adictos siguen siendo la obsesión de Cristina y de sus socios.
Son los enemigos a batir, mucho más que la oposición . Por esa razón la Presidenta desconoce un fallo de la Corte Suprema, con riesgo de enmohecer, que ordenó distribuir publicidad oficial en el diario Perfil . Sin disimular la construcción del pensamiento autoritario que posee sobre el papel de los medios y la libertad de prensa, la Presidenta ratificó en un acto que la publicidad oficial debe ser, en efecto, para aquellos medios que la apoyan.
Las nuevas dificultades tienen relación con la carencia de planes y de política , que sólo el largo período de legítimo duelo y dolor consiguió enmascarar. La repercusión de un programa periodístico que pudo tener vigencia sólo un tiempo breve se multiplicó, únicamente, por la torpeza kirchnerista.
¿Ha pasado a ser el ministro de Planificación el principal ejecutor político y público del Gobierno? De Vido fue un funcionario muy útil para los Kirchner en estos años, aunque en otro papel. Las gestiones discretas, las transas con el sindicalismo, los intendentes y el PJ. Jamás, para el esgrima del debate y la oratoria. La crisis en el sistema de transporte y la tragedia ferroviaria en Once, lo forzaron a cambiar sus costumbres. Se impuso la necesidad pero, además, la situación precaria: el kirchnerismo sacrificó para aquellas tareas a sus hombres más duchos . El Gabinete está vacío de polemistas. Boudou pretende serlo, pero su tosquedad política lo coloca a centímetros de un despeñadero. La presencia de Nilda Garré es siempre inexplicable , cuando habla de inseguridad, critica a Mauricio Macri o descubre los excesos piqueteros. Otros que han sido desplazados al Congreso, como Aníbal Fernández, perdieron la adrenalina que los impulsaba a prenderse en cada batalla. Le sacó el cuerpo cuando lo interrogaron sobre aquella censura televisiva.
Las limitaciones de De Vido, en ese campo, se reiteraron la semana pasada en el Senado donde fue a defender el traspaso de los subtes a la Ciudad pero terminó enredado con los trenes. El ministro refuta cada objeción que recibe con argumentos remanidos: el desastre que produjo la crisis del 2001. Ya pasó una década de esa desgracia y, él mismo, hace nueve años que ocupa un sillón en el poder. La rueda de auxilio elegida tampoco, todavía, parece ayudarlo: Alejandro Ramos, el nuevo secretario de Transporte, dio la impresión de sentirse perdido en medio del fragor entre los K y la oposición. Hizo una exposición básica sobre los motivos por los cuales Macri debería administrar la red de subtes.
De Vido también afronta el problema de la política energética, que insume millones de dólares que al Gobierno no le sobran. Pero en ese quehacer tiene compañía: la de Guillermo Moreno, el supersecretario de Comercio, y la del vice de Economía, Axel Kicillof. A lo mejor, el ministro de Planificación no comparte la embestida de Cristina contra las petroleras, en especial Repsol-YPF. Pero no puede claudicar, sin correr peligro de nuevos costos políticos y personales.
La Presidenta aprobó la decisión de quitarle a la petrolera, aduciendo falta de inversión, yacimientos en Chubut y Santa Cruz. Se sumarán también Neuquén, Mendoza y La Pampa. Todos gobernadores K, oportunistas, como el chubutense Martín Buzzi, o aliados. Queda bajo la mira Salta. Pero Juan Manuel Urtubey no desearía rifar su perfil de gobernador previsible en la carrera que imagina en el PJ para el 2015.
Antes del golpe final, Repsol-YPF habría recibido una propuesta del Gobierno.
No le iban a incautar los yacimientos si aceptaban compartir su explotación con Cristóbal López.
Se trata de uno de los más antiguos empresarios K, cuya fortuna creció al calor de los Kirchner como zar del juego.
Ni el grupo Eskenazi ni los españoles aceptaron la oferta.
López estuvo algo alejado de Cristina luego de la muerte de Kirchner. Pero ese supuesto distanciamiento no marchitó sus negocios. Al contrario, tanto Buzzi como el santacruceño Daniel Peralta habrían sido advertidos desde la Casa Rosada para que concedan a López participación futura en la explotación de los yacimientos incautados a Repsol-YPF.
El desorden que invade al kirchnerismo tuvo otro reflejo. Grupos piqueteros de izquierda ganaron la calle y colapsaron el viernes la Ciudad. Los K estuvieron ausentes. Hugo Moyano ha dejado de prestar esos servicios al Gobierno. También hay menos plata para repartir: la coparticipación llega menguada a Daniel Scioli y la sufren los intendentes . El dinero se reparte sólo entre la propia tropa: la izquierda ha quedado relegada y protesta. Garré los acusó de extorsivos. Esos mismos grupos acompañaron durante años a los K, con cortes y arbitrariedades como las de ahora. No se recuerda una palabra de condena, entonces, de la actual ministra de Seguridad.
Debajo del agua se descubriría algo: el Gobierno, en nueve años, creó un sistema clientelista y asistencialista anclado al Estado antes que un cambio serio de la estructura social y productiva del país.
Ese modelo siempre cruje cuando los fondos empiezan a escasear.
Están concluyendo los primeros cien días del segundo mandato de Cristina. Pasan también, tal vez, el luto político y la luna de miel. Regresa el país incierto, imprevisible, perturbado.


