El próximo domingo se librará la "madre de todas las batallas". Esta expresión nació en el año 480 a.C., cuando un puñado de soldados espartanos al mando del rey Leónidas resistió al inmenso ejército persa del rey Jerjes en el desfiladero de las Termópilas, en una batalla que el cine acaba de conmemorar y en la que todos los combatientes espartanos ofrendaron sus vidas por la libertad de Grecia. Así lo recordó el epitafio dedicado a los héroes de las Termópilas con estas palabras: "Caminante, ve y dile a Esparta que sus hijos cayeron aquí, en defensa de sus leyes".
Desde entonces se les ha dado el nombre de "madre de todas las batallas" a aquellas instancias bélicas o políticas en las que un pueblo decide su destino. No sería excesivo otorgarle a la jornada electoral que viviremos el próximo domingo ese nombre épico porque de aquí a siete días los argentinos despejaremos, al votar, tres incógnitas cruciales. La primera es si Cristina Kirchner se pondrá en camino hacia la reelección que pretende en octubre, o si quedará lejos de ella. La segunda es en qué posición relativa quedarán, cada uno de ellos, Eduardo Duhalde, Ricardo Alfonsín, Alberto Rodríguez Saá, Hermes Binner y Lilita Carrió, los cinco candidatos presidenciales de la oposición . Si la primera y la segunda incógnita, una vez despejadas, mostrarán la "foto" del 14 de agosto, la aclaración de la tercera incógnita nos mostrará su "película", al revelar hacia dónde nos estamos desplazando los argentinos con miras al domingo 23 de octubre, día en el cual pronunciaremos la palabra final.
Universal y virtual
La elección del 14 de agosto será, por lo pronto, universal , por cuanto los
casi 29 millones de ciudadanos inscriptos en el padrón estaremos obligados a
votar. Pero también será virtual por cuanto, siendo únicamente "primaria", no
determinará por sí sola la consagración definitiva de un candidato, ya que esta
tarea será consumada únicamente el 23 de octubre. ¿Para qué servirá, entonces,
el 14 de agosto? Será como una gigantesca encuesta con millones de respuestas,
para que podamos ubicar a los diversos candidatos en un "ranking" escalonado, de
modo tal que nos sea posible emitir en octubre un "voto útil" en favor o en
contra de alguno de ellos.
Los 24 distritos electorales del país se pronunciarán el próximo domingo, aunque sea en forma "virtual", por el presidente y el vicepresidente, los senadores nacionales y los diputados nacionales de su preferencia. A esta inmensa muestra nacional se sumarán las elecciones provinciales en aquellos distritos que no han elaborado su propio calendario, a saber las provincias de Entre Ríos, San Luis, San Juan y Buenos Aires. En este último distrito, de lejos, el mayor del país, los votantes pasarán por un verdadero calvario en el cuarto oscuro, ya que, aparte de los candidatos nacionales, deberán escoger gobernador, vicegobernador y una multitud de senadores y diputados provinciales, de intendentes y concejales municipales y hasta de consejeros escolares.
Cristina: ¿sí o no?
Recordemos las reglas de juego de la elección presidencial. Si Cristina
obtuviera en octubre un 45 por ciento de los votos o más, quedaría elegida en la
primera vuelta. Así ocurrió en 2007, cuando llegó al 46 por ciento. En tal caso,
ya no importarían las cifras de sus rivales. Si Cristina quedara entre el 40 y
el 45 ciento, en cambio, sólo ganaría en primera vuelta si obtuviera diez puntos
más que el más empinado de sus rivales. Si Cristina quedara por debajo del 40
por ciento, en fin, tendría que presentarse a la segunda vuelta del 20 de
noviembre frente al más votado de sus rivales sí o sí, obtuviera éste los votos
que obtuviera.
¿Parece ésta una carrera con vallas para la Presidenta? Sí, pero con vallas bajas : no se olvide que el verdadero ballottage, allí donde se lo practica auténticamente, exige al ganador un mínimo de 50 por ciento más uno de los votos. Macri acaba de cumplir con esta mayor exigencia, ya que la primera vuelta del 10 de julio no le alcanzó, pese a haber obtenido el 47 por ciento de los sufragios.
