Entre Julio De Vido, el ministro de Planificación, y Carlos Zannini, el
secretario Legal y Técnico, puede estar el jefe de Gabinete del segundo mandato
que Cristina Fernández pondrá en marcha en dos semanas. La elección de uno de
esos funcionarios para conducir al equipo de ministros acercaría una conclusión:
Florencio Randazzo continuará en el Ministerio del Interior . Algo olfatea el
político de Chivilcoy, casi desesperanzado sobre su posible escalada.
La conformación del Gabinete es otro secreto que la Presidenta guardará hasta el
último instante . Como lo fue la unción de Amado Boudou como vice o la de Daniel
Filmus como candidato para la elección porteña que, de nuevo, perdió ante
Mauricio Macri. En la sorpresa y el hermetismo Cristina siempre supone que hay
un valor político y una reafirmación de autoridad. Nestor Kirchner pensaba
parecido.
La opción entre De Vido y Zannini no significaría sólo una cuestión de gustos o
simpatías. Los dos son hombres de inconfundible cuna kirchnerista, pero con
matices marcados en el pensamiento político . El ministro nació y creció en el
peronismo. El secretario viene de la izquierda, de un maoísmo juvenil que se
asimiló al peronismo cuando debió irse a vivir a Santa Cruz. Existe otra
diferencia, aunque de índole personal: Cristina ha tenido mejor relación con
Zannini que con De Vido . Pero para menesteres políticos y no políticos
sensibles, Kirchner confiaba más en el ministro de Planificación.
La designación de uno o del otro podría ser indicativo del modo que Cristina
estaría dispuesta a afrontar el primer desafío serio que enfrentará su tiempo de
reelección y que empezó a despuntar: la relación con el sindicalismo, en medio
de una economía que empieza a dar síntomas de que la prosperidad se agota . Amén
del vínculo con los gremios, figura Hugo Moyano y la posibilidad de que su
relevo en el timón de la CGT pueda ser consensuado o resulte traumático .
De Vido ha sido siempre un soporte del líder camionero. Mucho tuvo que ver,
mientras Kirchner vivía, en el acrecentamiento del poder que logró aquel gremio
hasta convertirse en referencia ineludible del universo sindical. El ministro
intervino siempre, con eficacia, para apaciguar los momentos de tensión entre
Moyano y el Gobierno. El último de ellos después de la muerte del ex presidente,
cuando el secretario de la CGT convocó a una huelga, en marzo, por el exhorto
suizo a la Cancillería en una causa donde se investiga lavado de dinero. Esa
medida, cancelada por la gestión ministerial, fue un arrebato de Moyano que
todavía hoy tiene atragantado Cristina .
Muchas veces De Vido, por ese vínculo con Moyano, parece andar sobre un
voladizo. Estuvo junto a Mariano Recalde, el titular de la empresa, en el
anuncio del ajuste de Aerolíneas Argentinas. Pero privadamente, también, escuchó
las quejas de los sindicalistas aeronáuticos, Ricardo Cirielli y Jorge Pérez
Tamayo, que resisten las medidas. Como Moyano, también De Vido pareciera tener
más confianza en los viejos capitostes sindicales que en la camada de La Cámpora
que avanza en la esfera estatal.
El líder camionero cree que en esa organización se esconden sus peores enemigos.
“Es ese pibe, Mínimo, el que orquesta todo” , le confesó a un diputado
kirchnerista. El legislador no entendió de qué hablaba hasta que Moyano develó
su clave. Suele llamar Mínimo a Máximo Kirchner, el hijo de la Presidenta y
confidente principal. Moyano no le teme tanto a las pulseadas de la política
como a las maniobras que podrían tejerse en la Justicia en contra suyo. La causa
de la mafia de los remedios la sustancia Norberto Oyarbide, un juez funcional a
las necesidades del poder.
Tanto que ha convertido el caso Schoklender –lo advirtió la Cámara Federal– en
un embrollo . El secretario de Justicia es Julián Alvarez, joven de La Cámpora,
que responde a otro camporista, Eduardo De Pedro. Todos están bajo la órbita
política de Máximo.
Para Moyano, entonces, no sería indiferente la presencia de De Vido o de Zannini
en la Jefatura de Gabinete. El secretario Legal es mucho más compinche de La
Cámpora que el ministro de Planificación. Y siempre el sindicalismo peronista
resultó agrio a su paladar. Deberá acostumbrarse aunque el camionero deje al
final la CGT: el sucesor será también irremediablemente peronista.
La estrella de De Vido pareció afirmarse después de la victoria electoral de
Cristina. Había sufrido un nítido bajón con la Presidenta tras la muerte de
Kirchner. Pero no faltó desde el domingo 23 a ninguna de las citas que podrían
insinuar algún cambio de rumbo en el Gobierno: los recortes de los subsidios, el
ajuste en Aerolíneas, y el encuentro en la UIA donde la Presidenta habló de
inflación –una novedad– y de inversión.
