La dirigencia ruralista había puesto mucha energía en evitarla, y no pudo disimular la nueva frustración. Paradójicamente, esta "derrota" significa un alivio para el campo: al pedir que la facultad para fijar la alícuota de los derechos de exportación fueran una atribución del Congreso en lugar del Ejecutivo, la Mesa de Enlace estaba punto de legalizar definitivamente las retenciones.

La única ley posible, y no para favorecer al agro, sino al conjunto, es una que las erradique a plazo fijo. Eso era lo que planteaba el proyecto de ley elevado por la Mesa a los partidos de la oposición. El texto proponía la reducción progresiva hasta terminar, en cuatro años, con esta gabela. En ese plazo se debía instrumentar un nuevo régimen impositivo, que introdujera como elemento central la no discriminación contra un sector, por el hecho de que fuera más competitivo.

El Gobierno sabe que tiene que reducir urgentemente a cero las retenciones para maíz y trigo. No se descarta, incluso, que lo haga. Debe saber, por todo lo que se ha machacado, que el sacrificio fiscal sería mínimo: el saldo exportable de trigo será exiguo, y además los exportadores ya pagaron las retenciones al contado, según el régimen por el que compraron un millón de toneladas. Algo parecido sucede con el maíz, donde las intenciones de siembra siguen paupérrimas.

Hagamos de cuenta, por un momento, que el Gobierno no quiere seguir peleándose con el campo. Que piensa realmente que vale la pena establecer condiciones mínimas para que la producción pueda volver a fluir. Aún sin apartarse de su ideología intervencionista, y su necesidad de financiarse con la plata del campo. ¿Qué tendría que hacer? Si queda todo como está, vamos derecho a un tremendo aluvión de soja. El Gobierno lo sabe, y quizá por ello prefiera no hacer nada: la soja tiene derechos de exportación del 35%, y con el nivel actual de los precios y los costos, a pesar de esta exacción todavía deja algún margen.

No es el mejor momento para semejante aluvión. El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos emitió el miércoles último su esperado documento sobre la evolución de la producción, el consumo y los stocks finales de todas las cosechas a nivel mundial. A la Argentina le asignó una cosecha récord, de 51 millones de toneladas. Los stocks con los que cuenta Estados Unidos en este momento, cuando finaliza la campaña anterior y todavía no llegó la nueva, alcanzan apenas a 3 millones de toneladas. Están al borde del racionamiento, porque exportaron mucho más que lo habitual al fallar la producción argentina.

Por eso los precios están tan firmes ahora en Chicago. Pero en setiembre ya bajan un 20%, y siguen cayendo hasta mayo próximo, cuando llega la cosecha sudamericana. Esto es lo que se llama "mercado invertido".

Pero si la Argentina, en lugar de sembrar soja en 20 millones de hectáreas, que es lo que hoy se pronostica, pasa a 22, habría 5 o 6 millones de adicionales. Eso impactará tremendamente en los precios. Recordemos: los valores actuales tienen que ver con un saldo de apenas 3 millones de toneladas en Estados Unidos. En octubre tendrán adentro una cosecha de 86 millones, y a partir de abril próximo no podrán exportar más porque entra la cosecha sudamericana, con el esperado boom argentino.

Lo que hay que hacer, lo venimos diciendo, es no demorar más la apertura de las exportaciones de maíz, ya en plena época de siembra. Esto, junto con una reducción drástica de las retenciones, estimularía la siembra de un cereal clave tanto para el comercio exterior como para la enorme cadena de valor interna.