Se inició con la sorpresiva victoria de su candidata a gobernadora en Catamarca, continuó con el empate logrado en Chubut ante el delfín del gobernador Mario Das Neves, que sólo se impuso por 384 votos, siguió con el triunfo de Juan Manuel Urtubey en Salta, aun cuando éste exhibió un perfil propio, diferenciado del gobierno nacional, y terminó este fin de semana con el esperado éxito en las elecciones provinciales de La Rioja.
Hay otro dato que hace aflorar el triunfalismo de quienes impulsan la reelección de Cristina Kirchner. Y es que algunas encuestas le están otorgando a la Presidenta una imagen positiva prácticamente similar a la que ostentaba en diciembre de 2007, cuando accedió a la Casa Rosada.
Así, la encuestadora Management & Fit, que dirigen Guillermo Seita y Mariel
Fornoni, le asigna a Cristina Kirchner un 56,8 por ciento de imagen buena o muy
buena; un 19,9 por ciento de imagen regular y un 20,4 por ciento de imagen mala,
de acuerdo con un sondeo realizado en el orden nacional entre 1733 encuestados y
concluido el 11 de mayo.
Con todo, la intención de voto de la Presidenta, de acuerdo con la misma
encuesta, no alcanza aún el 40 por ciento: se ubicaría en el 38,6.
Si bien la tendencia de los últimos meses favorece a la primera mandataria, no puede hablarse por el momento de una ola arrasadora del kirchnerismo. Lo más prudente tal vez sería esperar a las elecciones locales en tres distritos clave: la Capital Federal (el 10 de julio), Santa Fe (el 24 de julio) y Córdoba (el 7 de agosto). Esos distritos, que sumados representan el 26 por ciento del electorado nacional, son particularmente importantes no sólo por su tamaño, sino porque albergan a sectores medios, tanto urbanos como rurales que en los últimos años le han dado la espalda al oficialismo. Lo que suceda allí podrá dar una idea de cuál podría ser la suerte de Cristina Kirchner con relación a su performance electoral de 2007, cuando resultó elegida con poco más del 45 por ciento de los votos.
El gran interrogante de las próximas semanas seguirá siendo si los distintos sectores de la oposición consiguen aplicar una estrategia inteligente para configurar una alternativa competitiva. Algo que los gestos de los principales referentes de la oposición no permiten pronosticar.


