En los últimos dos años, el sector agropecuario transita una nueva perspectiva en donde la política y la comunicación se convirtieron en unos de los ejes fundamentales para los dirigentes en las posibilidades de crecimiento e integración en la sociedad para lograr consensos. El ingeniero agrónomo y consultor agropecuario Enrique Seminario trabaja desde hace más de 10 años en esta veta, que ahora implica una tarea importante en la coyuntura que atraviesa el campo.
Periodista: ¿Cuál es su trabajo, y cómo se aplica en el sector agropecuario?
Enrique Seminario: Yo hago extensionismo. Es ser facilitador de una conversación para entender la realidad, para que en esa conversación colectiva de gente de distintos orígenes y miradas se puedan encontrar soluciones. Hago esto desde hace 10 años en temas productivos. Al principio, en la zona de Venado Tuerto, en economía de la empresa y algo de mercados. Implica todo lo que es la comunicación. En la conversación se dicen cosas claras y otras no tanto, y otras que no se dicen. Esto tuvo sus resistencias por ese poder que a veces, en vez de liberar, somete.
P.: ¿Cuál fue su intención al participar del World Agricultural Forum (WAF)?
E.S.: En el WAF se proponen discusiones en la diversidad. Este foro se origina en Saint Louis, Misouri. Fui en 2004, siendo asesor ad honórem del secretario de Agricultura, Miguel Campos, y me pareció un interesante espacio de miradas y conversaciones. Sería el equivalente al foro económico que se hace en Davos. Mi mirada es de la agricultura como cultura. Es una mirada más humanista que complementa la hard, de la tecnología, las finanzas. Ambas son importantes.
P.: Sus intervenciones tuvieron fuerte referencia a la seguridad alimentaria. ¿Cuál es el camino en este sentido?
E.S.: Considero que es una clave importantísima lograr mecanismos para dar la base de seguridad alimentaria, siempre tomando la estructura yanqui, pero si China hace lo mismo, el planeta no alcanza para nutrirlo de recursos. El Departamento de Agricultura de Estado Unidos (USDA) es el lugar estratégico, como el Pentágono para la defensa. El presupuesto implica un 65% para las Food Stamps, que son las tarjetas alimentarias. Pase lo que pase, no hay crisis social por la falta de alimentos. Sí puede haber por otros motivos como la falta de empleo.
P.: ¿Cuáles son las perspectivas para lograr este objetivo?
E.S.: A nivel global se armaron regiones para sustituir la bipolaridad. Se armó una Unión Europea y América Latina que es importante que tengan participación en la conversación, con un proceso que está liderando el presidente de Brasil, José Inácio Lula da Silva. Si el África pudiera integrarse, que es lo más frágil, sería una conversación multipolar, que pueda poner cauce a la energía del flujo financiero, el de las mercaderías, y pueda ser un ordenamiento de las personas, que está cada vez más limitado.
P.: ¿Este foro puede impulsar a los países para solucionar el problema?
E.S.: Estas conversaciones permiten dar la parte soft para las políticas públicas, que se asocian a las del Estado, pero yo pienso que permiten la articulación de lo público y lo privado. La seguridad alimentaria es una clave. Está la experiencia en la Argentina, con una estructura de pobreza que va en aumento. Pero es de todos los gobiernos, para no confundirnos con los enojos coyunturales. Hay un desorden que dificulta la alimentación digna, siendo un país importante en la producción de alimentos, para que los niños adquieran autonomía.
P.: ¿Cuáles son las perspectivas de la Argentina y de la región como proveedores de alimentos?
E.S.: Yo inventé la expresión «chacrer», que es la integración del chacarero con el farmer, donde no sólo la integración es con la tierra. La Argentina es un ejemplo de que la agricultura se hace sobre tierras alquiladas, lo que sustenta una actitud del agricultor como cultura. América Latina tiene un inmenso espacio ambiental para recibir la radiación con recursos hídricos para generar desarrollo humano regional que sea capturado eficientemente para traducirlo en granos que se constituyan en alimentos. Y es fundamental que acompañe el sector financiero, y que sea reconocido como el valor de desarrollo social y no como el negocio de unos pocos que se robaron la radiación.


