Por Guillermo D. Rueda

Abatido y desesperanzado. Tal era el estado de ánimo del productor Humberto Bertolino mientras observaba cómo uno de sus campos, el de 630 hectáreas situado a 55 kilómetros al norte de Carmen de Patagones, se volaba rumbo al mar.

En esta zona, con epicentro es Stroeder, en 2009 llovió 189 milímetros, pero la condición pluviométrica estaba a punto de dar un giro de 180 grados. Por caso, entre el 17 y el 19 de febrero cayeron 195 milímetros y, en una semana más, se llegó a 249. Hoy, se acumulan 430 milímetros desde el 1 de enero.

"Yo venía muy castigado por la sequía. Era increíble ver los campos que, hasta 2005, llegaron a producir más de 1.600 kilos de trigo", comentó Bertolino, quien suma 67 años de sus 70 vinculado al sector.

"Más loco me puse cuando empezó a llover sobre la arena, y no paraba, y no paraba... Tenía un poco de dinero para combustible, pero no avena que, entendía, era lo más conveniente para sembrar", sostuvo.

Bertolino acopiaba dudas. Aun así, decidió ponerse a trabajar sobre la cobertura de esa tierra infértil para saber qué había debajo. Los primeros movimientos con el cincel fueron por demás alentadores; eso contribuyó para tomar la decisión.

Tras cuatro días con cincel y rastra doble y la utilización de dos tractores, la siembra terminó el 28 de febrero. En total, se cubrieron 500 hectáreas de las 630 del campo.

En esta zona es usual emplear entre 70 y 80 kilos de semilla por hectárea, pero con el (limitado) stock disponible sólo se emplearon 50 kilos. La variedad usada fue Buck Manantial, la más antigua, pero igualmente efectiva, para este lugar. Es un trigo duro de ciclo corto.

"Fueron las únicas semillas que pude rescatar. Si hubiera tenido sorgo en el galpón, habría sembrado sorgo. Estaba jugado; no quería ver más tierra volando...", aseguró.

"A los cuatro días de sembrado, el trigo ya había comenzado a salir. Y tras una semana de viento, cuando creí que otra vez perdería todo, la planta se robusteció, vinieron más lluvias y así llegamos hasta hoy... ¡en que no sé qué hacer!", confió.

El trigo tiene, en la mayoría del campo, entre 50 y 70 centímetros de altura y un color verde intenso. En los bajos, que son pocos, la acumulación de humedad lo dejó crecer entre 10 y 30 cms. Estas plantas poseen un color más claro y más amarillo. Bertolino, quien nació y reside en Stroeder, históricamente ha sembrado avena, sorgo, trigo y cebada. Llegó a tener más de 2.000 vacunos en varios campos de la zona, junto a otras tantas ovejas. Hoy, su plantel quedó reducido a poco más de 150 vacas (100 en el campo de trigo) y casi 1.000 ovejas.

En las citadas 500 hectáreas de trigo, hoy pastorean libremente poco más de 100 vaquillonas. Para estos animales se trata de un paraíso en medio del desierto, considerando que semejante acierto no podía ser tan literal.

Por estas horas, el productor de Patagones se debate en varias disyuntivas, las mismas que le han transmitido algunos de los ingenieros agrónomos que se acercaron al campo para ver de qué se trataba.
Una de ellas es cortar el trigo para hacer rollos destinados a forraje, o cortarlo y dejarlo en el campo para utilizarlo como abono.

Otra es cargarlo con hacienda. "Hasta 600 animales se pueden aguantar, pero el tema es que no los tengo ni los puedo comprar para engordarlos. Y ahora, en Patagones, está lleno de comida pero no hay hacienda. ¡No se puede creer!", admitió.

La tercera opción es dejar todo como está para ver qué sucede en el invierno, donde se presentarán las mayores dificultades, habida cuenta la excepcionalidad de la fecha de siembra.
De todos modos, cualquier decisión que se tome no será sobre las 500 hectáreas, sino respecto de 350 o 400. En el resto se mantendrán los animales.

De la sequía extrema... a pensar en futuro

Por Carlos Rodríguez

En los partidos de Patagones y de Villarino se han vivido los años de sequía extrema más graves de la historia porque, además de las precipitaciones por debajo del promedio, hasta niveles similares a la meseta patagónica (Stroeder 2009: 189 mm.), se debilitaron las empresas desde lo productivo hasta lo económico y social.

La magnitud de la erosión eólica quedó reflejada en una foto satelital que mostró la nube de polvo en dirección al mar. A esto hay que sumarle cientos de fotos de campos volados, calles tapadas por la arena y animales muertos, sólo por citar algunas circunstancias, quedando un paisaje desolador que afectó el espíritu de los productores y de sus respectivas familias. La espera se hizo al extremo, con fuertes pérdidas de capital vacuno y de cosechas de trigo.

Hasta que llegó febrero. En Stroeder pasaron de aquellos 189 milímetros de 2009 a los 430 actuales, y de la sequía constante a observarse lagunas en los bajos.

Comenzaron entonces las tareas urgentes, a fin de aprovechar la humedad y evitar que continúe la voladura de los suelos. Este es el caso del productor que sembró 500 hectáreas con la única semilla que le quedaba: trigo Buck Manantial, 50 kgs/ha.

Durante la sequía, no hubo posibilidades de nacimiento de nada. En ese período, posiblemente, se acumularon nutrientes que no fueron tomados ante la falta de agua en el suelo. Tras la siembra, contando con un nivel inicial de humedad en el perfil inmejorable y temperaturas favorables, se produjo un crecimiento explosivo. En corto tiempo, se acumuló una masa de forraje de trigo exuberante, tendiendo a espigar en sectores y difícil de consumir con la baja carga animal presente.

Ante esto, surgen alternativas. La primera es conseguir mayor carga para producir carne que permita recomponer el tema financiero en el corto plazo.

En el caso de no encontrar la suficiente cantidad de cabezas en la zona, otra posibilidad es hacer rollos, pero, dada la época del año, es complejo lograr buena calidad. Otra alternativa es el silobolsa, pero se debe estudiar el costo.
Indudablemente, hay que pensar en el mediano y largo plazo, en dedicarlo al inicio de un proceso de cambio de sistema de producción en base a la siembra directa, que demostró ser sustentable, productiva y rentable.

Uno de los requisitos es, precisamente, la cobertura del suelo. Es factible dejar una parte de las 500 hectáreas para el tratamiento con glifosato, para que, luego de seco, quede cubriendo por debajo las raíces del trigo que, al secarse, dejan canales en el perfil que aseguran una buena infiltración de las precipitaciones.

Consolidando este primer punto de la cobertura, se asegura la mejor humedad superficial y se llega a la siembra de un cultivo de verano (mijo-sorgo) con menor riesgo de voladuras en una época de fuertes vientos desecantes.
En definitiva, luego se debe pensar la rotación más recomendable según las necesidades y recursos de la empresa, considerando un modelo mixto donde la ganadería y la agricultura compartan una superficie.

Seguramente, en un análisis de la estadística de lluvias se demuestren los ciclos húmedos y secos, así como la alta variabilidad entre y dentro de los años, además de fuertes vientos desecantes, sumado a los suelos sumamente frágiles, se conforma un ambiente productivo semiárido-árido, donde el manejo y el sistema de producción mixto tiene mucho que aportar, con dedicación y profesionalismo, frente a condiciones adversas.

(*) Carlos Rodríguez es ingeniero agrónomo e integrante de la ATR Regional Bahía Blanca de AAPRESID