Demasiados problemas como para poner al descubierto que no todo es una historia feliz como desde hace mucho tiempo se vienen tratando de imponer, en algunos casos con éxito .
Quizás un caso testigo sea la tragedia del ferrocarril Sarmiento que se llevó la vida de 51 argentinos.

La decisión de intervenir administrativamente a la empresa TBA del Grupo Cirigliano, que también tiene a cargo el Mitre, llegó después de varios días de un sugestivo silencio presidencial, que solo fue quebrado el lunes en Rosario, con presión sobre la justicia para que encuentre a los culpables.

Se sumaron también las polémicas declaraciones del secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, y de la ministra de Seguridad Nilda Garré, sobre quienes recayeron duras críticas de la familia de Lucas Meghini Rey, la última víctima fatal que fue encontrada dos días y medio después de la tragedia.

Pero, ¿por qué este caso provoca grietas en el discurso oficial? Porque el Grupo Cirigliano, que se expande también al transporte de colectivos y a la fabricación de codificadores para la TV digital, fue elogiado hasta no hace mucho tiempo por CFK.

Un Grupo que creció y mucho bajo el gobierno de Carlos Menem, pero también sigo con ese crecimiento con Néstor Kirchner, Julio de Vido, Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi. Tanto que TBA se quedó con los ferrocarriles Roca y San Martín.

Y también las grietas se dan porque son cuestionados los órganos de crontol del Estado sobre los ferrocarriles y hay sospechas por los multimillonarios subsidios para el sector.

Una política de subsidios cuya quita para los servicios de luz, gas y agua, terminaran golpeando y duro al bolsillo de la clase media con fuerte subas de las facturas.

Una clase media que es muy volátil en la Argentina y que, como dio la espalda en algún momento a NK y CFK, luego dio un apoyo clave para la reelección.

Otra cuestión que golpeó la puerta de los sectores más progresistas del cristinismo fue el Proyecto X de la Gendarmeríal, que, para el gobierno, es una herramienta informativa y para la oposición es espionaje a políticos, sindicalistas y trabajadores.

En realidad, las sospechas de escuchas y seguimientos sobrevuelan desde hace tiempo al kirchnerismo, a tal punto que es común escuchar a funcionarios decir que prefieren hablar personalmente y no por teléfono.

Si se sospecha que hasta el vicepresidente Amado Boudou habría sido objetos de escuchas y que lo que dijo de la Presidente habría llegado a oídos de Máximo Kirchner primero y de Cristina después.

Lo cierto es que Boudou también parece contribuir a las grietas del discurso por la investigación que lo salpica y que involucra a dos viejos amigos como Alejandro Vandenbroele y José María Nuñez Carmona, en los millonarios negocios de la ex Ciccone Calcográfica para imprimir billetes al Estado.

Laura Muñoz, la esposa de Vandenbroele, ratificó en la justicia lo que dijo a los medios. Que la persona que la acompañço durante muchos años de su vida era el testaferro de Boudou.

Mientras tanto, Boudou sigue sumergido en el más absoluto de los silencios, en el kirchnerismo parece haber muchas dudas sobre su comportamiento y el gobierno espera que se defina qué juez se quedará con dos causas similares.

Si Daniel Rafecas o el muy conocido, para el oficialismo, Norberto Oyarbide, que desempolvó una denuncia mucho más vieja.

Pero hay más en esta serie de problemas que enfrenta el gobierno.

YPF está en la mira de la Rosada desde hace tiempo y se espera el discurso de Cristina Kirchner para este jueves en el Congreso, con el fin de saber cuál será el futuro de la empresa.

Con YPF, en manos de Repsol y del grupo Petersen (Enrique Eskenazi), ocurrió algo similar que con los Cirigliano y TBA.

Desde el gobierno nacional se elogió a la empresa que tiene el 58 % de la distribución de combustibles en el país y hoy es uno de los enemigos predilectos del cristinismo.

Si no, que lo diga el presidente de la empresa, Antonio Brufau y su enfrentamiento con el ministro De Vido.

Después del intento de la Casa Rosada por meter en una reunión de directorio a funcionarios que nada tenían que ver con la conducción de YPF, el gobierno español de Mariano Rajoy teme que otras inversiones en la Argentina estén en peligro.

Un dato que no es menor, el kirchnerismo tendría asegurado en la Cámara de Diputados los votos para una eventual nacionalización de YPF.

A estas grietas en el discurso se podría agregar el conflicto con la megaminería a cielo abierto, que también despierta críticas en el seno del oficialismo y sus aliados, a pesar de la disciplina que la presidenta logró de todos los gobernadores implicados en este negocio.

Y también la rebelión de gremios que han estado cerca del gobierno, como alguno de los docentes, y que no están dispuestos a someterme mansamente a las órdenes del poder para pactar aumentos salariales inferiores a los que reclaman.

La exposición de todas estas cuestiones, atentan contra otros planes del gobierno como la política por Malvinas, una causa nacional que no debiera dividir a los Argentinos y que hoy es tratada por el gobierno como si poco o nada se hubiera hecho desde el retorno a la democracia.

La ONU es el objetivo de la Casa Rosada para doblar el brazo a la intransigencia británica que se niega a dialogar con la Argentina sobre la soberanía de Malvinas.

En ese plan figura también el fuerte apoyo de la región, con el Mercosur a la cabeza.

Un Mercosur donde también aparecen grietas producto del cepo a las importaciones que impuso el secretario de Comercio Guillermo Moreno y que ya generó las protestas de Brasil, Uruguay y Paraguay.

En defintiva, el gobierno parece estar frente a un doble discurso pero la realidad es una sola.