Por Carlos Zaffore, PRESIDENTE DEL MOVIMIENTO DE INTEGRACION Y DESARROLLO
Tribuna En la economía, como en la vida, hay cosas que deberían ser una
bendición y no lo son. En estos años estudios académicos importantes han
descripto el fenómeno denominado “la maldición del petróleo”.
Consiste en que la plétora de ingresos por el petróleo en lugar de derivarse a inversiones en industria y obras básicas que cambien la estructura económicosocial se utilizan en el clientelismo político o en acciones de otro tipo que tienden a perpetuar en el poder al gobernante de turno , cuando no van sencillamente al despilfarro.
Ya antes que interesara al ámbito académico, en los 60, el venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo, uno de los fundadores de la OPEP, percibió el fenómeno y llamó al petróleo “excremento del diablo”. Luego los estudios sistematizaron los datos y establecieron que la excepción al fenómeno fue Noruega , que excluyó del presupuesto los ingresos del petróleo y los destinó estrictamente a un fondo de inversión.
Uno de esos estudios, el de Jeffrey Sachs, de la Universidad de Columbia, estableció una correlación entre abundancia de recursos y desarrollo; la conclusión, con excepciones, claro, fue que l os países más carentes en recursos crecían a mayor ritmo. Suiza y Japón son casos emblemáticos . El estudio de Sachs extiende el análisis a todos los recursos naturales, no sólo el petróleo. Se refiere a la maldición de los recursos naturales .
La Argentina cayó en esa trampa de los recursos naturales en las últimas décadas del siglo XIX y no se industrializó . Un país que entonces tenía idénticos recursos, Estados Unidos, eludió la seducción de la plata dulce, se industrializó y quedó blindado para enfrentar las oscilaciones del ciclo de precios de las carnes y granos. La diferencia en los resultados es obvia.
Hoy la Argentina se beneficia de un ciclo de altos precios de la soja, que según los especialistas se prolongará unos años . Con influencia de la soja hemos tenido fuertes superávits del intercambio con un pico de casi 17.000 millones de dólares en 2009. ¿Haremos como Noruega o Estados Unidos? ¿Eludiremos la “maldición de la soja”? ¿Aprovecharemos los excedentes para el desarrollo? Hasta ahora no lo estamos haciendo .
No hay política de desarrollo, el Gobierno tiene cierta preocupación porque se está importando más a causa del atraso cambiario e intenta algunas medidas restrictivas y a lo sumo sustitutivas de importaciones. Pero la preocupación no va más allá de que en tiempos preelectorales no disminuya el stock de reservas al que pueda echar mano, como ha estado haciendo . El punto central a debatir de cara al 2011 es que no nos endulcemos con la soja y generemos una verdadera alternativa antes que el ciclo de la soja pase o se aplane .
La alternativa no es otra que el desarrollo.
El mero crecimiento no es desarrollo , que estuvo ausente estos años aunque, salvo el bajón del 2008/2009, crecimos a tasas superiores al 7%. El desarrollo es más que una cantidad, es un cambio cualitativo, estructural . Es el pasaje de una situación a otra por decisión nacional.
Habrá desarrollo cuando eludamos “la maldición de la soja”, cuando haya decisión política de utilizar los ingresos que genera el complejo sojero para la inversión en conocimiento, en actualización tecnológica, en industrias clave y en la construcción de una infraestructura adecuada a ese nuevo perfil económico.


