Esta fábula contiene un prólogo cargado de amenazas y un epílogo inofensivo. El martes pasado por la tarde, cuando habló por cadena nacional, la Presidenta siguió puntualmente las huellas de Esopo. En la primera parte de su discurso pretendió construir un nuevo relato a resultas del cual los directivos de LA NACION y Clarín fueron acusados de haber cometido un delito de lesa humanidad contra la familia Graiver, una acusación a la que miembros de la propia familia han desmentido categóricamente. ¿Cómo explicar esta abierta contradicción entre el agresivo prólogo del discurso presidencial, cargado de denuncias contra los dos diarios que hacían temer desde la intervención gubernamental en Papel Prensa hasta la prisión de sus directivos, y el manso epílogo que sometió el discurso a la justicia y al Congreso?
El origen del relato de los Kirchner reside en que ellos han llegado a creer que su aplastante derrota electoral de hace un año, en vez de resultar de que el pueblo les había dado la espalda, un giro que los medios independientes no hicieron más que reflejar, provino en cambio de la manipulación maligna de los propios medios, por lo cual llegaron a la conclusión de que sólo una nueva manipulación de los medios, en sentido contrario, les permitiría recuperar el favor popular. De esta percepción errada sobre la marcha del espíritu popular provinieron tanto el proyecto de la Ley de Medios y la embestida contra Fibertel como el relato que Cristina Kirchner pretendió consagrar anteayer.
Pero, al terminar el discurso, la Presidenta vaciló en llevar hasta las últimas consecuencias su propia interpretación, sin poder evitar además que el verdadero relato sobre el trágico destino de los Graiver saliera a la luz. La nuda verdad es que David Graiver, después de haberse comprometido a manejar las finanzas de los Montoneros, no les cumplió, y que la organización terrorista conminó a su familia al pronto pago de las deudas que había dejado el infortunado David. Siguió entonces la venta de diversos activos de la familia, entre ellos Papel Prensa, que fue adquirida en una operación inobjetable varios meses antes de que la furia militar se desatara contra los Graiver, en una clara violación de sus derechos humanos. Al mezclar la causa de los derechos humanos con su ambición de controlar la prensa los Kirchner terminaron por ensuciar la principal bandera con la que habían querido revestirse. No sólo el intento del Gobierno de apoderarse de Papel Prensa sino también la utilización mezquina de la causa de los derechos humanos, quedaron de este modo al descubierto. Al moderar la parte final de su discurso, ¿intentó acaso la Presidenta reconciliarse a último momento con la verdad? Esto es, al menos, lo que deseamos.


