A las excelentes lluvias acaecidas sobre Buenos Aires y La Pampa desde el 15 del actual se sumaron las muy buenas precipitaciones del 19 para las zonas más necesitadas de Santa Fe y de Entre Ríos, y el crucial alivio posterior registrado en Córdoba los días 24 y 25.
Con estas lluvias se despeja en buena medida el temor de un acentuado fracaso de producción para la actual campaña sojera argentina. La mayor parte de los analistas ubican sus proyecciones de cosecha entre 45 y 48 millones de toneladas, bastante por encima de las temidas cifras que se estimaban a mediados del presente mes. Queda por ver si las comparativamente tardías siembras de segunda del presente año encontrarán a partir de marzo las temperaturas adecuadas para su desarrollo.
A este cambio de expectativas en nuestro país se suman mejoras para Paraguay y para Uruguay, y una situación muy favorable para los cultivos en Brasil. En este contexto, las cotizaciones de la oleaginosa en el Mercado de Chicago tuvieron una semana con tendencia bajista.
Por otra parte, las distintas medidas impulsadas por el gobierno chino para frenar el crecimiento de su economía -buscando controlar por este medio los precios internos de los alimentos- no parecen haber tenido hasta aquí el efecto deseado. Tal situación genera temores acerca de un posible endurecimiento de la política del gigante asiático en este sentido. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el consumo chino de soja y de maíz ha venido creciendo en forma prácticamente constante desde inicios de la década del 90, circunstancia que difícilmente se revierta en el horizonte previsible.
Como contraparte de los mencionados factores, la situación de EE.UU. en materia de abastecimiento, tanto de maíz como de soja, es crítica y tiende a agravarse. Ello es así para la presente (también puede llegar a serlo para la próxima) temporada. En tal sentido, las actuales relaciones que miden el stock respecto del consumo se encuentran en la peor situación agregada de la historia. Esto limita el potencial de baja de los precios, al menos hasta que la plaza internacional -y especialmente la estadounidense- encuentren señales convincentes de racionamiento de la demanda que equilibren las actuales distorsiones.
Demanda de trigo
A contramano de lo sucedido con la soja y -en menor medida- con el maíz, los precios internacionales del trigo se fortalecieron en la última semana a consecuencia de un inesperado resurgimiento de la demanda. El malestar social en los países árabes del norte de Africa y sus ya evidenciadas consecuencias políticas impulsaron compras destinadas a evitar preventivamente la escasez de este importante cereal en varias naciones importadoras. Ello, en un marco de dudas acerca de las futuras cosechas trigueras de EE.UU. y de China (debido a la importante sequía), las cuales representan conjuntamente el 25% de la producción mundial.
Esta mejora del precio internacional contrasta con el reducido nivel de operaciones de la plaza doméstica. De la mano del conflictivo régimen local de exportaciones, el interés comprador de los exportadores sigue siendo escaso y se concentra en una calidad del trigo prácticamente inexistente, todo lo cual sigue derivando en una inadecuada formación interna de los precios.
Mientras tanto, y en franca contradicción con su insistente apoyo a la actual política de comercialización del cereal, el gobierno promueve -utilizando a la industria molinera- tratamientos selectivos destinados a favorecer la comercialización y el precio final obtenido por determinados sectores de la producción. Cualquier semejanza con un mercado donde impere la igualdad de derechos es obra de una capciosa imaginación.


