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Aldo Cerda, Fundación Chile
En este espacio opinar de transgénicos es casi garantía de una respuesta entusiasta en el blog.

La gran mayoría de esas opiniones son de naturaleza crítica, y los tres principales motivos de rechazo a su aplicación en los sectores productivos pueden sintetizarse como:

a) Creación de una economía dependiente de transnacionales interesadas en monopolizar la provisión de genes y variedades de interés económico.

b) Aumento del riesgo de contaminación genética para la biodiversidad local.

c) Generar restricciones comerciales por el rechazo de ciertos mercados a los productos transgénicos. Este último punto puede expandirse como una amenaza a la marca-país de Chile en el concierto de la oferta silvoagropecuaria.

Los argumentos anteriores son atendibles y los riesgos expresados, reales.

El análisis de pérdida de productividad potencial que suele esgrimirse como argumento para favorecer los cultivos transgénicos (y cuya cuantía puede ser muy significativa), debe compararse con el costo potencial de los factores señalados, algunos de los cuales tienen carácter de externalidad, y por ende no pueden ser evaluados en su justa medida por cada productor individual.

Sin embargo, la ingeniería genética parece estar focalizada en encontrar un camino intermedio, uno que minimice la fuente de potenciales riesgos.

Más que transgenia, la tendencia actual parece orientarse hacia la cisgenia.

En términos simples, en la transgenia el medio utilizado (el llamado "cassette") y el gen introducido al ADN huésped provienen de especies ajenas a aquella que se desea hacer más productiva, resistente o apta. En el caso de la cisgenia, por el contrario, tanto el medio como el gen introducido provienen de la misma "familia".

¿Qué ventajas introduce lo anterior? Por de pronto esta investigación, al menos en el caso de Chile, la están desarrollando consorcios de empresas, universidades e instituciones tecnológicas nacionales, que serán poseedoras tanto de la propiedad intelectual de las aplicaciones de genes de interés económico, como del know how necesario para escalar productivamente los resultados.

En segundo lugar, se reducen los riesgos a la biodiversidad local (aunque nunca se eliminan totalmente), producto de modificaciones genéticas que son alteraciones más cercanas (en tiempo y taxonomía) a la evolución natural de las especies de interés.

Es importante notar, en un análisis balanceado, que después de un cuarto de siglo de aplicaciones transgénicas, aún en el caso de las especies más "promiscuas" (maíz entre ellas), no existe evidencia de destrucción de biodiversidad. Así, el principio precautorio no debe interpretarse como sinónimo de inhibitorio.

Finalmente, la cisgenia reduce la negativa carga de atributos comerciales asociados a los transgénicos, lo que constituye una salvaguarda para el resto del sector exportador.

Así, aunque quizás esta tendencia no sea la definitiva, al menos introduce elementos nuevos con los cuales discutir y evaluar en su mérito el desarrollo de la biotecnología en el país.