El 45-40 por ciento que necesitará Cristina para ganar será, de hecho, un ballottage "rebajado" por sugerencia de Carlos Menem a Raúl Alfonsín cuando ambos celebraron el Pacto de Olivos; una sugerencia que resultó innecesaria porque, en 1995, cuando resultó reelegido, Menem sobrepasó el 50 por ciento.
Pero esta aritmética peculiar de nuestros comicios afectará más aún a los candidatos presidenciales de la oposición, ya que si ninguno de ellos sobrepasa el 30 por ciento del total, podría quedar eliminado en la primera vuelta por Cristina en el caso de que ella alcanzara la "cifra mágica" del 40 por ciento.
Todos estos números deberán concretarse, para ser efectivos, el 23 de octubre. Según sean los guarismos del 14 de agosto, empero, estos nos dirán el nombre del candidato opositor que podrá desafiar a Cristina en octubre, a la hora de la verdad. Vale la pena consignar, en este sentido, que cuantos menos ciudadanos voten el 14 de agosto, más fácil le resultará a Cristina, por razones simplemente aritméticas, incrementar su propio porcentaje.
La tercera incógnita
De las tres incógnitas que hemos planteado, la tercera será decisiva. Es que, si
tomáramos únicamente las cifras del 14 de agosto, sólo estaríamos mirando, como
ya dijimos, la "foto" de esta campaña electoral. ¿Hacia dónde apuntará la
"película" de ella? La pregunta es válida porque, tanto por lo sucedido en la
Capital como en Santa Fe, no importa tanto subrayar que la oposición en manos de
Macri ganó ni que se haya colocado segunda en manos de Del Sel, sino algo más
significativo: que en ambos casos obtuvo muchos más votos de los que se
preveían. En Capital, Filmus fue aplastado por Macri. En Santa Fe, Rossi quedó
tercero, lejos, de Bonfatti y Del Sel. En Córdoba , hoy, el cristinismo no
tendrá siquiera un candidato propio a gobernador. Aun si gana finalmente De la
Sota, habrá llegado a los comicios después de haberle rechazado a Cristina la
imposición de su candidato a vicegobernador, como ella pretendía después de
haberlo obtenido frente a Scioli en la provincia de Buenos Aires.
Dados estos antecedentes, urge esta pregunta en dirección del 14 de agosto: ¿no se está moviendo el humor del pueblo, finalmente, en contra de Cristina? ¿Hacia dónde marcha, en suma, la corriente profunda de la voluntad ciudadana? En estas semanas, ¿terminará simplemente un plazo de cuatro años de Cristina, al que seguiría otro más, o agonizará, en cambio, el ciclo de ocho años del autoritarismo kirchnerista-cristinista, al que seguiría el renacimiento de sus cenizas de la república democrática?
Si existe una tendencia anticristinista en la sociedad, que ya ha empezado a manifestarse en Santa Fe y la Capital, ¿hasta dónde llegará? Hoy, en Córdoba, aun cuando ganara De la Sota, el suyo no será un voto cristinista, pese a que el ex gobernador ha demostrado ser un verdadero maestro en el arte de la ambivalencia . Si ganan Aguad o Juez, el suyo será un triunfo claramente anticristinista.
Pero a estas observaciones que podrían promover el optimismo de los que creen que está sonando la hora final del kirchnerismo cristinista, a esta sensación de euforia habría que moderarla reconociendo la dificultad que podrían encontrar los opositores para celebrar un acuerdo después que se conozcan las cifras del 14 de agosto. ¿Qué pasaría por ejemplo si Duhalde y Alfonsín, prácticamente, empataran? ¿Quién de ellos estaría dispuesto a ceder la primacía? ¿Cuál sería, en tal caso, la frontera entre el egoísmo y la grandeza? En la noche del 14 de agosto, empezaremos a saberlo..


