Lo primero para realizar la comparación es ubicar la coincidencia cronológica en el proceso. Grecia no se encuentra en el momento que vivió la Argentina con el estallido de la crisis en diciembre de 2001 porque todavía no ha estallado, ni tampoco en el primer trimestre de 2002, cuando se vivieron en toda su intensidad las consecuencias de este estallido. La crisis argentina que, al igual que en Grecia, fue precipitada por la falta de confianza del país para financiarse en el exterior, tuvo un primer paso con el colapso del sistema financiero en diciembre 2001 al final de la Presidencia de De la Rúa; un segundo a fines de dicho mes por el default declarado en la breve Presidencia de Rodríguez Saá, y un tercero a comenzar la Presidencia de Duhalde, que se dio la devaluación y la pesificación de los depósitos y el impacto inflacionario. Ninguno de estos fenómenos ha tenido lugar todavía en Grecia, que vive un momento semejante al de la Argentina entre octubre y noviembre de 2001, cuando una vigorosa acción internacional todavía podía evitar el peor escenario, que fue el que se dio. Por esta razón, era lógico el argumento de la dirigencia política griega de que el ajuste era necesario para evitar el peor de los escenarios.
Grecia no se encuentra en el momento que vivió la Argentina con el estallido de la crisis en diciembre de 2001 porque todavía no ha estallado
Definida la analogía en el momento cronológico, hay semejanzas relevantes con ese momento. La caída del PBI del 2011 en Grecia es similar a la vivida por la Argentina diez años antes, en 2001, que fue entre 6 y 7%. Lo mismo sucede con el aumento de desempleo y pobreza, que es similar al que registraba el país latinoamericano en noviembre, un mes antes del estallido de la crisis. Pero en el caso argentino, el peor escenario fue el consecuente del colapso del sistema financiero (corralito bancario), el default, la devaluación, la pesificación de los depósitos y el golpe inflacionario, que llevó la caída del PBI al 11% en 2002, el desempleo a 24% y la pobreza por encima del 50% en el primer trimestre de dicho año. Este es el escenario que Grecia ha podido evitar por ahora. La salida de depósitos del sistema financiero también es hoy similar a la que se registraba en la Argentina entre octubre y noviembre de 2001. Al momento de acordarse el último salvataje que ha evitado el default, la crisis griega lleva dos años; en el caso argentino, llevaba un año y medio al estallar. En ambos casos el financiamiento externo jugaba un rol importante: en el de la Argentina, encabezado por EE.UU. y el FMI; en el de Grecia por dicho organismo internacional, la UE y el Banco Central Europeo. El desgaste de la clase política a consecuencia de su incapacidad para lidiar con las dificultades económicas también es un punto común en la situación de crisis de ambos países. La imposibilidad de recurrir a la devaluación como una política para mejorar la competitividad se daba en la Argentina por la convertibilidad y en Grecia por el euro.
Pero también hay diferencias importantes entre ambas situaciones. Grecia está en la UE y en la zona euro, con lo cual su default tiene consecuencias globales más graves que en la Argentina, cuya crisis sólo afectó en forma sustancial a Uruguay, cuya economía es un doceavo de la argentina. La clave para que la crisis de este país no generara un efecto dominó como a fines de los noventa sucedió con la de Rusia con Asia, estaba en que no se contagiara a Brasil, cuya crisis sí se hubiera regionalizado e incluso mundializado. A fines de octubre de 2001, organismos internacionales y bancos acreedores terminaron de blindar financieramente a Brasil para que quedara a salvo del contagio argentino, lo que efectivamente impidió. En cambio, un default de Grecia ocurre con la confianza financiera en crisis respecto a países como Italia y España y dudas incluso respecto a Francia, con lo cual la crisis puede globalizarse, a diferencia de lo que sucedía con la Argentina. Los bancos en la crisis de este último país habían colocado los bonos argentinos a bonistas individuales a través de fondos de inversión controlados por ellos, con lo cual la pérdida afectaba poco su patrimonio. En cambio, en Grecia los propios bancos son propietarios de los bonos griegos, con lo cual un default de este país tiene un impacto muy superior sobre la banca mundial. En el caso argentino la quita de la deuda fue una consecuencia del default; en el griego todavía puede ser un paso para evitarlo. La deuda griega es muy superior como porcentaje del PBI (160%) a la de Argentina y este país tuvo para su recuperación la ventaja de que las materias primas que exporta tuvieron un aumento sustancial en los años posteriores a su estallido, situación que no tiene a su favor Grecia.
Si el acuerdo de febrero para un nuevo rescate a Grecia evita la crisis del tipo que sufrió la Argentina o sólo la dilata es un tema abierto. Si bien los medios diariamente transmiten las imágenes de protestas violentas en las calles griegas, la situación todavía no ha llegado a la de la Argentina, con 30 muertos en las calles en un solo día -5 por la policías y los demás por enfrentamientos entre civiles-, el saqueo de los comercios -incluidos los del centro de la ciudad-, la renuncia del Presidente y la sucesión de cinco presidentes en diez días, los cacerolazos en los cuales participaban decenas de miles de personas, la renuncia del segundo Presidente bajo el temor de ser linchado por la gente, el ataque e incendio al Congreso, etc. Un caso alternativo al de la Argentina fue del de Uruguay, el único país de la región que sufrió en plenitud la crisis argentina por proximidad geográfica, interrelación comercial y financiera y ser su PBI sólo el 8% de la Argentina. Uruguay, que mediante ayuda externa (EE.UU., FMI y Banco Mundial), logró evitar el default renegociando su deuda a más largo plazo, no tuvo la crisis política que implicó en la Argentina la renuncia del Presidente, y logró salvar la mayoría de sus bancos con un costo social menor. Pero su salvataje fue muchísimo menor del hoy requerido por Grecia. Si el reciente acuerdo griego logra mantenerse, la situación podría asemejarse a la vivida por Uruguay diez años atrás; en cambio, de no sostenerse, podría ser similar a la vivida por Argentina en 2001. Cabe señalar que la economía de Uruguay es a la de América Latina aproximadamente lo que Grecia es la UE.
El futuro de Grecia está abierto: si se sostiene el acuerdo reciente, el país puede evitar lo que vivió argentina
En conclusión: cronológicamente, la crisis griega se encuentra en un momento similar a la de la crisis argentina entre octubre y noviembre de 2001, antes que estallara. Hay coincidencias entre ambas crisis, como la falta de confianza externa, la debilidad del liderazgo político, el malestar social, los ajustes sucesivos sin éxito y la salida de depósitos. Pero también hay diferencias importantes, como la globalización de la crisis griega que genera la pertenencia al euro y la UE, y un momento difícil en el mundo, que no se daba en la Argentina. El futuro de Grecia está abierto: si se sostiene el acuerdo reciente, el país puede evitar lo que vivió argentina a partir de diciembre de 2001 y en cambio asemejar su situación a la sufrida entonces por Uruguay.


