CANALS.- "Poné la mano en la tierra. Está prendida fuego." Sergio Bolinger, productor y presidente de la Sociedad Rural local, dice esa frase y suena exagerada. Pero es la verdad. A las 14, y con el termómetro clavado en 39,5 grados, la tierra arde, vuela por el aire como si fuera en una escena de una película del Lejano Oeste norteamericano y los cultivos, los pocos que aún logran resistir en pie, crujen todavía más.
Impiadosa, en la zona rural de esta localidad de 10.000 habitantes, 300 kilómetros al sur de Córdoba, la sequía es cruel. Diciembre pasó con precipitaciones de sólo 11 milímetros, insignificantes, y las consecuencias están a la vista. Hay pérdidas totales en el cultivo de maíz, las vacas lecheras -la zona es una importante cuenca láctea- están reduciendo diariamente su producción y la soja está librando una batalla a vivir o morir. En esta zona se hacen más de 60.000 hectáreas con soja y 13.000 del cultivo de maíz.
"La suma de precipitaciones de 2011, de 578,5 milímetros, es el registro más bajo de toda la serie 1935/2006", dice un informe sobre lluvias de la Agencia de Extensión Rural Canals, perteneciente al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Según ese trabajo, "el maíz de primera sembrado temprano (septiembre/octubre) está casi en un 100% perdido" y la soja tiene "detenido el crecimiento". Además, "sólo el 15/20%" de los lotes con alfalfa están ofreciendo oferta forrajera y los tambos están comprando rollos para las vacas.
Bolinger es uno de los que tienen pérdidas completas en el maíz. Por eso, decidió picarlo y vendérselo a un tambero vecino como silo para las vacas. Gastó 2500 pesos por hectárea cuando lo sembró y ahora, con la venta para silo, va a recuperar 1400 pesos. Sus cuentas están en rojo.
"Este era un maíz hecho para que explotara en rinde, pero mirá dónde terminó", dice a este cronista mientras un tractor pasa para compactarla, una montaña de maíz convertida en silo. "Es la primera vez en más de 50 años que a mi viejo y a mí nos toca picar el maíz", agrega.
Edgardo von Soubiron es productor y maneja con su familia tres tambos. "Con este calor, la producción de leche ha bajado un 20% en estos últimos días. Además, las alfalfas nuevas sembradas este año están en un 60% perdidas", subrayó. "Esto no es joda; acabo de medir 42,5 grados en la sombra", cuenta.
La región de Canals produce por día más de 300.000 litros de leche.
A las 14, cuando el sol está más caliente que nunca, Von Soubiron suele salir a correr de punta a punta por los lotes. Correr es su deporte, según relata, pero esa actividad parece también un salvoconducto para distraerse de lo que ocurre con la sequía.
Nadie quiere resignarse a que el clima termine jugando una mala pasada. Bolinger espera que llueva el próximo martes, como señalan algunos pronósticos. Es su última oportunidad para salvar lo que está en pie. "Tengo soja muy complicada; el martes tiene que llover", afirma. "Acá en un año normal los rindes van de 30 a 34 quintales en soja, pero ahora tiene que llover la próxima semana y continuar como para alcanzar un rinde mediocre de 17 a 18 quintales. El impacto de La Niña fue antes de lo esperado; la esperábamos para fines de diciembre pero llegó a fines de noviembre," explicó Daniel Bourges, un asesor de productores de la región.
En la zona, entre un 50 y un 55% de los campos están alquilados por productores que deciden tener más superficie para producir. Necesitan sacar más de 30 quintales de soja para cubrir los gastos. Pero ahora van a estar en torno de la mitad. Es decir, van a quebrar. Muchos hablan de pérdidas de 300 dólares por hectárea para los que alquilan.
No es una situación sencilla para quienes tienen que arrendar. Joaquín Artola, por ejemplo, sembró 90 hectáreas del cultivo de soja en un campo de otro productor y ahora se prepara para no cosechar nada. "Está todo cocinado", dice. Tampoco es fácil tomar decisiones en un momento así. A Juan Carlos Bastus le tocó mandar las vacas a comer un maíz que ya no servía para otra cosa que eso.
Pero, en medio de la adversidad, si hay algo que distingue a los productores es que no quieren bajar la guardia. Eugenio Thomas, por ejemplo, viene de perder un maíz y una soja que murió, por falta de agua, apenas la sembró. No obstante, cuando se lo consulta sobre si volvería a sembrar si lloviera la próxima semana, no duda en contestar, escueto: "Y?sí".
"Estamos preparado para eso, si llueve, pero para hacer una soja de sólo 10 a 11 quintales"; añadió Bolinger. Si de optimistas se trata, de Carlos Castro se puede decir que es el campeón. En plena seca, le pidió a Roberto Gadea y a su hijo, Francisco, contratistas de la zona, que le sembraran soja en un lote reseco. "Parece una locura, pero estoy apostando a que martes o miércoles llueva", explicó. Ayer la sembradora de Gadea estaba concluyendo esa labor.


