Hacia fines de 2007, dos años y medio atrás, la política argentina parecía encaminarse hacia un cambio.
La crisis 2001 2002 había generado la ruptura del sistema bipartidario radical peronista que había dominado la política desde los años cuarenta y desde el mismo oficialismo se planteaba que el futuro estaba entre una coalición de centroizquierda, liderada por Kirchner y con eje en el peronismo progresista, y otra de centroderecha, encabezada por Mauricio Macri.
En 2007, el primero había ganado la elección presidencial con la candidatura de su esposa alcanzando el 45% de los votos y el segundo venía de lograr un rotundo triunfo en la Capital, imponiéndose en la segunda vuelta con el 64%.
Muchas cosas cambiaron desde entonces, en particular el conflicto con el campo en 2008 y la derrota electoral del oficialismo en 2009, que generaron una nueva situación política.
El radicalismo pareció revitalizarse con la popularidad que adquirió el vicepresidente Julio Cobos con su voto en la resolución 125 primero y la constitución del Acuerdo Cívico y Social en las elecciones del año pasado. A su vez, el conflicto con el campo produjo la disidencia peronista y potenció figuras como las de Carlos Reutemann y Francisco De Narváez, quienes ganaron en sus respectivos distritos las elecciones legislativas del año pasado.
Esta situación complicó a Kirchner en su proyecto de transformar al PJ en una fuerza de centroizquierda y generó alternativas opositoras diferentes y más potentes que Macri desde los partidos tradicionales.
Además, el resultado obtenido por el oficialismo porteño en la Capital estuvo por debajo de lo esperado, aunque llevó como primera en la lista a su figura más popular, la vicejefe de gobierno Gabriela Michetti.
Las elecciones de 2009. Es así como la elección legislativa de 2009 marcó el inicio de la declinación de Macri como alternativa nacional y al mismo tiempo complicó las posibilidades del kirchnerismo de obtener un tercer mandato.
Es sobre este cuadro que irrumpen primero las denuncias y después el procesamiento del jefe de gobierno porteño por el caso de las escuchas.
Puede discutirse si Macri formaba parte o no de una asociación ilícita para realizar espionaje ilegal desde la flamante policía metropolitana.
En política las cosas se miden por su resultado y la defensa a ultranza que realizó del comisario Palacios, el primer jefe de dicha policía, terminó siendo un error político.
Además, el argumento de que el ataque en su contra provenía de Kirchner resultaba creíble cuando lo procesaba el juez Oyarbide, quien a fines del año pasado dictó la falta de mérito para el matrimonio Kirchner en la causa del enriquecimiento ilícito. Pero este argumento se debilita al confirmarlo la Justicia en segunda instancia.
Esto es lo que precipitó el cambio de Elisa Carrió, cuyo partido -la Coalición Cívica- es el segundo bloque en la legislatura porteña, quien ahora ha pasado a reclamar que Macri sea investigado.
El desplazamiento del jefe de gobierno no es un hecho imposible. Desde el restablecimiento de la democracia en 1983, aproximadamente un gobernador de distrito ha sido desplazado por renuncia o destitución en la Argentina. Es más, en la misma Capital sucedió durante la presidencia de Kirchner, cuando su aliado Aníbal Ibarra fue desplazado por la Legislatura porteña por los efectos de la llamada masacre de Cromañon.
En la política práctica, la clave está en si Macri logra o no mantener unido al bloque del Pro. La Legislatura tiene 60 legisladores y el oficialismo cuenta con 24. Si ellos se mantienen unidos, pueden impedir la condena en un juicio político que requiere dos tercios.
Pero hace algunas semanas, dos legisladores macristas de origen peronista abandonaron el bloque que tenía 26 y ambos votaron contra el Pro en la sesión en la cual finalmente se postergaron los pedidos de investigación de la oposición. Si otros lo hicieran, es entonces cuando la permanencia del jefe de gobierno puede tonarse crítica, como le sucedió a Ibarra, destituido por el voto de un peronista que había formado parte de su propio bloque.
Quizás por esta razón Macri parece optar por acelerar los tiempos, desechando la posibilidad de una apelación a la Cámara de Casación que hubiera prolongado el proceso sin certeza alguna de obtener un fallo favorable. Es que cuanto antes se realice el juicio, más posibilidades parece tener de mantener unidos a sus legisladores, varios de los cuales pueden empezar a pensar en qué espacio político tienen más futuro.
En la mirada estratégica de la política, el jefe de gobierno porteño parece haber optado por jugar al todo o nada. En momentos en que el resto de la oposición toma distancia de él o lo abandona -ello no sucedió cuando en 2009 se lanzó en plena campaña electoral la denuncia contra Francisco De Narváez por el caso de la efedrina-, opta por polarizar con Kirchner, algo a lo que aspira cualquier candidato opositor, dado el alto nivel de rechazo que tiene el ex presidente, más allá de cierto repunte en los sondeos registrado en los últimos meses.
Se trata de una apuesta difícil, pero quizás sea la única que le quede a Mauricio Macri, no sólo si aspira a ser un candidato a presidente con posibilidades en 2011, sino también si pretende seguir ejerciendo el poder en su distrito.
En consecuencia, al jefe de gobierno porteño sólo le queda hacer lo que normalmente hace Kirchner: redoblar la apuesta.
El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría


