Poco a poco, se va acentuando la tendencia a la revalorización del dólar en comparación con las principales divisas. Como sabemos, toda suba en el valor del dólar trae aparejada una menor demanda de granos y de los subproductos.

Recordemos: a fin de año, por cada euro se recibía 1,50 dólar. Ahora, se recibe casi 1,40 dólar. Estamos hablando de un 7% de mejora. Y la tendencia no muestra signos claros de reversión.

¿Por qué? La cosa es así. La política monetaria de EE.UU. está cambiando. Y, así, la tasa de interés de largo plazo ya ha iniciado un camino ascendente.

Una suba en la tasa de interés empuja al alza al valor del dólar.

El cuadro adverso no finaliza acá. Las dudas sobre el desempeño próximo de países de segundo orden, como es el caso de Irlanda, Grecia y quizás España, presiona sobre el mercado de divisas en desmedro del euro y a favor del dólar, una moneda con un valor rezagado.

La convicción sobre el crecimiento sostenido para la UE es hoy algo endeble. Los mercados sospechan que puede venir un bajón. El euro, en consecuencia, debe soportar las presiones del temor. Y así, busca nuevos pisos, más bajos.

Pero hay más. Y aunque parezca reiterativo, vale remarcar la cuestión china.

China está iniciando un nuevo camino. Trata de desacelerar su economía para evitar efectos inflacionarios, a través de límites al crédito interno con tasas de interés más altas.

Por ser los alimentos un producto demasiado básico en la canasta familiar, es poco probable que el impacto de estas medidas afecte la demanda. Sin embargo, una escasa disminución sería visible dado el enorme volumen involucrado.

Estos son los datos desalentadores.

Pero hay alentadores. Y muchos.

Los datos desalentares pueden potenciarse como resultado de la oferta en ciernes proveniente del América del Sur.

En tal caso, lógico es aguardar una baja en los precios.

Sin embargo, persisten las perspectivas favorables relacionadas con los factores estructurales de la demanda y de la oferta mundial.

En EE.UU. los stocks de maíz y aún des soja son bajos y la demanda seguiría en alza. Este cuello de botella seguramente incida sobre los valores de la soja y el trigo. Además se pronostica una reducción en la producción mundial como resultado de una mala campaña en la ex Unión Soviética y en China.

Así las cosas, las reservas mundiales de maíz son de tan sólo 132 millones de toneladas. Se trata de uno de los niveles más reducidos de los últimos tiempos. Consideremos que la producción de la industria del etanol, importante demandante, sigue en suba.

Según el USDA, la relación stock-consumo mundial de maíz pasará de 18,8% (2008/09) a 16,5% (2009/10).

Considerando estos puntos, bien vale mantener una posición optimista. Claro está: habrá que pasar estos dos o tres meses. ¿O no?