En su 124° edición, la Exposición Rural, organizada por la Sociedad Rural Argentina, vuelve a demostrar el notable vigor de la muestra y del campo. Asimismo, ha vuelto a quedar probado el interés ciudadano por el campo, expresado por la multitudinaria concurrencia de todas las edades y profesiones, así como la convicción que brota por doquier de la trascendencia del campo en la economía y el bienestar general.
Es de lamentar, al respecto, que no se cuente con la participación del gobierno nacional, debido a la ausencia de la presidenta de la Nación y del ministro de Agricultura. Como aditamento de la deserción estatal, no se han hecho ver los stands del citado ministerio, del INTA, del Senasa y otros organismos del Estado nacional.
En cambio, concurrió a la muestra e intervino activamente el ex presidente de la vecina República del Uruguay Tabaré Vázquez, hecho político en el marco de las actuales relaciones diplomáticas, en las cuales el presidente José Mujica pone todo su empeño en lograr el mejor entendimiento.
Viene, entonces, al caso pasar revista a la abismal diferencia existente entre la política agraria del vecino país y la nuestra, y, en particular, la referida a la ganadería, actividad con los mejores perfiles para una comparación.
Durante décadas, la ganadería uruguaya mostró un virtual estancamiento: entre 1970 y 1990 creció solamente un 8 por ciento. Fue a partir de la mitad de la década del 90 que la producción de carne vacuna creció rápidamente. De 650.000 toneladas en peso vivo producidas en 1990, se pasó a 1.080.000 en 2005, vale decir que creció un 66 por ciento.
Ese cambio fue debido a la eliminación de las regulaciones que perturbaban su desarrollo. Las principales fueron la eliminación gradual, hasta su eliminación, del impuesto a las exportaciones. Hoy no rigen estas detracciones, ni para la ganadería ni para los demás productos. El tipo de cambio es ahora libre, mientras que las relaciones de compraventa de productos se rigen por la oferta y la demanda.
El abastecimiento de carnes a Montevideo y aledaños fue desmonopolizado y abierto a la competencia de las empresas privadas. En materia de exportaciones en general, se agregó la devolución de impuestos indirectos del 2,5 y 4 por ciento, según los productos.
Así las cosas, las exportaciones de carnes vacunas crecieron y se situaron apenas por debajo de las argentinas, pero cabe recordar que el país oriental tiene una extensión apenas superior a la de nuestra provincia de Córdoba y gran parte de sus suelos son de inferior calidad a los de nuestra pampa húmeda.
Es particularmente destacable que el proceso de cambio expuesto más arriba ocurrió a partir de 1990, durante las sucesivas presidencias de Luis Alberto Lacalle, Julio Sanguinetti, Jorge Batlle, Tabaré Vázquez y, ahora, de José Mujica, quienes, al margen de sus diferencias políticas, mantuvieron el rumbo descripto sin vacilaciones ni retrocesos. Mantuvieron la llamada política de Estado bajo cuyo paraguas el país vecino logró estos y otros progresos de la actividad agraria. La continuidad de políticas acertadas a lo largo de diferentes gobiernos caracteriza a los países maduros.
Exactamente lo inverso de lo que ocurre aquí, con retenciones del 15 por ciento para las carnes y otras de hasta el 35 por ciento en el caso de la soja, con el añadido de la derogación de la devolución de impuestos indirectos y la sanción de un caudal de restricciones.
En síntesis, Uruguay crece de la mano de su gente de campo en medio de un favorable clima de negocios, en tanto que aquí, con un clima adverso, se ha logrado reducir la producción ganadera, de trigo, del tambo y otras.
No solamente nuestros vecinos del Plata han crecido. Brasil se ha transformado en una potencia agrícola y también han logrado progresos sustanciales Chile, Perú y Colombia. Nuestras autoridades deberían reflexionar al respecto.