El protagonismo no fue nunca un costado fuerte de Zannini.
Al secretario Legal le agrada trabajar e influir en la penumbra . Pero se unta
con el barniz de progresismo que le encanta a Cristina. Un dato más: compartió
con la Presidenta el diseño electoral que empinó a La Cámpora. Esa organización
tendrá también sillones en el futuro gabinete, tal vez varios en la segunda
línea.
A Cristina le importa más la lealtad y la disciplina que la capacidad y la
decencia de los hombres camporistas. La Presidenta ha dejado de hablar del
supuesto blindaje argentino frente a la crisis mundial y de las bondades
distributivas del modelo. Al contrario, sus últimas referencias apuntarían a una
inmediata austeridad, como si tuviera evidencias de que las inconsistencias del
modelo son más profundas y extendidas de lo que presumía. Tampoco promociona las
paritarias libres: al contrario, viene pidiendo moderación en los reclamos
salariales y una baja en los conflictos que se replican.
Quizás, aquellas inconsistencias del modelo alteren también la paz social .
Esa posibilidad la habría llevado a adoptar otro giro conservador para armar el
gabinete que viene.
Carlos Tomada continuaría como ministro de Trabajo . Es un viejo especialista en
derecho laboral ligado al sindicalismo. Tomada habría archivado su ilusión de un
prolongado descanso. Tal vez peor que eso: los próximos años podrían asemejarse,
en densidad de conflictos sociales, a los dos primeros del kirchnerismo cuando
ni la economía chorreaba como debía ni el sistema asistencialista funcionaba a
todo vapor.
Una de las inconsistencias del modelo que condujeron a este punto es la
inflación . Cristina mencionó en la UIA la necesidad de hablar en serio. ¿Qué
sería eso? Nada indica que Guillermo Moreno no vaya a continuar en el próximo
turno. Y si cambia de ramo, dejaría en su lugar un espejo suyo: Beatriz
Paglieri. Tampoco hay señales de algún proyecto de cambio en las estadísticas
del INDEC. El Gobierno sigue aferrado a índices irreales de inflación. Moyano
contestó que para el sindicalismo la inflación sigue siendo la del supermercado.
Un antagonismo que vaticina tensiones y peleas.
La Presidenta también aludió en la UIA a las inversiones. La falta de
inversiones que expandan el sistema productivo inciden en el alza de precios.
Pero las señales, también en este plano, son contradictorias. El recorte de
subsidios evidenciaría la voluntad de reducir el gasto público y ordenar la
macroeconomía. Los controles policiales de la AFIP en torno del dólar
desalentarían cualquier ingreso de fondos. También, la decisión oficial de
tratar de entorpecer el reparto de dividendos en empresas.
¿Qué empresario estaría dispuesto a realizar una inversión en la Argentina si su
dinero podría luego quedar como rehén de los caprichos del poder? Igual que en
el caso de Moreno, tampoco hay pistas de que algo varíe en la AFIP. Ni siquiera
Ricardo Echegaray, su titular.
Cristina se mueve entre esas dualidades a días de asumir. Volvió a combinar el
tono cordial impuesto como norma desde la muerte de Kirchner con otro
encrespado.
También su ánimo templado de los últimos tiempos flaqueó . Quizá porque empezó a
percibir que los días dulces de la gran victoria se alejan.
El reordenamiento de Aerolíneas es un eufemismo más: se trata de otro ajuste
para un modelo que acumulará en el 2011 un déficit de $ 23 mil millones .
Encubre además una pelea de poder entre La Cámpora y ex socios kirchneristas,
los gremialistas Cirielli y Pérez Tamayo. Esa vieja sociedad explicaría el
encono con que Cristina fustigó a mecánicos y pilotos.
La Presidenta confesó haber participado de un boicot, junto a ellos, cuando la
española Marsans gerenciaba Aerolíneas.
Una revelación gravísima.
Improvisó un acto para inaugurar un hangar –que Cirielli afirma que existía, que
lo utilizó American Airlines y que fue maquillado para la ocasión– con el
propósito de terciar en la pulseada y apuntalar a Recalde y a La Cámpora.
El problema es, con evidencia, político. Quizá Cristina sepa poco sobre las
cosas que suceden en Aerolíneas. El nuevo plan anunciado lo ensayaron antes, sin
fortuna, Iberia y Marsans.
No existe nunca en la mirada del Gobierno alguna perspectiva más amplia .
Rodolfo Terragno afirma que cuando existe déficit en una empresa o un país hay
dos caminos para combatirlo: elaborar un plan de desarrollo para aumentar
ingresos o ajustar gastos.
Cristina y sus jóvenes optaron por el último camino, aunque el relato pretenda
decir otra cosa.


