No porque los gobiernos de Cristina Kirchner y José Mujica busquen otra crisis, como la que se vivió durante la gestión del pragmático Tabaré Vázquez. Sino porque los asambleístas surgieron envalentonados de la marcha de ayer y creen que están a un paso de poder mantener el corte del puente.
Pasado mañana estarán de nuevo frente a frente Cristina Kirchner y Mujica. Resuelto el fallo de La Haya, que convalidó la política de los hechos consumados de Uruguay y dejó a la Argentina pagando como cuando dijo que no había indicios de contaminación, el único problema que resta por superar es el corte del puente. Despejar el pasado (corte) para poder pensar en el futuro.
En Montevideo no quieren agitar esa bandera. No quieren arrinconar al gobierno kirchnerista y obligarlo a responder por los medios, como fue el sainete rioplatense de las pasteras desde 2004 en adelante. Pero entienden, como lo planteó el canciller Luis Almagro, que el levantamiento del bloqueo fronterizo no resiste ya el menor análisis.
Si los asambleístas decidieran continuar con la modalidad del corte como forma de protesta por el funcionamiento de Botnia, al gobierno argentino no le quedará otra alternativa -si no quiere entrar en una nueva etapa de alejamiento con Montevideo- de pedirle a la Justicia que despeje el puente y apelar a la fuerza pública para ejecutarlo. ¿Pero está dispuesto el gobierno de Cristina Kirchner a asumir el costo político que una medida de esas características supone? Después de haber alentado el corte, es improbable que el kirchnerismo juegue esa carta.
Pero este no será el asunto excluyente de la semana. En el Senado, otra vez, opositores y oficialistas correrán la carrera por el quórum y el número para aprobar o rechazar el proyecto aprobado por la Cámara de Diputados para restringir el uso de los DNU. Ninguno puede cantar victoria hoy. Deberán esperar a estar sentados en el recinto para poder saber si pueden o no pueden. Serán clave, otra vez, la senadora Bortolozzi, Menem y Verna, el senador de La Pampa. En la oposición cuentan los porotos y a nadie, todavía, le da la cuenta.
Serán siete días "contaminados" por el conflicto de las pasteras y las peleas en el Congreso. Pero la política se encarga, todos los días, de sorprender.


