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La falta de estabilidad de los rindes de colza que intenta afianzarse como cultivo en su variedad invernal preocupa a los productores que apuestan a crecer con este desarrollo de un «especiality» oleaginoso.

El experto Pablo Casalá participó de la jornada de actualización técnica de cosecha fina de la región Mar y Sierras donde enumeró algunas claves que permitirían lograr un buen cultivo.

Durante las últimas campañas, el cultivo de colza se fue incorporando a la rotación agrícola de los sistemas de producción de la región sur de Buenos Aires. Según el disertante, esta participación se vio impulsada porque se utiliza en la fabricación de aceite comestible y biodiésel y por el incierto panorama de otros cultivos de cosecha fina.

Entre las ventajas que presenta, Casalá señaló que «en la zona sur, posibilita una siembra temprana del cultivo de segunda, mientras que, en la zona norte, prácticamente libera el lote para sembrar el cultivo de segunda en fecha de primera». Y agregó: «A diferencia de lo ocurrido años atrás, cuando la comercialización del cultivo era un verdadero problema, hoy existen diversos compradores a lo que se suma la posibilidad de fijar valores forward (a futuro)».

También aclaró que es posible vender la mercadería «tomando como referencia mercados internacionales, lo que genera una mayor transparencia y es una gran ventaja si se compara este cultivo con el trigo y la cebada». Y aseguró que «con el actual nivel de retenciones, el margen del cultivo lo vuelve muy competitivo ya que está gravado con el 5% para el aceite y 10% para el grano».

En la actual campaña, al inicio de la siembra de las variedades invernales en la zona sur, se ofrecía un precio de venta de u$s 300 la tonelada, a diferencia de los u$s 200 del ciclo anterior, cuando los costos de fertilizantes y de agroquímicos eran más elevados.

Casalá afirmó que «el área sembrada con colza en el país no crece, principalmente, por que no se ha logrado estabilizar los rendimientos del cultivo», ya que es muy demandante de atención y tecnología.

En la misma campaña y en la misma zona, se han encontrado resultados de 3.200 y 1.200 kilos por hectárea.

El analista identificó que no es un cultivo sencillo y que las labores de siembra y de cosecha exigen tiempo y controles. «Hay que monitorearlo en todos los estados de desarrollo y controlar la aparición de enfermedades e insectos y no es posible estabilizar los rindes si no se cuenta con equipamiento adecuado para realizar las labores y tiempo disponible», dijo.