Para sortear la restricción externa y las tensiones cambiarias, el Gobierno tendrá que compensar la menor disponibilidad de divisas comerciales con un superávit de Cuenta Capital", afirmó Ecolatina.
N. de la R.: La necesidad tiene cara y alma de hereje:
"El anuncio de que se liberarán desde hoy (29/11), 2,7 millones de toneladas
del trigo “viejo” para la exportación (...) tiene un significado que va mucho
mas allá de la posibilidad de poder recibir unos cuantos millones de dólares
cuando la divisa resulta más que escasa.
(...) Boudou había anticipado el viernes que, como le había informado Moreno,
hoy se liberarían 1,4 millón de toneladas. El secretario se apuró para marcar la
cancha: es que había convenido con Agricultura que los saldos a liberar para
exportar surgirían de una declaración jurada que exportadores, productores y
acopios estaban realizando en la UCESCI (ex Oncca) hasta el mismo viernes 25/11
a la tarde.
De los números finales de esas declaraciones, salió a la luz que había más trigo en condiciones de ser exportados que lo que había afirmado Moreno. Antes del anuncio en Economía, Boudou se reunió con Domínguez, Moreno y el subsecretario de Agricultura, Oscar Solís. Ahí se terminó de definir que se abriría la exportación de trigo por 1,3 millón adicional a lo que dijo Moreno, el mismo que hace un mes decía que no había trigo remanente para vender al mundo. (...)",
Paula López
El Cronista Comercial
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Ecolatina). Las turbulencias derivadas de la crisis
internacional, con epicentro en la Zona del Euro, provocaron en los últimos
meses un fuerte ajuste en los precios de los activos financieros. Por caso, los
principales índices bursátiles acumulan fuertes caídas, en especial los de la
Unión Europea.
Las cotizaciones de las commodities no estuvieron exentas y también sufrieron
un importante recorte. En efecto, el precio del maíz perdió US$ 79 frente al
pico de junio (US$ 310), mientras que la cotización del trigo disminuyó US$ 114
por debajo del nivel máximo alcanzado en febrero (US$ 326).
La soja, en tanto, acusa una baja de US$ 125 (-24%) en relación a los US$ 532
de agosto. En este marco, los recientes datos de menor actividad en China
aportaron mayor incertidumbre a futuro, teniendo en cuenta su relevancia en
estos mercados.
La baja en las cotizaciones de las commodities agrícolas dista de ser un dato
menor dada la creciente importancia de estos productos y sus derivados en las
exportaciones de nuestro país.
En efecto, las ventas externas de los complejos de cereales y oleaginosas
representaron 35% del total entre 2007 y 2011, por encima de la contribución de
2003-2006 (31%) o 2000-2002 (30%). En particular, US$ 1 de cada US$ 4 exportados
lo aporta el complejo sojero, cuando antes era US$ 1 de cada US$ 5.
La mayor participación de las commodities agropecuarias en el total exportado
obedece, en buena medida, a la mejora de las cotizaciones de estos productos. De
hecho, la suba de precios de productos primarios y manufacturas agropecuarias
aportó US$ 59.000 millones desde 2007.
Este shock de precios (y de ingreso), que explica la mejora de los términos
de intercambio (TDI) registrada en los últimos 5 años, evitó un mayor deterioro
del superávit comercial.
Si los precios de las exportaciones e importaciones se hubiesen mantenido en
los niveles de 2006, en el período 2007-2011 se habría acumulado un excedente
externo de apenas US$ 16.700 millones en lugar de los US$ 60.500 millones
registrados.
En otras palabras, la favorable dinámica de los TDI ayudó a sostener la
principal fuente de divisas en los últimos años.
A pesar de la caída registrada en los últimos meses, los precios de las
commodities son buenos en términos históricos; por ejemplo, la soja se ubica 87%
por encima del promedio de 2006.
Además, dicha reducción estaría acotada por diversos factores:
(i) China continuará en la senda de crecimiento elevado, aunque a menor
ritmo; y
(ii) en el mundo, dada la dinámica de la crisis, la liquidez seguirá siendo
abundante y las chances de inyecciones adicionales son elevadas.
Sin embargo, debido a la incertidumbre y al magro crecimiento global, tampoco
es probable que se recuperen fuertemente.
Así, el desempeño del comercio exterior se regirá más por la dinámica de las
cantidades que por la de los precios dado que, en el mejor de los casos, no
habrá un nuevo salto en los términos de intercambio en 2012.
Debe considerarse que en los últimos años las importaciones, medidas en
volumen físico, fueron mucho más dinámicas que las exportaciones. Entre 2007 y
2011 las cantidades importadas crecieron a un ritmo tres veces superior al de
las exportadas (9,6% vs. 2,9% anual). Esta brecha resulta menor que la observada
en el período 2003-2006 pero similar a la observada entre 1996 y 1998 (13% vs.
