El Campo fue el motor del crecimiento de los proyectos inmobiliarios en la Argentina desde el 2002, con la figura del Fideicomiso como vehículo de inversión y resguardo de ganancias.
La rentabilidad de la soja en la Argentina, para muchos productores, acopiadores e integrantes de la cadena agroindustrial permitió contar con ganancias que buscaban resguardo e inversión en la Economía Nacional.
En el país, donde las empresas se encuentran inmersas en una constante incertidumbre por los ciclos de inestabilidad característicos, el fideicomiso es una herramienta muy útil para transmitir confianza a los inversionistas, disminuir el riesgo y, por consiguiente, ser una opción clara de resguardo del capital.
Si uno recorre el País, puede observar en Capitales de la Provincia de Córdoba o en Ciudades como Rosario, el gran crecimiento en los últimos ocho años de los proyectos inmobiliarios construidos mediante el Fideicomiso como vehículo.
El notable crecimiento de barrios como “Nueva Córdoba”, en la capital mediterránea, con el Fideicomiso como baluarte de la construcción, está absolutamente ligado al inversor del agro que apuesta a esta figura.
Si analizamos los inversores en dichos proyectos, un número importante son productores, contratistas, empresarios de la cadena Agropecuaria o Agroindustrial que apuestan al negocio de la Construcción como alternativa de negocio y resguardo de valor.
El Fideicomiso se configura cuando se trasfiere un bien inmueble al fiduciario para que administre y desarrolle un proyecto inmobiliario, de acuerdo con las instrucciones señaladas en el contrato, para luego transferir las unidades construidas a quienes resulten beneficiarios del respectivo contrato.
Este Fideicomiso tiene la ventaja que los recursos entregados por los compradores (patrimonio fiduciario) se destinarán exclusivamente a la construcción del proyecto, quedando a salvo de la acción de los acreedores de los compradores (fiduciantes) en tanto constituye un patrimonio de afectación distinto y separado del de éstos.
El patrimonio separado, sumado a la aplicación de los fondos destinados al proyecto y el resguardo de los fondos de los inversores, le permitió a los que apuestan por el negocio inmobiliario ser receptores de las divisas provenientes del campo Argentino.
El patrimonio separado genera el aislamiento de los bienes afectados al fideicomiso, entregados por el fiduciante inversor al fiduciario, respecto de eventuales acreedores particulares de ambos, por cualquier naturaleza y privilegio. Así, estos acreedores se ven impedidos de accionar sobre los bienes del fideicomiso, quedando éstos protegidos de la acción de terceros.
Otras ventajas del Fideicomiso inmobiliario como atracción para los inversores agropecuarios es la flexibilidad de los aportes a realizar para la adjudicación de unidades, con cuotas a medida de los ingresos; la posibilidad de invertir “en el pozo”, con lo cual les otorga una rentabilidad entre lo que pagan y el precio de mercado una vez finalizado; la auditoria y gestión profesional de los proyectos permite a su vez lograr confianza para los inversores.
El elevado precio del m2 en zonas como Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los desarrollos de barrios cerrados, las zonas turísticas, generan una atracción en la inversión como negocio y como resguardo de valor. El productor, el acopiador o todos aquellos que invierten y trabajan en la actividad Agropecuaria no desconocen sobre los beneficios del negocio inmobiliario.
Si uno analiza la Evolución de la Construcción en la Argentina, puede encontrar la relación directa entre crecimiento de PBI, crecimiento de la construcción y el crecimiento de las exportaciones de la Agroindustria.
La existencia de la figura del Fideicomiso inmobiliario como vehículo de inversión y estructuración de edificios, barrios privados entre otros, le permitieron al Agro contar con una herramienta de resguardo legal para la colocación de excedentes de capital buscando la diversificación de inversiones o una mejor calidad de vida.
En gran medida, desde el año 2002 el destino de las obras se orientó hacia los emprendimientos privados enfocados a la vivienda cuyos capitales para la realización no provinieron en su mayoría de créditos bancarios, ni muchas veces no bancarizados.
Los buenos precios a nivel internacional de nuestros granos y los buenos rindes de la cosecha se derramaron en el sector inmobiliario durante estos últimos años, permitiendo decir con certeza que el agro fue no solo el motor de la Argentina si no también, de la construcción.
Los desarrolladores inmobiliarios cada vez se relacionan mas con los inversores agropecuarios a tal punto que existen proyectos que, con la participación de acopiadores, toman como aportes los granos a cuenta de cuotas en fideicomisos Inmobiliarios.
Con las rentabilidades del Agro, el crecimiento del Mercado inmobiliario apalancado por el Fideicomiso como vehículo jurídico organizacional y los aspectos macro de la economía Argentina (tipo de cambio, crecimiento del valor del m2, la inseguridad jurídica, etc.); llevan a expresar que va a continuar esta sinergia entre el Agro y el desarrollo inmobiliario.
El vehículo del Fideicomiso permite darle al integrante de la cadena Agropecuaria, el esquema de mayor resguardo para su inversión inmobiliaria y le permite seguir apostando por el País.
*El autor de la siguiente nota, Dr. Augusto Acuña, es abogado, realizó un Postgrado en Agronegocios y alimentos en la Universidad de Buenos Aires (UBA), al tiempo que es docente de dicha institución y asesor de empresas


