La mala es que las mismas gobernaciones han demostrado que, como en el año que termina, ni siquiera cuando no le pagan las cuotas al Estado nacional consiguen equilibrar sus números.
La tendencia, en todo caso, no es buena. Los gastos, al igual que en los números nacionales, crecen en las 17 provincias involucradas más que los ingresos y, pese al fuerte crecimiento de la actividad y de la recaudación, aumenta el rojo fiscal. ¿Puede hablarse entonces de sistema de desendeudamiento? ¿Se desendeuda el que todos los meses termina con más gastos que ingresos y "patea" los pagos todo lo que puede?
Lanzar un ajuste brutal y obligar a pagar sería poco razonable y tendría efectos poco deseables sobre el nivel de actividad. Aumentar todavía más los impuestos o obligar a que el sector público del interior se endeude y haga subir las tasas no sería bueno. Pero no es menos cierto que varias jurisdicciones han hecho ajustes y aumentaron los impuestos durante los últimos años de manera significativa y, sin embargo, sus rojos no desaparecen y su deuda con la Nación crece por la capitalización de intereses en los años de gracia, a los que acaban de agregarse dos más.
La situación es todavía más injusta con las jurisdicciones que no están endeudadas y que no reciben financiación adicional alguna y que, en algunos casos como Santa Fe, hasta reclaman acreencias de larga data a la jurisdicción nacional.
La situación fiscal también comienza a ser ilusoria para el presupuesto nacional, que computa como cuentas a cobrar no menos de $ 100.000 millones, que pueden terminar siendo apenas un mero dibujo, una ilusión que escondería un rojo mayor al reconocido.
Si la Nación no puede cobrar, alguien de todas maneras pagará. ¿Cómo se hará? Si es con emisión, el costo será la mayor inflación. Si se requiere un ajuste, habrá menos dinero en los bolsillos de los contribuyentes. Si es con deuda, subirán las tasas de interés y el crecimiento será menor. ¿No es todo eso lo que se quiere evitar cuando se evita el ajuste? La irresponsabilidad fiscal puede ser tan mala como la ortodoxia extrema.
¿Cuál sería el camino? Para Nadin Argañaraz, presidente del Iaraf, se debería generar algún esquema que cree premios y castigos para orientar el equilibrio de las cuentas públicas. Argañaraz cree que es insuficiente sólo tomar en febrero de cada año la foto del Estado de la planta de empleados de las gobernaciones para castigar, negando la refinanciación, a quienes hayan hecho festivales de contrataciones. "Sería importante tener no sólo una foto, sino también la película, para ver la evolución y tener un diagnóstico claro", asegura el presidente del Iaraf. También señala que es importante encontrar mecanismos que eviten que tanto en la Nación como en las provincias los gastos crezcan por encima de los ingresos, como ha estado ocurriendo.
Utilizar el crédito disponible para sostener déficits crónicos y justificar cualquier aumento del gasto ha sido en el pasado, y en más de una oportunidad, el origen de desastres económicos, cuya repetición se quiere evitar.
El equilibrio de las cuentas públicas y aún el superávit fiscal del actual modelo fue uno de los pilares que permitió un funcionamiento en parámetros más razonables, como, por ejemplo, la baja inflación. Ese pilar se perdió hace bastante y parece difícil recuperarlo como se propuso en el presupuesto nacional 2012.
Tal vez en el Gobierno hay quienes intentan evitar los ajustes con moderadas licuaciones de pasivos, refinanciando a largo plazo y tasas bajas y dejando que una leve inflación haga lo suyo. Pero ese plan no está funcionando bien. El déficit crece y la inflación perjudica sobre todo a los más pobres.
La "sintonía fina" no está funcionando del todo bien.