19% anual).
En la actualidad, las importaciones a precios constantes, medidas como
porcentaje del PBI, superan 15%, el máximo de la serie.
En este contexto, para sortear la restricción externa y las tensiones cambiarias el Gobierno tendrá que contrarrestar el deterioro del saldo comercial –camino no exento de costos en términos de actividad– y/o compensar la menor disponibilidad de divisas comerciales con un superávit de Cuenta Capital (CK). Así, la reducción de la fuga de capitales cobra una importancia aún mayor.
Escasez de dólares y nivel de actividad
La creciente tensión cambiaria y la fuerte caída de reservas durante la
segunda mitad de 2011 –en 4 meses el stock cayó más de 10%– muestran que la
restricción externa amenaza, una vez más, la expansión de la economía argentina.
Para que la actividad siga pujante en 2012, será clave aumentar la oferta
neta de divisas en la economía. Esto implica aumentar el saldo comercial de
bienes y servicios –Cuenta Corriente (CC)– y/o el excedente de la Cuenta Capital
(CK). Este año el resultado de la CC será prácticamente nulo y la CK claramente
deficitaria tanto por el egreso de divisas por parte del Sector Público (pago de
deuda sin mayores colocaciones), como por el Sector Privado (fuerte dolarización
de activos).
A grandes rasgos, la escasez de divisas se puede distender por el lado
comercial (mediante la depreciación del tipo de cambio real para acelerar la
expansión de las exportaciones y generar sustitución de importaciones), ó por el
canal financiero (consiguiendo financiamiento externo y/o revertiendo la
dolarización interna).
La primera opción es compleja de implementar pues sin un plan económico
consistente, la depreciación del tipo de cambio nominal puede acelerar la
elevada inflación, licuando rápidamente la mejoría de la competitividad externa.
Asimismo, la salida a los mercados de capitales a tasas bajas requiere
cumplir ciertos requisitos que no han sido implementados por el Ejecutivo en los
últimos años (acuerdo con el Club de París, revisión del FMI, etc.).
Además, es arriesgado depender de los mercados financieros en un mundo cada
vez más complejo, volátil e incierto.
Dado que no se vislumbra una mejora de los TDI, la mejor opción para aumentar
la disponibilidad de dólares pasa por atacar las causas del deterioro del saldo
de la CC y CK que tienen un rasgo en común: la inconsistencia entre el ritmo de
suba de los precios y el deslizamiento del tipo de cambio nominal.
Utilizar el tipo de cambio como ancla nominal en una economía con elevada
inflación no sólo explica el deterioro del saldo de la CC (mayor dinamismo de
las importaciones sobre las exportaciones) sino que ayuda a entender la
aceleración de la fuga de capitales: la mayoría de los agentes piensa que el
dólar está barato.
En la medida que el Gobierno acote el ritmo de expansión de precios y
salarios y acelere marginalmente la depreciación del Peso, se puede lograr la
convergencia de las principales variables nominales de la economía.
Para lograr esto se requiere una política fiscal menos expansiva (el Ejecutivo
avanzó en este sentido con el recorte de subsidios), un menor ritmo de
incremento en los agregados monetarios y tasas de interés que incentiven el
ahorro en pesos, y coordinar a la baja paritarias y expectativas de inflación.
Adicionalmente es deseable que el Sector Público refinancie vencimientos de
deuda para no presionar sobre el stock de reservas del Banco Central, y que se
den incentivos al ahorro o la inversión interna. Vale destacar que un conjunto
de políticas que ataque los desequilibrios acumulados es clave para hundir
capital en el largo plazo.
Incluso con un conjunto de políticas consistente será difícil apuntalar la
oferta neta de dólares en un contexto de menores precios para nuestras
exportaciones y una creciente incertidumbre financiera global. Pese a ello, es
preferible transitar ese camino que emprender atajos que no garantizan llegar a
buen puerto.
Las trabas a la compra de divisas provocaron una fuerte salida de depósitos
en dólares, pérdida de reservas y un salto en la cotización del dólar paralelo.
Este tipo de medidas, como los controles de precios, sólo son efectivas en el
corto plazo y terminan generando shocks abruptos pues no ayudan a revertir las
expectativas de devaluación de los agentes o a generar confianza en el Peso.
Asimismo, frenar las compras externas para apuntalar el saldo comercial es
muy costoso en términos de crecimiento ya que la sustitución de importaciones no
se logra de un día para el otro y menos en un proceso de apreciación cambiaria.
Actualmente, los bienes de consumo sólo representan 18% de las compras externas, el resto son insumos claves para el proceso productivos (combustibles, bienes intermedios y de capital).


