Más allá de los habituales entredichos con sus ex aliados peronistas, Macri se mostraba convencido de que la confluencia entre su fuerza política, Pro, y el Peronismo Federal sería, tarde o temprano, un hecho inexorable.

También Macri comenzó a alentar en los últimos días, antes de iniciar su viaje a Perú y la República Dominicana, la idea de que las elecciones de jefe de gobierno porteño del año próximo se hicieran el mismo día que los comicios presidenciales, hacia fines de octubre.

Entre las conjeturas sobre el trasfondo de esta idea innovadora pueden mencionarse tres. La primera es que una eventual candidatura presidencial de Macri sumaría votos a favor de su postulante a sucederlo en la ciudad, que por ahora sería Gabriela Michetti.

La segunda lectura es que si, finalmente, Macri fuera candidato presidencial y las elecciones locales se hicieran meses antes de las nacionales, una hipotética derrota de su delfín en el distrito porteño debilitaría sus chances de arribar a la Casa Rosada.
La última interpretación se relaciona con la causa penal en la que está involucrado. Es probable que Macri necesite más tiempo para que la Justicia acepte su inocencia, por lo que, en este juego del miedo, los tiempos políticos deberían atrasarse antes que adelantarse.

El jefe porteño se siente cómodo en el papel de víctima de una "causa armada" y de "un aparato kirchnerista que sigue utilizando a los jueces para hacer política", pero requerirá algo más que eso para despejar cualquier duda sobre su responsabilidad en la existencia de una red de espías vinculada con su gobierno.

Es cierto que el kirchnerismo busca desgastar a Macri, entre otras cosas porque considera que es el dirigente opositor que, quizá por su pasado como presidente de Boca, tiene más anclaje en los sectores socioeconómicos más bajos. También es válida la hipótesis de que Néstor Kirchner quiere ver a Macri lejos del Peronismo Federal, para favorecer la fragmentación de la oposición.

Pero hay algo irrefutable. Cuando el jefe de gobierno de la ciudad regrese de su gira internacional, la semana próxima, deberá estar preparado para enfrentar los cuestionamientos con algo más que argumentos para victimizarse. Seguramente, no podrá eludir los pedidos de explicaciones en la Legislatura porteña y tendrá que suministrar argumentaciones mucho más claras que hasta ahora, que vayan más allá de las dudosas consideraciones que puedan merecer algunos de los magistrados que tienen el deber de juzgarlo.