Pero en la mayoría de los casos la espontaneidad pareció cuidadosamente organizada.

La dirigencia kirchnerista está en alerta roja en el conurbano. Les esperan al menos diez días más de sobresalto, porque suponen que van a seguir así hasta después de Navidad.

El gobernador Daniel Scioli, entrevistado por Clarín, había dicho el pasado fin de semana que estaba "muy atento" a este tema, que ya había empezado a escalar, aún en la categoría de rumor no confirmado.

Ayer, este diario consignó que un grupo piquetero intentó entrar por la fuerza en un súper de Villa Bosch, en el partido de Tres de Febrero, para exigir que les dieran comida. Algunos vecinos incluso aseguraron que los piqueteros se habían llevado mercadería del lugar. Como acto reflejo de prevención, los comercios de la zona decidieron cerrar sus puertas.

Hubo algún intento tibio de desmentir esta información. Pero dirigentes bonaerenses de primera línea, dos de ellos con trato directo y frecuente con Néstor Kirchner, confirmaron el hecho y agregaron que episodios similares se registraron en Isidro Casanova, partido de La Matanza, y en barriadas de los municipios de Esteban Echeverría, San Martín, Moreno, Merlo y Florencio Varela.

Se trata, mayormente, de localidades ubicadas en el fondo del segundo cordón del GBA. Es allí donde la pobreza y la exclusión siguen golpeando fuerte, aún después de cinco años seguidos de crecimiento económico. Pero esa mejora innegable de la economía no estuvo acompañada por una distribución equitativa y progresiva de la riqueza, más allá del parloteo oficial. Hoy, los ricos son más ricos, los pobres son más pobres y la brecha entre ellos se amplió en el último año. No son discursos de ninguna oposición: son las cifras oficiales del Indec.

Sobre ese escenario de desesperación social trabajan, sin duda, los que agitan con intencionalidad política.

Un relevante dirigente kirchnerista de Lomas de Zamora dijo a Clarín que "aparece gente ofreciéndole 20 ó 30 pesos a los pibes que andan por las esquinas, para ir a apretar a comerciantes". ¿Quiénes son? Es la pregunta obligada. "Sería fácil echarle la culpa al duhaldismo, pero no tenemos pruebas de que sean ellos", fue la respuesta.

Al Gobierno bonaerense, en particular a los hombres del aparato político y social que operan en las zonas más castigadas del conurbano, les preocupa que se haya cortado el diálogo con los grupos piqueteros más radicalizados, situados a la izquierda del kirchnerismo. Son los mismos sectores que vienen protagonizando repetidos reclamos para ser incluidos en el plan de trabajo a través de cooperativas. El acampe que culminó ayer en la avenida 9 de Julio fue la última y más notoria de esas demostraciones.

La estructura del peronismo bonaerense, que responde básicamente al vicegobernador y jefe del PJ Alberto Balestrini, y a los intendentes de mayor predicamento, estableció su propia red de información y acción para prevenir nuevos y mayores incidentes, a medida que se aproxima la Navidad, considerada fecha crítica.

Los municipios y las áreas sociales de la gobernación ya acudieron en auxilio de comerciantes presionados por grupos que reclamaban alimentos. Pusieron parte de lo que se le dio a la gente. "Tenemos que cuidar que no haya tanto perjuicio para los particulares, además", explicaron muy cerca de Balestrini.

El temor que subyace en la dirigencia provincial es que estos episodios se generalicen. El cerrojo informativo que se pretende establecer apunta a evitar el "efecto espejo", un contagio que podría producirse a partir de la difusión de estos hechos. Pero las cosas que pasan, siempre se terminan sabiendo. Y la voz, entre los más necesitados, suele correr muy rápido. Esto, sin contar con el factor de agitación política que propicia la repetición.

"Tenemos que evitar que esto se termine transformando en un tema policial", dicen en lo alto del poder bonaerense.

Otro foco de preocupación está apuntado a lo que suceda en las cárceles y comisarías de la Provincia que alojan a presos comunes. En estas horas, desde la gobernación en La Plata se mira con mucha atención el reporte diario del Servicio Penitenciario y la actitud de sus integrantes. El fin de año suele ser propicio para las protestas de los detenidos y sus familiares. Esta semana un motín en una comisaría de Lomas del Mirador terminó con cuatro muertos. "Con el desastre que tenemos en el área de seguridad, lo único que nos falta es que también esto se nos complique", dijo una alta autoridad provincial.

Pero el foco principal está puesto en la inquietud social, imposible de disimular aunque se mantiene bajo control.

Entre los cuadros del peronismo bonaerense abundan los hombres que vivieron ya dos oleadas de disturbios y saqueos. La que empujó la salida anticipada de Raúl Alfonsín, después que Carlos Menem ganara la elección presidencial en 1989. Y la que marcó el tramo final del gobierno de Fernando de la Rúa, hasta su derrumbe estrepitoso y sangriento en diciembre de 2001.

Las condiciones económicas y sociales no son las mismas de entonces, aunque la garra de la miseria y la exclusión siguen ahogando a decenas de miles de compatriotas. Pero en esos casos traumáticos del pasado, hubo parte de la dirigencia peronista y de los aparatos municipales que fueron cualquier cosa menos testigos neutrales. Ellos, puestos ahora del otro lado del mostrador, saben muy bien de qué preocuparse.

Néstor Kirchner y Daniel Scioli estuvieron juntos ayer en Tigre, a propósito de una entrega de tarjetas de la ANSeS. El anfitrión allí fue Sergio Massa, ex jefe de Gabinete de Cristina y el más visible de los "intendentes rebeldes" de la Provincia.

Massa aprovechó para invitar a varios jefes municipales amigos: Breitenstein (Bahía Blanca), Eseverri (Olavarría), Amieiro (San Fernando) y Descalzo (Ituzaingó). Junto a ellos, después del acto oficial, compartió un café con Kirchner. Scioli se había ido hacia otro acto. Pero en el lugar quedaron dos funcionarios nacionales: Juan Manuel Abal Medina y el siempre discreto jefe de la SIDE, Héctor Icazuriaga.

Un participante de la reunión contó que en un momento de esa charla informal Massa le preguntó a Kirchner: "¿Néstor, no te parece que sería bueno parar esta guerra con Clarín?"

Todo el mundo quedó helado, esperando la reacción de Kirchner.

Pero el ahora diputado se enfrascó en una larga explicación sobre la situación de la prensa y habló de la "aparición de nuevos actores en el mercado de medios".

Terminó todo entre sonrisas, como corresponde a gente educada. A la salida, uno de los intendentes invitados le preguntó a Massa: "¿Vos te volviste loco o tarado?".