Ernesto Sanz bombardeó su propia criatura: fue él quien ideó el plan de internas anticipadas en el radicalismo, convenció a Ricardo Alfonsín, decidió postularse y anunció que Julio Cobos ya estaba fuera de la carrera hacia la Casa Rosada porque la oferta de la UCR se definiría "sí o sí" el 30 de abril.

La onda expansiva llenó de heridas al partido que él conducía hasta el inicio de su aventura presidencial. Aunque no lo dijo ayer, dejó correr sospechas sobre sus rivales internos y anunció que competirá en agosto en las primarias obligatorias que debe controlar la Justicia.

¿Qué ilusión de gobernabilidad transmite la UCR si antes siquiera de definir sus alianzas electorales muestra una división tan encarnizada? ¿Cómo instalar un mensaje de "institucionalidad" mientras se acusa a los propios y se eluden las reglas de juego acordadas?

La decisión de Sanz deja al radicalismo en un escenario aún más difícil que el que ya estaba para volver al poder. La indefinición hasta agosto incomoda al socialismo de Hermes Binner y al GEN de Margarita Stolbizer: los dos se sienten cerca de Alfonsín y distantes de Sanz y Cobos. Si tuvieran que elegir a ciegas, ante la obligación de anotar los acuerdos en junio, podrían incluso optar por un proyecto que les asegurase al menos la coherencia ideológica (como el que encarna Pino Solanas en Proyecto Sur). Elisa Carrió sintió convalidada su decisión de llevar a la Coalición Cívica por un carril separado.
Incluso si se siguen los argumentos que el sector de Sanz esgrimía hasta hace una semana, estirar la incertidumbre hasta dos meses antes de las elecciones generales es todo ganancia para el oficialismo, que tiene muy claro quién será su candidata: Cristina Kirchner.

Ricardo Alfonsín quedó indignado al descubrirse protagonista de una campaña virtual. En su afán por crecer, sumó a archirrivales -como Leopoldo Moreau-, a los que había prometido desterrar del poder radical durante su ascenso interno. La adhesión al ricardismo de casi todos los dirigentes que controlan desde hace años la estructura de la UCR le dio excusas a Sanz para instalar el fantasma del fraude. Es tan cierto como que su candidatura no pareció causar al menos hasta ahora el revuelo que él imaginaba en el tablero electoral. Lo admitió él cuando dijo ayer que no veía "suficiente conciencia en la sociedad" para participar en abril de unas elecciones internas.

En respuesta, las autoridades de la UCR amenazan con proclamar a Alfonsín su candidato oficial, en un acto que chocará con la ley. Nadie puede prohibirles a Sanz y a Cobos presentarse en agosto.

Confusión

El desconcierto no es patrimonio radical. Un par de horas antes de Sanz, Mauricio Macri anunció la fecha de las elecciones porteñas después de meses de dudas. Fracasó en su intento de unificar las elecciones, una empresa en la que invirtió engorrosas gestiones, pero que se desinfló a medida que crecía el miedo en Pro a una derrota doble en octubre.

Al final, Macri separó todo lo que pudo las elecciones locales de las nacionales. Y evitó desmentir definitivamente a su entorno íntimo, que le pide pelear la reelección y olvidarse de enfrentar a Cristina Kirchner. Hasta la precandidata Gabriela Michetti dice en público que no sería mala idea que Macri buscara un segundo mandato en la ciudad.

El jefe porteño hace movimientos que sus potenciales aliados del Peronismo Federal interpretan como titubeos. Francisco de Narváez ya le dijo en una reunión privada que espera que anuncie ya la candidatura nacional. Mientras tanto, negocia también con radicales y otros sectores del peronismo, en un intento de recuperar la posición que perdió en la provincia durante los meses en los que se embriagó con un sueño presidencial que choca con la Constitución.

Las otras cabezas del PJ disidente caminan por un laberinto. Mario Das Neves quedó malherido por el escrutinio manchado de sospechas en Chubut. Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá se encaminan a unas internas que todo su entorno quiere suspender por miedo a marcar un récord de baja participación. Felipe Solá ya no puede ocultar la incomodidad de hacer política en un espacio al que imagina encarrilado al fracaso.

El kirchnerismo se deleita con estos devaneos. Los desafíos de Hugo Moyano, las crecientes contradicciones ideológicas, el revival del reeleccionismo indefinido, el pacto con Carlos Menem, el revisionismo del crimen de María Soledad Morales y los tropiezos de gestión se administran más fácil con una oposición dedicada minuciosamente a escribir el manual de la derrota perfecta.